jueves, 20 de junio de 2019

CRÍMENES DE ODIO OLVIDADOS: LOS CATÓLICOS MARTIRIZADOS EN CHINA

Siete monjas mártires de shanhsi
Lo que sigue es algo más extenso que el típico artículo online de The Remnant. En cualquier caso, lo estamos publicando por dos razones.

1ª) Se trata de un capítulo más en la serie de excelentes artículos sobre la historia de la Iglesia Católica en China escrito por nuestra corresponsal desde hace muchos años, Teresa Moreau, quien sencillamente se niega a dejarnos olvidar los crímenes de odio sistemático cometidos contra nuestros hermanos y hermanas en China.

2ª) En vista de lo que sucedió la semana pasada cuando varios conservadores famosos fueron eliminados de las redes sociales y enviados al E-Gulag, simplemente por expresar opiniones contrarias a las que promocionan Facebook, Twitter e Instagram, este artículo ofrece sobrios paralelismos con lo que está sucediendo desde el momento en que hace 70 años uno de los regímenes comunistas más despiadados de la historia alcanzó el poder en China.

Primero trataron de prohibir ciertos tipos de expresiones en China; después tomaron el control de todas las prácticas religiosas; y antes de que pasara mucho tiempo detuvieron a los fieles católicos, las monjas, los sacerdotes y los obispos, por el “crimen contra el pueblo” de practicar la fe católica.

Todo ha sucedido antes y no hace mucho tiempo de ello. Y tanto si está usted de acuerdo como si está en desacuerdo con la reciente desaparición de las redes sociales de hombres como Alex Jones y Paul Joseph Watson, no se engañe: esto no se va a detener con ellos.

Hoy son Jones y Watson los castigados por crímenes de opinión; mañana lo serán Carlson y Limbaugh; al día siguiente Matt y Westen. The Remnant ya está siendo eliminado por Facebook de forma regular. Ya hemos sido calificados como “grupo de odio” por el Southern Poverty Law Center. (Organización No Gubernamental progresista con base en USA que pleitea contra quienes ellos deciden que son segregacionistas o racistas. NT).

La Historia se repite, y es solamente cuestión de tiempo el que la persecución vuelva a ocurrir, sobre todo si el Vaticano se empeña en liquidarnos como ha liquidado la Iglesia Católica clandestina en China.

En este momento crítico en la historia de EE.UU. debido a la agitación de comunistas y socialistas para tomar el poder en Washington DC en las elecciones presidenciales del año 2020, ignorar la historia y estar condenados a repetirla, sencillamente no es una opción.

Por favor, dedique un momento a leer esta importante historia real. Compártala con sus amigos y con su familia. El futuro de nuestros hijos puede depender de que les contemos una y otra vez la historia de nuestros hermanos perseguidos en China. Ellos han sido los primeros. ¿Quiénes serán los siguientes? Si Dios quiere, vamos a permanecer tan fieles como lo han sido ellos y no vamos a olvidar nunca. 


Michael J. Matt.


Las Misioneras de la Misericordia Reales

Persuadida por su familia para que hiciera una final interpretación de Ach! I Dunno, Molly Sullivan se sentó al piano del convento católico y cantó a pleno pulmón la letra de la canción. (Ach! I Dunno es una canción del compositor irlandés Percy French. 1854-1920. NT). Riéndose por lo inapropiado de la canción, la alegre, mona y regordeta chica irlandesa, empezó así su primer día como postulante, el 16 de Septiembre del año 1935, en el convento Lough Glynn, llamado así por estar junto al lago del condado irlandés Roscommon.

Bendecida con una naturaleza alegre, la gregaria Molly pronto se sintió integrada en la autodisciplina de las convenciones y regulaciones de la casa, tales como vigilar las miradas, bajar la voz, caminar sin hacer ruido o controlar la risa.

Durante seis meses luchó con eso mientras trabajaba, rezaba, cometía incontables errores y provocaba que alguna ceja de las Madres de la Caridad del convento, fundado en el año 1903 por las Misioneras Franciscanas de María, se levantase mirándola comprensivamente. Pero Molly también tenía cualidades que florecieron en la comunidad.

Molly O´Sullivan

Había nacido en el año 1907 y había respondido un poco tarde a la llamada de Cristo, por lo que era aproximadamente 10 años mayor que el resto de las postulantes, las cuales admiraban su sentido común y su sabiduría. Era la mayor de una familia de 10 hijos a quienes había ayudado a criar en el clan O’Sullivan del condado de Cork; era una persona responsable en la que se podía confiar.

