Para todos nosotros, los católicos, el panorama en la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana se está ennegreciendo cada día más.
Por Marcos Luiz Garcia
La ofensiva de la izquierda que se está preparando a través del Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía presagia una verdadera revolución, no solo respecto a la forma de considerar a la Iglesia, sino con reflejos apocalípticos para todo el orden mundial.
Hace poco fue publicado el documento Instrumentum laboris, que define la pauta de este Sínodo. ¡Es realmente asustador! Más propiamente, podría llamarse el Documento Preparatorio del Vaticano III, ya que el Sínodo Pan-Amazónico es para el Vaticano II lo que éste fue para el Concilio de Trento.
En otras palabras, la verdadera explosión de cambios pastorales y doctrinales provocada por el Concilio Vaticano II en la Iglesia se repetirá con el lanzamiento de la Iglesia del Amazonas, pero en un contexto muchísimo más grave y radical. La ya imposible hermenéutica de la continuidad pura, simplemente se evapora.
Para ayudar a comprender mejor lo que estoy diciendo, debemos retroceder al Pontificado anti-modernista de San Pío X, quien pautó su vida en combatir el modernismo, una herejía que, según él, contenía en sí todas las herejías.
Después de San Pío X comenzó a aflojarse el combate contra el modernismo, lo que más tarde dio lugar a la ascensión gradual de una doctrina que es el mismo modernismo revestido de apariencias hipócritas, el llamado progresismo.
Al mismo tiempo, un ablandamiento sentimental generado en las almas de los católicos les sustrajo su combatividad e inoculó un espíritu entreguista, concesivo y meloso, que se fue acentuando hasta el Concilio Vaticano II.
Una vez suficientemente ablandados los católicos, fue posible lanzar las «novedades» del Vaticano II y, después, la creciente desfiguración del espíritu católico. La Teología de la Liberación ganó impulso y la izquierda católica se hizo muy fuerte.
Una parte de los fieles se escandalizó con el progresismo y lo rechazó. En lugar de la espiritualidad católica tradicional, a estos les fue ofrecido un carismatismo oriundo de los protestantes pentecostales norteamericanos.
Este cambio en la Iglesia escandalizó a muchos católicos de creencias débiles que, por falta de convicciones profundas, optaron por abandonarla a cambio de religiones protestantes.
Los pastores no han hecho nada de relevante para traer de vuelta a las ovejas, porque la postura ecuménica de la izquierda católica enseña que no es grave el cambio de religión. Es por eso que, desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, vemos que el rebaño católico brasileño se redujo del 97% a poco más del 50%, ante la indiferencia de la mayoría de los pastores. Incluso hay una prohibición de hacer «proselitismo», es decir, apostolado para recuperarlos.
Al mismo tiempo, una inmensa parte del Clero se ha ido desfigurando cada vez más, perdiendo su sacralidad, respetabilidad y santidad, y mostrándose cada vez más amigos de los antiguos lobos que diezmaron la manada.
Las noticias de los escándalos morales más graves cometidos por una gran cantidad de clérigos llenan los periódicos de muchos países, lo que deja a las ovejas aún más perplejas.
Con profunda tristeza, vemos al actual Pontificado impregnado de cosas inusitadas, de continuas actitudes francamente desconcertantes y, a menudo, emitiendo declaraciones contrarias a la doctrina tradicional, sembrando en las almas una duda generalizada sobre lo que es propiamente la Iglesia Católica, cuáles son sus principios verdaderos e inmutables e imponiendo las preguntas: ¿Qué es lo correcto? ¿Que es lo que está mal?
Y es precisamente en medio de este caos religioso que es convocado un Sínodo que lanzará prácticamente una nueva iglesia, totalmente adaptada a la vida tribal de los indios, pero que será una nueva fase que se aplicará, como anuncian sus responsables, a la Iglesia en todo el mundo. Es el anuncio de una revolución profunda, que destruirá totalmente en la mayoría de los católicos la idea verdadera de la Iglesia, lanzándolos a una crisis de Fe nunca antes vista.
Si este plan tiene éxito, los católicos que adhieran a él cambiarán de religión y el inmenso rebaño de Nuestro Señor Jesucristo se reducirá a una minoría. Esta minoría probablemente tendrá mucho que sufrir. Pero será sustentada por la promesa de Nuestro Señor de que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, y vencerá con Él en el Triunfo del Inmaculado Corazón de María prometido por Nuestra Señora en Fátima.
Correspondencia Romana
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