Este fin de semana la Iglesia celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo o la Fiesta de Corpus Christi que fue instaurada en la edad media para robustecer la fe de los fieles en la presencia real de Jesucristo en el sacramento. El Jueves Santo celebramos la institución de la Eucaristía en la Última Cena y ahí hay momentos de intensa adoración al Santísimo Sacramento pero ahora celebramos esto con la Procesión que lleva a Cristo por las calles bendiciendo a una ciudad incrédula o indiferente pero seguido por fieles fervorosos que creen en Él, que lo adoran, que lo aman de verdad.
La Fiesta de Corpus Christi nos tiene que recordar también la importancia de la adoración eucarística. San Agustín decía, respecto de la comunión, que "nadie puede comer de este Pan si no lo adora antes". Es bello y se refiere, obviamente, a la comunión en la Misa y pensemos en lo que significa la conciencia de Jesús, el Resucitado, está verdadera, real y sustancialmente presente bajo los signos eucarísticos en todos los sagrarios del mundo, también en el que queda más cerca de nuestra casa.
Felizmente en muchas parroquias y capillas se organizan grupos de adoración y hasta de adoración perpetua. Es muy importante eso. Adorar significa reconocer a Dios y adorar significa como quedar colgados de esa presencia, dispuestos a darnos enteramente a ella y saber que sólo en Él, en el Señor, Nuestro Redentor, podemos poner plenamente nuestra esperanza.
Hay otras ocasiones donde el católico puede adorar a Cristo: puede ir solo a una iglesia, arrodillarse delante del Sagrario y hablar con el Señor, en la Misa que no tiene que ser un show sino que la Misa tiene que ser sobre todo un acto de adoración ante el sacrificio de Cristo. ¿Cómo se va a comulgar? ¿Cómo se prepara uno para la comunión? Antes se insistía mucho en la preparación para la comunión. En primer lugar hay que estar en gracia de Dios, tener conciencia de no tener pecado grave y sino ir a confesarse. Todo esto es darse cuenta de lo que uno va a recibir y como decía el viejo catecismo "acercarse a comulgar con devoción". Y esto no es tener o poner una cara u otra sino entrega a nosotros. Devoción quiere decir entrega, reconocer a Cristo que se entrega a nosotros.
A veces veo esas colas o lo que se llama la procesión de la comunión. Antes nos arrodillábamos en el comulgatorio pero ahora son colas y no siempre se ve esa adoración. Y está el modo de recibir la Eucaristía. Según la disciplina actual de la Iglesia se puede comulgar de pie o de rodillas, en la mano o en la boca. Nadie tiene derecho, ni sacerdote, pastor u obispo, a imponerle al fiel cristiano una determinada forma porque si la Iglesia permite esas variantes cada uno debe asumir aquella que le permita expresar mejor su devoción a Cristo.
Hace poco oí un argumento ridículo contra la comunión en la boca. El argumento sonaba así: "Nosotros no somos bebés, los bebes son a los que se les da de comer en la boca. Nosotros la tomamos en la mano porque somos cristianos adultos". Esto de teológico no tiene nada ni tiene autoridad alguna, es ridículo y va contra la disciplina de la Iglesia. Además es autoritario porque hay lugares donde se impone. A los niños de Primera Comunión ya se les enseña que hay que recibirla con la mano y creo que está mal.
Son cosas curiosas. A mí me llama mucho la atención que estas personas que se creen adelantadas, que se sienten más progresistas, son más autoritarios, son totalitarios, imponen su criterio que además no es el criterio de la Iglesia pero ellos se lo imponen a sus fieles y no tienen derecho. Sepan ustedes que existen diferentes maneras de comulgar y cada uno debe elegir aquella que le ayude más a hacer una comunión verdaderamente entregada al Señor. Que sea el mejor gesto de amor a Él y una de apertura de corazón. El cuerpo no es indiferente, las posturas corporales no son indiferentes, uno no puede ir a comulgar de cualquier manera porque el gesto corporal está explicando que nosotros sabemos de qué se trata, que lo hacemos con seriedad y que hacemos lo que verdaderamente corresponde, que advertimos qué es lo que estamos haciendo allí.