Debido a su edad y a la sensibilidad de hermana mayor, destacó como la persona a la que acudir en busca de ayuda y sostén cuando se producían pequeñas crisis. Incluso las Madres recomendaban a las postulantes acudir a ella si preferían no hablar con sus superioras. Así que no es ningún milagro que superara el período de prueba y se convirtiera en novicia el día 19 de Marzo del año 1936.

Durante la ceremonia de toma de hábito, además de uno nuevo de sarga de color marfil, también recibió el mayor símbolo de su nueva vida, un nuevo nombre, uno que ella había pedido: Eamonnn, el equivalente irlandés de Edward, el nombre de su padre, que había fallecido el año anterior, en 1935. Oficialmente se convirtió en la Madre Mary de Saint Eamonn, y se la llamó simplemente Madre Eamonn.

Al día siguiente, empaquetó en una maleta las pocas cosas que tenía y partió para el noviciado en Les Châtelets sous Bois, en Francia.

Dos años más tarde, el día 19 de Marzo de 1938, en la fiesta de San José, esposo de la Santísima Virgen María, hizo sus votos para la congregación fundada en el año 1877 por la Madre Marie de la Passion (Hélène Marie Philippine de Chappotin de Neuville, 1839-1904), nacida en Nantes, Francia.

- “¿Tomarás a Jesucristo, el Hijo de Dios Altísimo, como tu cónyuge para siempre?”, preguntó el obispo que presidía la ceremonia.

- “Sí, lo haré, y deseo hacerlo con todo mi corazón”, juró la Madre Eamonn.

- “¿Mantendrás los votos de castidad, obediencia y pobreza de acuerdo con las constituciones del Instituto?”

- “Sí, lo haré, con la ayuda de Dios”.

- “¿Seguirás hasta la muerte a Jesús crucificado, imitando a su purísima Madre y a tu padre seráfico San Francisco, ofreciéndote tú misma como víctima por la Iglesia y la salvación de las almas?”

- “Sí, lo haré, con la ayuda de Dios”.

- “¿Te consagrarás para siempre a las misiones de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe de acuerdo con la santa obediencia?”

“Sí, lo haré, con la ayuda de Dios”.

En un dedo recibió un anillo (símbolo de su compromiso con Cristo como esposa casta y fiel) y sobre la cabeza un velo (símbolo de la consagración al servicio de Dios y su Iglesia). Mientras el obispo colocaba sobre el velo una corona de espinas (símbolo del sufrimiento compartido), recitó: “Recibe esta corona que tu Esposo celestial te ofrece, para que puedas ser digna de participar de su pasión en la tierra y de su gloria en el cielo.”


Madre Eamonn

Entonces la Madre Eamonn pronunció los tres votos de castidad, obediencia y pobreza, y después se cantó el Te Deum, el himno solemne de acción de gracias de la Iglesia. Poco después de que sus últimas notas ascendieran al cielo, recibió su destino: la República de China. Aceptó su misión como la voluntad de Dios, aunque comprendía el potencial peligro que suponía, ya que conocía perfectamente los detalles horribles del martirio de siete hermanas de la congregación decapitadas por odio a la fe unas décadas antes.

Después de llegar a la China imperial las siete Misioneras Franciscanas de María, el día 4 de Mayo del año 1899, establecieron inmediatamente un orfanato para alrededor de 200 niñas, y abrieron un dispensario mientras se construía un hospital en Taiyuan, en la provincia de Shanhsi (el nombre anterior de Shanxi).

Desgraciadamente su llegada coincidió con la rebelión de los Boxer, una matanza anti-cristiana con el cambio de siglo. ¡Muerte a los extranjeros! ¡Matemos a los seguidores de los demonios extranjeros! Estos eran los lemas que cantaban los Boxers, practicantes de las artes marciales.

Cuando la violencia era inminente, Hsien Yü, (anterior nombre de Xian Yu, 1842-1901), el nuevo gobernador de la provincia, llamado después “el carnicero de Shanhsi”, invitó a las siete hermanas y a otros misioneros, un total de 45, a un refugio seguro en Taiyuan, prometiéndoles protección de los Boxers.

Engañados y atrapados, estos creyentes en el Cristo de la Cruz, permanecieron indefensos mientras una multitud con gritos y armados con espadas asaltaron el refugio el día 9 de Julio del año 1900 y decapitaron brutalmente a todos los cristianos., incluyendo a las mártires misioneras, reconocidas después como las Siete Mártires de Shanhsi.

