viernes, 14 de junio de 2019

LA HETEROSEXUALIDAD NO EXISTE Y OTRAS IDIOTECES DE MODA

A medida que nuestra civilización ha perdido su secular fe en lo sobrenatural, la ha transferido, redoblada, a la Ciencia. Los grupos de poder -que son los que tienen el dinero, las publicaciones y, en general, la capacidad de ensalzar una carrera o condenarla al ostracismo- tienen una agenda.

Por Candela Sande

Un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology nos dice que “la heterosexualidad no existe” -lo que, en buena lógica, significaría que tampoco existe la homosexualidad-; otro estudio nos alecciona de que las mujeres son más felices sin un hombre y sin hijos, y un tercero, este llegado de Melbourne, nos asegura que la especie humana se extinguirá en 2050, con lo que debe costar en tan poco tiempo deshacerse de los 7.500 millones de especímenes que pululamos hoy por el planeta.

Así que, para no volvernos locos, intentaré resumir en unos cuantos puntos por qué no tenemos que hacer el menor caso de todas estas noticias y de muchas otras por el estilo. Y empiezo con…

1.- No hay mejor modo de engañar al personal y llevarlo por la senda ideológica que más le convenga a uno que empezar una información con “un estudio asegura…” o alguna variante de este sintagma. La razón es clara: a medida que nuestra civilización ha perdido su secular fe en lo sobrenatural, la ha transferido, redoblada, a la Ciencia.

Naturalmente, no se puede “creer” en la ciencia, que es un conocimiento comprobable, en principio, por cualquiera. Es más, se supone que la gracia de la ciencia es que no hay que creer en ella, porque es ‘falsable’, es decir, si uno pone a prueba una hipótesis y el resultado es negativo, esa hipótesis -siempre que el experimento esté bien hecho- es falsa, no importa cuántas autoridades con premios Nobel saliéndoles de los bolsillos de la bata blanca la avalen. Pero, claro, el común no tiene ni los medios ni los conocimientos ni las ganas para comprobar personalmente cada aserto, con lo que en realidad, cuando dicen “creer en la ciencia”, en realidad se refieren a confiar en los científicos, algo completamente distinto, porque…

2.- Los científicos son seres humanos, movidos por los mismos incentivos que todos los demás -fortuna, fama, sacar a su familia adelante, miedo a la persecución, instinto gregario- y sujetos a las mismas necesidades. Especialmente, financiación. Hacer ciencia es caro, y uno puede estar seguro de que si lo que intenta probar no es del agrado del dueño de la bolsa -el Gobierno, en una enorme mayoría de los casos; alguien muy rico, en todos ellos-, no obtendrá los fondos. Y luego está la publicación, claro. Ninguna publicación prestigiosa querrá publicar un estudio que ponga en riesgo su propia y particular supervivencia financiera, o que no esté avalado por ‘los pares’, es decir, los colegas del investigador con algún prestigio académico. Que se encuentran exactamente en la misma posición, condicionados por idénticos incentivos. Pero es que además…

3.- Y hablando de replicar, un reciente estudio (je) descubrió que más de la mitad -repetimos: más de la MITAD- de los estudios publicados a bombo y platillo por la prensa generalista con titulares escandalosos y frecuentemente con una simplificación abusiva no son replicables. Es decir, no sirven más que para envolver pescado. No son verdad, vaya, ni son ciencia ni nada de nada. Una de las razones de que suceda esto es que…

4.- Casi todos estos escandalosos estudios usan un concepto bastante elástico de la palabra ‘ciencia’, para incluir a las llamadas ‘ciencias sociales’, que solo lo son por analogía y con criterios de certeza muy, muy reducidos con respecto a las ciencias ‘duras’. A un ratón de laboratorio no se le pregunta nada, por lo que no puede ser inducido a engaño, no puede engañar ni puede engañarse ni confundirse con los términos de la pregunta ni estirar la ambigüedad inherente al lenguaje humano. Sencillamente, su organismo reacciona de esta o aquella manera -siempre perfectamente medible- a la sustancia cuyos efectos queremos probar.

No ocurre ni parecido con las ciencias sociales y sus ‘estudios’. Un ejemplo: digamos que quiero saber si las mujeres, en general, somos más bajitas que los varones. Lo único que tengo que hacer es conseguir una muestra estadísticamente significativa de individuos de uno y otro sexo, medir a unas, calcular la media, medir a otros, calcular la media, y compararlas. Nadie opina. En cambio, si quiero saber si el grupo A es más “feliz” que el grupo B, tendré que preguntar y pedir a los individuos que gradúen ellos mismos la respuesta. Y aquí entrarán decenas de interpretaciones sobre qué es ser feliz, condicionamientos culturales, estados de ánimo, deseos de dar determinada imagen, etcétera. Y por si todo eso fuera poco…

5.- Está el hecho de que las publicaciones generalistas no usan el lenguaje científico, mucho menos sus matizaciones, precauciones, complejidades y sutilezas, especialmente para titular. Una publicación es una empresa que compite con otras en un mercado, y el objetivo es la atención de un usuario cada vez más aturdido por la ingente oferta. Así que buscar un titular sensacional se vuelve una necesidad, no una mera conveniencia. Y todo eso, claro, sin ir a lo fundamental, y es que…

6.- Los grupos de poder -que son los que tienen el dinero, las publicaciones y, en general, la capacidad de ensalzar una carrera o condenarla al ostracismo- tienen una agenda. Un científico, no lo dudo, puede tener como principal móvil su puro amor a la verdad, aunque sería inhumano que careciera de preferencias ideológicas. Pero quienes le dan la oportunidad de investigar y de ver reconocida su obra, no. Quien paga la ciencia, quien permite que exista y que se conozca, no tiene como fin principal que se sepa la verdad; ¿por qué iba a ser así? Tiene una agenda, unos intereses concretos. Si sus intereses son meramente económicos y derivados de la explotación comercial de la investigación de marras, la verdad será necesaria, aunque le parezca accesoria. Pero si es el poder, si es convencer a la gente para que crea determinadas cosas o actúe de determinada manera, la verdad le trae al pairo.

Y con esto acabamos. ¿Encuentra usted que hay un hilo conductor en todos estos estudios con que nos bombardean casi a diario? ¿Apuntan a una misma dirección, pretenden una misma reacción por nuestra parte? En la respuesta a esas preguntas está la clave para desactivar este monumental esfuerzo de manipulación de masas. Se lo dejo a usted.


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