miércoles, 19 de junio de 2019
“REZAN DEMASIADO”. EL VATICANO CIERRA OTRA ORDEN
La Santa Sede se permite llevar a cabo operativos inexplicables con una violencia y una determinación que serían mucho más adecuados en otras situaciones y por culpas reales.
La obra de destrucción de la vida religiosa por parte del Vaticano continúa implacable. Esta vez les toca a las Pequeñas Hermanas de María Madre del Redentor, una orden religiosa nacida en Francia y que actualmente cuenta con aproximadamente ciento veinte religiosas; de las cuales cinco decidieron obedecer al diktat de Roma, y a las otras ciento quince, a su vez, divididas en tres comunidades, les serán levantados sus votos, emitidos en su momento, y volverán a ser seglares, debiendo abandonar sus casas y las actividades de cuidado y de asistencia sanitaria a los ancianos, característica de esta congregación.
Las hermanas fueron acusadas de “una espiritualidad considerada demasiado tradicional”.
El Gran Inquisidor de la Congregación para las Religiosas, el franciscano José Rodríguez Carballo, brazo derecho y hombre de confianza del Pontífice reinante para este tipo de “arreglos”, (y el hombre del más clamoroso crack financiero jamás visto por los franciscanos) atacó una vez más.
Un libreto que sigue al ya vivido por los Franciscanos de la Inmaculada (aún intervenidos después de seis años (ver). ¿Pero a quienes han asesinado para ser tratados así?), por la Hermandad Sacerdotal Familia Christi (aquí), la Fraternidad de los Santos Apóstoles, etc. Ahora es un formato habitual en el régimen vigente. Resulta verdaderamente extraña e inexplicable la operación a la cual probablemente no son extraños los apetitos obispales por las propiedades de la pequeña congregación.
Las Pequeñas Hermanas de María Madre del Redentor cuidan a ancianos, colaboran en la pastoral de la parroquia, ayudan a los pobres y viven una espiritualidad hoy considerada en el Vaticano “demasiado clásica”, es decir, amor de adoración a la Eucaristía; oración fervorosa de intercesión y filial devoción a María. Las hermanas fueron pre-visitadas en el año 2009 por decisión del Obispo de Laval, a quien los laicos que sustentan a las hermanas acusan de tener un cierto interés por la administración de sus bienes. Pero la iniciativa no tuvo éxito. En el año 2016, con Braz de Avis y Carballo, hubo una nueva visita. Ya no –o no únicamente– por motivos administrativos sino por la grave “sospecha de tradicionalismo o clasicismo”, como dicen los franceses. Las hermanas fueron acusadas de tener “graves problemas de gobierno” (aunque se demostró que la mayoría de las hermanas dieron maravillosos testimonios sobre la superiora), de “inmovilismo”, de “desconocimiento de la ‘nueva teología’ de la vida consagrada…” y de otros “graves delitos” como el de la excesiva oración…
Las superioras –exiliadas en otros conventos eran acusadas de ser “excesivamente autoritarias”, y que a las hermanas les era pedida una obediencia inapelable “sin –dicen– la preocupación de que una recta conciencia tenga una palabra a decir y sin que nadie nos haya explicado el mínimo fundamento objetivo de todas estas medidas romanas: habría habido dos pesos y dos medidas”. Las hermanas rechazaron las acusaciones como falsas e inventadas por los visitadores. Los comisarios y la Congregación les han dado la razón, al menos en parte, pero mantuvieron las providencias adoptadas, es decir, confirmaron la intervención.
Las hermanas apelaron a aquel que era el tribunal supremo de justicia en la Iglesia, la Signatura Apostólica, ahora bajo la gestión del diplomático Mamberti, evidentemente incapaz de contrariar la voluntad superior, quien confirmó la sentencia del Dicasterio. Pero las hermanas decidieron no aceptar la medida que a ellas -y no solamente a ellas- les parece una evidente injusticia. Hicieron pública su decisión: “El 17 de septiembre de 2018, el Cardenal Prefecto de la Congregación para las Religiosas, Monseñor Braz de Aviz, envió un ultimátum: o aceptamos la Intervención ‘sin reservas’, o no la aceptamos, en cuyo caso la ley prevé que podremos ser despedidas del Instituto”.
Entonces las hermanas escribieron: “Después de haber adquirido la certeza moral durante todo este año que la acogida al Comisario Apostólico en el interior de nuestro Instituto, causaría un grave y seguro daño, tanto por cuanto dice respecto a la comprensión del carisma otorgado por Dios a la Madre María de la Cruz, nuestra Fundadora, como por el modo de vivirlo; después de haber propuesto muchas veces soluciones de apaciguamiento, sin que haya sido dada ninguna respuesta; previa consulta con personas autorizadas y competentes; después de haber rezado mucho y siempre deseando permanecer fieles y obedientes a la verdad, nos pareció que no teníamos otras opción que renunciar a nuestros votos”.
Mientras tanto, se constituyó en Laval una Comisión de apoyo a las religiosas, que cuenta casi con treinta mil personas y que hace oír su voz en un portal: https://www.soutienpsm.com/communique-06-19-espagnol
Todo esto ocurre en un país en el cual la situación de las vocaciones es -por decir poco- desastrosa, y donde la cuestión de los abusos clericales está paso a paso saliendo a la luz pública en toda su gravedad. Y la Santa Sede se permite llevar a cabo operativos inexplicables con una violencia y una determinación que serían mucho más adecuados en otras situaciones y por culpas reales.
Chiesa e post Concilio – 10 de junio de 2019
Religión, la Voz Libre
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