Madre Maria Chiara (Clelia Nanetti, 1872-1900), nacida en Santa Maria Maddalena, Occhiobello, Rovigo, Italia;

Madre Maria della Pace (Marianna Giuliani, 1875-1900), nacida en L’Aquila, Italia;

Madre Marie Adolphine (Anne-Catherine Dierks, 1866-1900), nacida en Ossendrecht, Noord Barbant, Holanda;

Madre Marie Amandine (Pauline Jeuris, 1872-1900), nacida en Herk-la-Ville, Bélgica;

Madre Marie Hermine de Jesús (Irma Grivot, 1866-1900), nacida en Beaune, Francia;

Madre Marie de Saint Just (Anne-Francoise Moreau, 1866-1900), nacida en La Fate, Francia; y

Madre Marie de Sainte Nathalie (Jeanne-Marie Kerguin, 1864-1900), nacida en Belle-Isle en Terre, Francia.


Pero los horripilantes asesinatos no disuadieron a la Madre Eamonn. Se despidió de Europa, abordó el barco de vapor Conte Rosso, navegó a China y llegó a su destino, el Convento del Sagrado Corazón, en Pekín (antigua forma de Beijing), el día 20 de Julio del año 1938. Al principio se sintió un poco decepcionada por el hecho de que, en lugar de salvar almas en alguna remota aldea pagana, se encontraba ante una pizarra, enseñando a conjugar verbos en inglés e ilustrando la notación musical en la Academia del Sagrado Corazón, la escuela del convento. Pero a medida que pasaba el tiempo, se sorprendió a sí misma al darse cuenta de que le encantaba su papel de maestra, inspirando a los estudiantes con la maravilla de la palabra y el mundo de Dios.

La vida dentro de las paredes del convento transcurría con la misma calma que un canto monástico; sin embargo, fuera de los muros del convento, el caos se había apoderado de la República China desde su fundación en 1912, tras la destrucción de la Dinastía Ching (antigua forma de Qing) de la China imperial, que tenía siglos de antigüedad, el ascenso del Partido Nacionalista Chino (Kuomintang, forma antigua de la actual Guomindang) y del Partido Comunista Chino, de su subsiguiente batalla por el poder, y después del ataque del Japón imperial a la China continental, el día 7 de Julio del año 1937, que se conmemoró como 7-7-7.

El conflicto y la agitación se mantuvieron constantes hasta la retirada de Japón después de su rendición en la Segunda Guerra Mundial, el día 15 de Agosto del año 1945. Ese mismo mes llegaron tropas de Estados Unidos de América y durante casi dos años prevaleció una calma en el continente hasta su partida, en el mes de Marzo del año 1947. Tan pronto como los estadounidenses se retiraron, el caos regresó cuando los comunistas iniciaron sangrientas batallas contra los nacionalistas.

Combatiendo a lo largo y ancho del país, victoria tras victoria, los Rojos se acercaron a Pekín, en el mes de Octubre del año 1948. Asustados, los extranjeros comenzaron a evacuar la ciudad amurallada; sin embargo, las hermanas del Convento del Sagrado Corazón deseaban permanecer en el corazón de su misión, de su vida, de su vocación, y escribieron a su superiora general, que estaba en Roma, la Madre María Marguerite du Sacré Coeur (Marguerite de Blarer, 1883-1977), nacida en Luxemburgo, solicitando su autorización para poder quedarse.

Ésta ordenó que las hermanas de menos de 40 años volvieran al Oeste, pero dijo que las mayores de 40 años se podían quedar en el Este. La Madre Eamonn tenía 41 años. Los soldados comunistas rodearon Pekín a finales del mes de Diciembre del año 1948, y el primer día del mes de Febrero del año 1949 entraron y “liberaron” la Capital del Norte de sus “opresores”.

Al principio las dejaron tranquilas, pero, a partir del mes de Junio del año 1949, las hermanas empezaron a recibir visitas oficiales. A cualquier hora del día o de la noche, las autoridades irrumpían en el convento y las interrogaban, a ellas las preguntas les resultaban estresantes, pues no eran conscientes de las trampas que les tendían, pero sí lo eran de que el advenedizo Gobierno del Pueblo, comunista y totalitario, llevaba a cabo ejecuciones masivas de sus enemigos ideológicos.

Un día, de forma inesperada, la Madre Eamonn recibió la vista de tres miembros de la policía secreta, quienes la acusaron de un doble crimen de espionaje contra el estado:

Que había reunido y difundido información perjudicial para la República Popular China; y

Que había estado en contacto con países extranjeros a través de canales secretos y no del censor oficial.

