Monseñor Aguer señaló que “nosotros tenemos que dar testimonio de Jesús, de su realeza, nosotros tenemos que evangelizar pero siempre con esa mansedumbre que es propia de Cristo. El Reino de Cristo no se impone con la violencia”.
“El tiempo corre vertiginosamente. ¿Se dieron cuenta que estamos otra vez en Semana Santa? Mañana es Domingo de Ramos y con esa celebración se inicia ese conjunto de liturgias que constituye el centro de la fe cristiana ejercitada como culto de Dios”.
“Vamos a decir algo acerca de la historia del Domingo de Ramos. Toda la vida de Jesús, como la cuentan los Evangelios, ha sido una especie de subida hacia Jerusalén. Sobre todo es el Evangelio de San Lucas el que remarca eso. Su vida en el sentido real trascurre en Galilea y el Mar de Tiberíades, que está a unos 200 metros bajo el nivel del mar, y en cambio Jerusalén está como a 760 metros arriba del nivel del mar. Jesús ha ido subiendo. Pero esa subida era también una subida hacia el Padre, una subida hacia la nueva situación pascual. Hay numerosas profesáis del Antiguo Testamento que se refieren a la realeza de Jesús y que el pueblo interpreta referidas a la realeza de Jesús. También los Apóstoles por eso cuando Jesús está cerca de Jerusalén aparece todo eso de que manda a buscar un burrito y se sienta sobre él. David cuando quiso consagrar a Salomón como sucesor suyo hizo eso de mandarlo a sentar en su burra real y hacer que el pueblo lo aclamara como rey. Jesús entra a Jerusalén y es aclamado como rey”.
“Vean esa palabra que nosotros repetimos en la misa “hosanna, hosanna en la alturas”. Hosanna significa, en hebreo, “ven, ayúdanos” pero ahí se convierte en un grito de alegría. Si uno lee los relatos de los Evangelios de la entrada en Jerusalén fue eso, fue una algarada extraordinaria. El pueblo de Israel reconoce en Jesús al Mesías prometido, al descendiente de David que debe reinar en Jerusalén”.
“Jesús no aparece como uno de los reyes de ahora ni de antes también sino como un rey manso, sentado en ese burrito, casi calladamente, sin decir nada, y deja hacer pero reconoce que Él es Rey y marcha hacia ese lugar donde va a reinar, va a instaurarse su reino de una manera paradojal porque esa gente que lo aclama con esas expresiones de “Hosanna al Hijo de David”, “Hosanna en las alturas”, muchísimos de esos estuvieron unos días después, el Viernes Santo, gritando para que sea crucificado. En realidad estaban diciendo que la verdadera subida de Jesús era la subida a la Cruz y más allá de la Cruz la subida a la Resurrección, a la diestra del Padre desde donde va a venir como juez y entonces sí va a venir a instaurar su reino”.
“Me parece a mí que este carácter del Reino de Jesús, esta mansedumbre del Reino de Jesús, es una lección para nosotros. Si uno mira la sociedad en la que vivimos, no sólo en la Argentina sino en el mundo entero: ¿Podemos decir que Jesús reina en los corazones, que reina en las familias, que en la sociedad se hace caso de Él, que se sigue la Ley de Dios? Yo diría que más bien todo lo contrario”.
“¿Qué hacemos nosotros? Nosotros tenemos que dar testimonio de Jesús, de su realeza, nosotros tenemos que evangelizar como los últimos Papas lo han dicho claramente pero siempre con esa mansedumbre que es propia de Cristo. El Reino de Cristo no se impone con la violencia y el Papa Benedicto XVI lo dijo maravillosamente, en su discurso en la Universidad de Ratisbona, el 12 de septiembre del 2006, al sostener que no se impone por la violencia el Reino de Cristo sino que se impone por el testimonio de nuestra fe y de nuestro amor. Ahora sí, si nos callamos la boca y nos dejamos tragar por el mundo, si vivimos como todo el mundo, entonces no pasa nada”.
“Esa entrada triunfal de Jesús en Jerusalén se repite en la Iglesia, en los miembros de la Iglesia, que mansamente van acompañando al Señor y van haciéndolo conocer y van diciendo sin miedo alguno: “Sí, Él es el Rey de Cielos y Tierra”. Es como dijo Jesús en el Evangelio de Juan cuando le pregunta Pilato asombrado: “¿Pero cómo, entonces, Tú eres Rey? Y Jesús le responde: “Sí, yo soy Rey, para esto he nacido, para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad”.
“En este comienzo de la Semana Santa démonos cuenta que es algo que nos interpela personalmente: dar testimonio de la verdad de que Jesús es el Rey de Cielos y Tierra y de que Él debe reinar, es necesario que Él reine –dice San Pablo- hasta que todas las cosas sean puestas debajo de sus pies. Un día ocurrirá y es bueno que se vayan preparando los que ahora creen ser los dominadores del mundo, en el orden global, en el orden nacional, porque algún día eso se acabará y algún día todos reconocerán que Jesús es el Rey y querrán hacerse miembros de ese Reino. Ojalá puedan”.
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