Que este Corpus Christi nos sirva a todos para revisar un poquito lo que llamaría nuestra propia disciplina eucarística, la personal, que debe tener en cuenta toda la disciplina de la Iglesia y no dejarnos imponer el autoritarismo o los prejuicios de algún cura u obispo que quieran grabarnos de esta manera o de la otra.
La Fiesta de Corpus Christi nos tiene que recordar también la importancia de la adoración eucarística. San Agustín decía, respecto de la comunión, que "nadie puede comer de este Pan si no lo adora antes". Es bello y se refiere, obviamente, a la comunión en la Misa y pensemos en lo que significa la conciencia de Jesús, el Resucitado, está verdadera, real y sustancialmente presente bajo los signos eucarísticos en todos los sagrarios del mundo, también en el que queda más cerca de nuestra casa.
Felizmente en muchas parroquias y capillas se organizan grupos de adoración y hasta de adoración perpetua. Es muy importante eso. Adorar significa reconocer a Dios y adorar significa como quedar colgados de esa presencia, dispuestos a darnos enteramente a ella y saber que sólo en Él, en el Señor, Nuestro Redentor, podemos poner plenamente nuestra esperanza.
Hay otras ocasiones donde el católico puede adorar a Cristo: puede ir solo a una iglesia, arrodillarse delante del Sagrario y hablar con el Señor, en la Misa que no tiene que ser un show sino que la Misa tiene que ser sobre todo un acto de adoración ante el sacrificio de Cristo. ¿Cómo se va a comulgar? ¿Cómo se prepara uno para la comunión? Antes se insistía mucho en la preparación para la comunión. En primer lugar hay que estar en gracia de Dios, tener conciencia de no tener pecado grave y sino ir a confesarse. Todo esto es darse cuenta de lo que uno va a recibir y como decía el viejo catecismo "acercarse a comulgar con devoción". Y esto no es tener o poner una cara u otra sino entrega a nosotros. Devoción quiere decir entrega, reconocer a Cristo que se entrega a nosotros.
A veces veo esas colas o lo que se llama la procesión de la comunión. Antes nos arrodillábamos en el comulgatorio pero ahora son colas y no siempre se ve esa adoración. Y está el modo de recibir la Eucaristía. Según la disciplina actual de la Iglesia se puede comulgar de pie o de rodillas, en la mano o en la boca. Nadie tiene derecho, ni sacerdote, pastor u obispo, a imponerle al fiel cristiano una determinada forma porque si la Iglesia permite esas variantes cada uno debe asumir aquella que le permita expresar mejor su devoción a Cristo.
Hace poco oí un argumento ridículo contra la comunión en la boca. El argumento sonaba así: "Nosotros no somos bebés, los bebes son a los que se les da de comer en la boca. Nosotros la tomamos en la mano porque somos cristianos adultos". Esto de teológico no tiene nada ni tiene autoridad alguna, es ridículo y va contra la disciplina de la Iglesia. Además es autoritario porque hay lugares donde se impone. A los niños de Primera Comunión ya se les enseña que hay que recibirla con la mano y creo que está mal.
Son cosas curiosas. A mí me llama mucho la atención que estas personas que se creen adelantadas, que se sienten más progresistas, son más autoritarios, son totalitarios, imponen su criterio que además no es el criterio de la Iglesia pero ellos se lo imponen a sus fieles y no tienen derecho. Sepan ustedes que existen diferentes maneras de comulgar y cada uno debe elegir aquella que le ayude más a hacer una comunión verdaderamente entregada al Señor. Que sea el mejor gesto de amor a Él y una de apertura de corazón. El cuerpo no es indiferente, las posturas corporales no son indiferentes, uno no puede ir a comulgar de cualquier manera porque el gesto corporal está explicando que nosotros sabemos de qué se trata, que lo hacemos con seriedad y que hacemos lo que verdaderamente corresponde, que advertimos qué es lo que estamos haciendo allí.
Que este Corpus Christi nos sirva a todos para revisar un poquito lo que llamaría nuestra propia disciplina eucarística, la personal, que debe tener en cuenta toda la disciplina de la Iglesia y no dejarnos imponer el autoritarismo o los prejuicios de algún cura u obispo que quieran grabarnos de esta manera o de la otra.
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