Las acusaciones giraban en torno a una de sus cartas, que un misionero había sacado de contrabando de China continental, y la había enviado por correo a su familia desde Hong Kong. En Irlanda, un periodista publicó parte de la carta en un periódico local, citando una broma que aparecía en la misma sobre la escasez de patatas en China. De alguna manera, los comunistas pusieron sus manos en el breve artículo del periódico.

Con un escalofrío de miedo, ella se dio cuenta de que no sólo el gobierno había leído cada una de las cartas que había enviado por correo a través de los canales apropiados de censura a sus familiares y amigos, sino que también había hecho copias de esas cartas para ponerlas en su fichero. Cuando las autoridades no pudieron encontrar en su expediente la carta en la que se mencionaban las patatas, llegaron a la conclusión de que había sido enviada en secreto y decidieron que había que tratar el caso.

Aunque severamente vigilada, le Madre Eamonn permaneció libre. Durante el período de transición del régimen, la dictadura de muerte y destrucción conspiró para romper todas sus relaciones con el Papa, el líder de la vida y la libertad. Los Rojos argumentaron que sólo querían librar a la Iglesia Católica en China del imperialismo político extranjero, encabezado por el Sumo Pontífice, despreciado como el perro que sirve a los imperialistas estadounidenses, ubicado en el Vaticano, vilipendiado como la sede de las invasiones culturales imperialistas.


Para eliminar a la Iglesia y conseguir el control sobre sus fieles, los comunistas establecieron el Movimiento de Tres Reformas, llamado así por su objetivo de autogobierno, auto propagación y autosuficiencia. Los católicos que se negaron a registrarse en el Movimiento recibieron el “sombrero” invisible de contrarrevolucionarios, una clasificación peligrosa en tiempos peligrosos.

El régimen no hizo ningún secreto de su guerra contra los contrarrevolucionarios. El día 24 de Julio del año 1950, el periódico People’s Daily publicó: “El Consejo de Estado y la Corte Suprema emiten instrucciones para suprimir las actividades contrarrevolucionarias”, al que acompañaba el escrito: “Castigo severo para los contrarrevolucionarios”, en el que se anunció una campaña nacional lanzada por Mao Tse-Tung (antigua forma de Zedong Mao, 1893-1976) para reprimir y aplastar a los contrarrevolucionarios, percibidos como criminales por el régimen revolucionario.

Siete meses después, el día 22 de Febrero del año 1951, apareció una publicación que daba seguimiento a la anterior. El “Reglamento de la República Popular China para castigar a los contrarrevolucionarios”, que concluía con la siguiente afirmación: “si un contrarrevolucionario no toma el camino de la rehabilitación, el único camino para él es la muerte”. Con la adhesión de los católicos a su religión occidental considerada contrarrevolucionaria, los fieles extranjeros y nativos sufrieron ataques y arrestos. Y como los nuevos gobernantes autoritarios habían prometido la libertad de religión, los católicos fueron acusados de crímenes contrarrevolucionarios genéricos contra el Estado revolucionario.


La Iglesia perseguida fue obligada a hacerse clandestina

Con el terror determinando las vidas de las masas bajo el nuevo régimen, el convento del Sagrado Corazón, una escuela cuyo único ingreso era las matrículas de los alumnos, perdió estudiantes. Muchas familias de estudiantes extranjeros huyeron del continente, y los padres de estudiantes chinos temieron enviar a sus hijos a la escuela.

No obstante, las clases continuaron, aunque la población estudiantil, antes de 1.000 alumnos, se redujo a 70 cuando la escuela volvió a abrir en el mes de Septiembre del año 1951. En el mes de Septiembre del año 1952, el número de estudiantes se redujo a 60. Pero a medida que pasaron los años, este número eventualmente aumentó a 150 alumnos, en su mayoría hijos de diplomáticos del bloque comunista, de países neutrales y del Tercer Mundo, atraídos por las clases de la escuela en inglés, la lingua franca.

Con menos interrogatorios y más espaciados entre sí, las hermanas vivían en una calma relativa detrás de los muros de su convento y sobrevivían gracias a la buena voluntad de los demás: donaciones de alimentos y dinero de familias diplomáticas y otras desconocidas. Y lo que recibían, lo compartían. A veces, hombres y mujeres, sacerdotes y monjas en la clandestinidad, llevando ropas muy pobres, llegaban como mendigos al umbral del convento. Las hermanas daban la bienvenida a estos solitarios perseguidos, que a menudo se quedaban unos días en ese pequeño rincón de libertad religiosa, entre mentes y almas similares a las suyas.

A lo largo de los años, las hermanas fueron presenciando las maquinaciones del régimen. El día 15 de Julio del año 1957, la Asociación Católica Patriótica China, la cismática iglesia católica nacional con sus propios estatutos separados del Vaticano, reemplazó al Movimiento de las Tres Reformas. Al año siguiente, la iglesia patriótica oficial comenzó a “consagrar” a sus propios “obispos” y posteriormente formó la ilegítima Conferencia de la Iglesia Católica de Obispos de China, con sus propias leyes.

En el mes de Mayo del año 1958, Mao lanzó el Gran Salto Adelante, que provocó la Gran Hambruna China, una catástrofe provocada por el hombre que se extendió sólo por unos pocos años, pero causó la muerte de millones de personas a causa de la inanición. Según se informa, la mayor hambruna del siglo XX y, quizás, de toda la historia humana desde que se tienen datos. Se estima que veintidós millones de personas murieron de hambre solamente en el año 1960, el mayor número de muertos por hambre en un año en cualquier país en la historia del mundo. En el año 1961, se cree que perecieron por hambre doce millones de personas.

El desastre tuvo consecuencias políticas. El día 27 de enero del año 1962, durante la Conferencia de los Siete Mil Cuadros, en Pekín, Shao-Chi Liu (antigua forma de Shaoqi Liu, 1898-1969) – Primer Vicepresidente del Partido Comunista de China y Presidente de la República Popular de China – criticó públicamente y culpó a Mao por la devastación causada por el hambre.

La acusación sembró una semilla de venganza en Mao, presidente del Partido Comunista de China y presidente de la Comisión Militar Central, que tardó años en desarrollarse hasta que llegó el momento de la cosecha mortal. En el mes de Mayo del año 1966, Mao lanzó a su perro de ataque Biao Lin (antigua forma de Piao Lin, 1907-71), segundo Viceprimer Primer Ministro de la República Popular China, sobre sus enemigos políticos.

Con el puño cerrado en alto en la reunión del Politburó, el Buró Político del Octavo Comité Central del Partido Comunista de China, Lin anunció que todo el que se opusiera a Mao debía ser “condenado a muerte... ¡El país entero debe pedir su sangre!”

Esa amenaza marcó el inicio de la Gran Revolución Cultural Proletaria (1966-1976).

En la edición del periódico China Daily, propiedad del estado y dirigido por el estado, del día 1 de Junio del año 1966, se dio la orden a las masas con este editorial: “Barred todos los monstruos y demonios”.

“Un levantamiento se está produciendo con la Gran Revolución Cultural Proletaria en la China socialista, cuya población representa una cuarta parte de la población total mundial. Durante los últimos meses, en respuesta al llamamiento militante del Comité Central del Partido Comunista de China y del Presidente Mao, cientos de millones de trabajadores, campesinos y soldados y un gran número de cuadros e intelectuales revolucionarios, todos armados con el pensamiento de Mao Tse-Tung, han estado barriendo a una horda de monstruos que estaban atrincherados en posiciones ideológicas y culturales. Con la tremenda e impetuosa fuerza de una furiosa tormenta, han destrozado las cadenas impuestas en sus mentes por las clases explotadoras durante tanto tiempo en el pasado, derrotando a los burgueses “especialistas”, “eruditos”, “autoridades” y “maestros venerables” y han convertido en polvo todo su prestigio...
La Revolución Cultural Proletaria tiene como objetivo no sólo demoler toda la ideología y cultura antiguas y todas las costumbres y hábitos antiguos, que, fomentados por las clases explotadoras, han envenenado las mentes de las personas durante miles de años, sino también crear y fomentar entre las masas una ideología y una cultura completamente nuevas, así como unas costumbres y unos hábitos también nuevos: los del proletariado. Esta gran tarea de transformar costumbres y hábitos no tiene precedentes en la historia de la humanidad. En cuanto a toda la herencia, las costumbres y los hábitos de las clases feudales y burguesas, la perspectiva del mundo proletario debe usarse para someterlos a una crítica radical. Se necesita tiempo para eliminar los malos hábitos de la vieja sociedad que existen en la gente. Sin embargo, nuestra experiencia desde la liberación demuestra que la transformación de costumbres y hábitos puede acelerarse si las masas se movilizan por completo, se aplica su fuerza y la transformación se convierte en un genuino movimiento de masas”.
La Gran Revolución Cultural Proletaria exigió la destrucción de la “vieja sociedad” con sus cuatro estándares de la antigua moralidad: cultura antigua, costumbres antiguas, hábitos viejos e ideología antigua. Los objetivos incluían a los capitalistas, los anti socialistas de derechas, los reaccionarios, los revisionistas y los maestros. Las escuelas fueron cerradas y permanecieron cerradas por años. También se cerraron templos e iglesias, que a menudo fueron utilizados para otros fines, como establos para caballos o almacenes de grano. La destrucción incluía arte y textos antiguos, tumbas, lápidas, cadáveres y cualquier cosa que se pareciera o promoviera la cultura occidental.

Mao recurrió a la juventud, jóvenes estudiantes fácilmente manipulados que buscaban un propósito en la vida, para llevar a cabo la devastación. Durante una reunión masiva de 800.000 hombres y mujeres marginados y con ansias de venganza en la Plaza de Tiananmen, el jueves día 18 del mes de Agosto, instó a sus devotos sin ley, que llegarían a ser conocidos como los Guardias Rojos, a librar al país de cualquier persona y cualquier cosa que estuviera en conflicto con él y su socialismo.


Malintencionados, ignorantes y arrogantes, los secuaces de Mao respondieron a la llamada de su mesías materialista. En una ola de venganza social, millones de adolescentes descontentos asaltaron China para atacar a los enemigos políticos de Mao, así como a los suyos propios. Intocables , no recibían reproche alguno porque los Guardias Rojos eran temidos por todos, incluso por los policías, que no se metieron con los estudiantes revolucionarios, de lo contrario, habrían sido acusados de oponerse a los dictados de Mao.

Dichos dictados para una nueva etapa en la Revolución Socialista se habían establecido en dieciséis puntos en la “Decisión del Comité Central del Partido Comunista de China sobre la Gran Revolución Cultural Proletaria” que tuvo lugar el día 8 de Agosto del año 1966: “En el curso del movimiento, con la excepción de los casos de contrarrevolucionarios activos donde hubiera pruebas claras de delitos como asesinatos, incendios, envenenamientos, sabotajes o robos de secretos de estado, no se debían tomar medidas contra estudiantes en universidades, colegios, escuelas intermedias y primarias por los problemas que surgen”.

En su toma de poder, Mao y su facción política pronto obtuvieron el control total cuando su archienemigo, Shao-Chi Liu, fue brutalmente criticado, purgado y desaparecido. Todos los que se interponían en el camino del presidente hacia la omnipotencia ideológica debían ser aplastados, destruidos, incluidas algunas viejas hermanas europeas.

El miércoles día 24 de Agosto del año 1966, seis días después del masivo mitin en la Plaza de Tiananmen, sonó el timbre del convento del Sagrado Corazón.

Al otro lado de la puerta había un grupo de Guardias Rojos, vistiendo gorras de campo de Mao y chaquetas de Mao con brazaletes rojos. Vociferaban que los emblemas religiosos que se exhibían en el exterior del convento eran ofensivos y ordenaron la eliminación de todo, especialmente la gran estatua del Sagrado Corazón sobre la entrada. Pesada e incrustada en el hormigón, la estatua era imposible de mover, explicaron las hermanas.

“Si no pueden hacerlo ustedes, lo haremos nosotros. Como mínimo, habrá que taparlo”, exigieron los Guardias Rojos y se fueron. Después de la cena en el refectorio, las Hermanas se reunieron en la capilla para rezar el rosario y recitar invocaciones al Sagrado Corazón, a Nuestra Señora y a la Madre Marie Hermine de Jesús, una de las Siete Mártires de Shanhsi.

En algún momento después de las 8 de la noche, el timbre volvió a sonar. Voces y gritos se oían al otro lado de la puerta. Cuando la Madre María Olga Sofía dio un paso para responder a la campana, la Madre María de la Cruz gritó a la comunidad de veinticuatro, de las cuales ocho eran extranjeras: “¡Vamos cada una a nuestra celda!”

Madre Maria Luigia Antonietta (Rosa Millefanti, 1900-91), nacida en Busto Arsizio, Italia;

Madre Maria Olga Sofía (Olga Fedorowicz, 1908-2000), superiora del convento, nacida en Wyszatyce, Polonia;

Madre Marie Joel (Irinie Zarotiadou, 1926-2016), nacida en Irkoutsk, Siberia, Rusia;

Madre Marie de Saint Notker (Stephanie Ida Muggler, 1893-1980), nacida en Saint Gall, Suiza;

Madre Marie de Saint Sigisbert (Thérèse Gressiens, 1907-2004), nacida en Reims, Francia;

Madre Mary of the Cross (Winifrid Duff, 1890-1975), superiora provincial, nacida en Quebec, Canada; y

Madre Mary de Saint Thomas à Becket (Catherine Rogan, 1901-83), nacida en Tolgross, Escocia.

La mayoría de las hermanas estaba entre los sesenta y los setenta años, mientras que la Madre Eamonn tenía 59. Cuando se encontraban refugiadas en sus habitaciones por seguridad, una gran multitud de Guardias Rojos irrumpió apartando a la Madre María Olga Sofía, blandiendo cuchillos, hachas, martillos y látigos.

En el pasado, los comunistas nunca habían entrado en la celda de una hermana, lo cual estaba absolutamente prohibido, pero esa noche fue diferente. Hombres y mujeres jóvenes ocuparon el convento, gritando, maldiciendo, entrando en las habitaciones que tenían las puertas abiertas y derribando las puertas de las habitaciones que estaban cerradas, y destruyendo todo lo que se encontraba en su camino.

Arrastrando a las hermanas de sus celdas al oratorio en el primer piso, los Guardias Rojos les dieron patadas y golpes y las obligaron a sentarse en el suelo. Allí éstas vieron cómo llevaban objetos religiosos hasta donde ellas estaban, donde los aplastaban, los pintaban con pintura roja y los arrojaban a las faldas de las hermanas.

A la Madre María de la Cruz la mandaron permanecer en su habitación, hasta donde los vándalos arrastraron una gran estatua de la Santísima Virgen María. “¡Mira a tu madre!” le gritaron los Guardias Rojos, mientras rompían violentamente la estatua en pedazos y los esparcían por el suelo.

Las palizas, la destrucción, los gritos, las amenazas continuaron durante toda la noche, hasta las 6 de la mañana siguiente, jueves. A medida que salía el sol, a las hermanas, a quienes se les prohibía comunicarse entre ellas, se les permitió comer un desayuno sencillo, mientras las vigilaban, y luego se les ordenó ir a dormir a su dormitorio, con uno o dos Guardias Rojos vigilando cada cama ocupada.

Al día siguiente, viernes día 26 de Agosto, todas las religiosas, extranjeras y nativas, fueron obligadas a salir del convento, las hicieron permanecer en los escalones de la entrada, rodeadas por una multitud furiosa y allí mismo se organizó un tribunal popular, presidido por los Guardias Rojos que actuaron como jueces. Los velos negros fueron arrancados violentamente de las cabezas de las hermanas, que fueron obligadas a inclinarse profundamente hasta la cintura, mientras se transmitían por altavoces acusaciones y amenazas.


Durante la lectura del escrito de acusación, las hermanas se vieron forzadas a postrarse, y a permanecer arrodilladas con sus frentes en el suelo, mientras escuchaban sus llamados crímenes:

Que se confabularon en secreto con varios contrarrevolucionarios en las iglesias católicas;

Que realizaron espionaje informativo sobre China;

Que imprimieron documentos reaccionarios;

Que inventaron y difundieron rumores;

Que instigaron a los contrarrevolucionarios a participar en complots para crear disturbios; y

Que cometieron actos de sabotaje que fueron gravemente perjudiciales para la soberanía de China.


De vuelta al interior del convento, las hermanas fueron interrogadas por separado y luego sometidas a un juicio privado, durante el cual a cada una se le lanzaron gritos durante horas, y que acabó con la orden de que escribieran una confesión completa de sus delitos y una historia de toda su vida.

El sábado, los Guardias Rojos continuaron atormentando a las hermanas, apuntando con sus pistolas a los rostros de éstas y apretando los gatillos con las recámaras sin balas.

- “¡Eres una perra!”, les gritaban. - “¿Amas al presidente Mao?”, preguntó uno de los Guardias Rojos a la Madre María Olga Sofía.

- “Soy cristiana y amo al presidente Mao. Amo mucho a los chinos. De hecho, yo también te amo”.

- “¡No te amamos! ¡Te odiamos!, le gritó él.

Debido al gran peso de la Madre Eamonn, cerca de las 200 libras (91 kgrs), ésta se convirtió en un blanco favorito de los Guardias Rojos, quienes se dirigían a ella como Cerda Gorda y escribieron Cerda Gorda en caracteres chinos en la pared de su celda, en su hábito y en su tocado. Durante horas, gritaron y cantaron: - “¡Cerda gorda! ¡Cerda gorda!”

- “¡Eres demasiado gorda!”, le gritó uno de los guardias rojos. - “Eso es verdad”, respondió ella.

El domingo día 28 de Agosto, las hermanas extranjeras recibieron la orden de empacar sus pertenencias. Una vez más, los Guardias Rojos apuntaron a la Madre Eamonn, obligándola a subir y bajar las escaleras, con su equipaje en las manos. - “¡Date prisa! ¡Date prisa!”, le gritaban y la golpeaban con bastones de bambú.

Después de las 6 de la tarde, se ordenó a las hermanas extranjeras que abandonaran el convento y se pusieran de pie, de nuevo, en los escalones de la entrada, donde recibieron sus condenas: expulsión, que se llevaría a cabo de inmediato.

Vestidas con mantos grises sobre sus hábitos blancos, con solemnes velos negros que cubrían sus cabezas, el pequeño grupo de religiosas del odiado Oeste estaba rodeado por una multitud excitada que se negaba a abrirles paso, y golpeaba a sus pasivas víctimas mientras bajaban los escalones hacia los jeeps.



En la estación no hubo ninguna manifestación, y subieron al tren en silencio. Durante más de 40 horas, el tren hizo el recorrido de 1,500 millas desde Pekín a Cantón, y en él fueron acompañadas por un gran grupo de Guardias Rojos, que constantemente acosaban a las hermanas, las insultaban y les prohibían hablar entre ellas.

Las plataformas de las estaciones en cada parada estaban llenas de una multitud interminable de Guardias Rojos que se apretaban contra las ventanas, gritaban consignas antiimperialistas y hacían gestos amenazadores con los puños cerrados. A las dos de la tarde, el martes día 30 de Agosto, el tren llegó a Cantón. Las hermanas fueron escoltadas a un hotel, donde pasaron la noche, y donde la madre Eamonn comenzó a tener mucha fiebre.

A la mañana siguiente, pusieron a las mujeres en el tren para el último tramo de 3 horas del viaje hasta Hong Kong. Gravemente enferma, la Madre Eamonn se puso pálida y luego perdió todo el color. Una de las hermanas, que llevaba un botiquín de emergencia, colocó un termómetro debajo de la lengua de la enferma, cuya temperatura había aumentado hasta los 105 grados (40,6 º). Después del mediodía, cuando el tren entró en la estación Lo Wu, el miércoles día 31 de Agosto del año 1966, la Madre Eamonn se había debilitado, pero todavía estaba consciente.

Tan pronto como ella y las otras hermanas desembarcaron, fueron abordadas por más Guardias Rojos, que gritaban consignas de odio y levantaban los puños haciendo el saludo socialista. Algunos con escobas hicieron gestos amenazadores para golpear a las mujeres.

Aunque sostenida por dos hermanas, la madre Eamonn se derrumbó en el suelo. Los Guardias Rojos prohibieron que alguien la ayudara mientras continuaban los gritos y amenazas. Finalmente, unos soldados la alzaron y la arrojaron sobre un viejo y destartalado carro de equipaje.


Entre las demás hermanas la empujaron a través del puente Lo Wu hacia la libertad, donde fueron recibidas por el oficial de policía de Hong Kong, Matthew O’Sullivan. Un nativo irlandés del Condado de Cork, el condado natal de la Madre Eamonn, quien ayudó a subirla a una ambulancia que la llevó rápidamente al Hospital de Santa Teresa, 327 Prince Edward Road, en Kowloon, fundado en 1940 por las Hermanas de San Pablo de Chartres.

Cuando su temperatura continuó subiendo durante la noche, llamaron al capellán; aunque aún podía confesarse, estaba demasiado débil para comulgar, y el capellán le administró los últimos ritos, el sacramento de la Extremaunción.

A las 6:45 de la mañana del jueves día 1 de septiembre del año 1966, la Madre Eamonn dio su último suspiro, en paz, en libertad.


Cuando sus restos mortales regresaron a Irlanda, fueron colocados en un sitio de honor entre las muertas de su comunidad religiosa. El pequeño cementerio está a poca distancia del ahora abandonado convento de Lough Glynn, donde había iniciado su viaje espiritual bastantes años antes con su canción favorita, “Ach, I Dunno”.

por Teresa Marie Moreau


Traducido por AMGH


The Remnant

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