En la ciudad de Siroki-Brijeg de Bosnia y Herzagovina, no hay ni un solo divorcio o familia rota que haya sido registrada en la memoria viva de entre sus más de 26.000 habitantes *. Entonces, viendo esto nos preguntamos ¿cuál es el secreto de su éxito?
La respuesta es la hermosa tradición que tiene la ciudad croata de Siroki-Brijeg para el matrimonio. De hecho, esta tradición matrimonial croata está empezando a tomar fuerza en el resto de Europa y América entre los devotos católicos que han visto las bendiciones que concede.
Durante siglos la gente en Siroki-Brijeg ha sufrido cruelmente ya que su fe cristiana siempre fue amenazada por los musulmanes turcos, primero, y luego por los comunistas. Siempre han sabido por experiencia, que la fuente de la salvación viene a través de la Cruz de Cristo. No viene de la ayuda humanitaria, ni de los tratados de paz o de los planes de desarme, incluso si estas cosas pueden traer algunos beneficios muy limitados.
Estas personas poseen una sabiduría que no permite que sean engañados sobre cuestiones de la vida y la muerte. Por eso han vinculado indisolublemente el matrimonio con la Cruz de Cristo. Han fundamentado en el matrimonio la Cruz que los hace ir adelante en la vida con divinidad y luz.
Cuando los novios van a la iglesia para casarse llevan un crucifijo con ellos. El sacerdote bendice el crucifijo y les dice que ellos han encontrado el socio ideal con quien compartir su vida, exclamando:
Al intercambiar los votos matrimoniales, la novia pone su mano derecha en el crucifijo y el novio pone su mano derecha sobre la de ella. Ambas manos están unidas entre sí y unidas a la Cruz. El sacerdote cubre las manos con su estola mientras pronuncian su promesa de amarse unos a otros en las buenas y en las malas, proclamando sus votos de fidelidad según los ritos de la Iglesia.
Entonces, los dos besan la cruz. Si uno abandona al otro, abandona a Cristo en la Cruz. Pierde a Jesús. Después de la boda, los recién casados cruzan el umbral de su casa para entronizar el mismo crucifijo en un lugar de honor. Se convierte en el punto de referencia de sus vidas y el lugar de la oración en familia, porque la joven pareja cree profundamente que la familia nace de la Cruz.
En tiempos de dificultades e incomprensiones, como en todas las relaciones humanas, en algún momento de sus vidas, sin acudir de inmediato con un astrólogo, o con un abogado o un psicólogo, prefieren tomar la Cruz, se arrodillan, lloran lágrimas de arrepentimiento y abren sus corazones pidiendo fuerzas para perdonar al otro, e implorando la ayuda del Señor. Esas prácticas las han aprendido desde los primeros momentos de su infancia.
Aquí a los niños se les enseña a besar reverentemente el Crucifijo diariamente y dar gracias al Señor por el día al ir a la cama. Estos niños se van a dormir sabiendo que Jesús les estará sosteniendo en sus brazos y por lo tanto no hay nada que temer. Sus miedos y diferencias, normales, a veces entre hermanos, se desvanecen en el beso a Jesús en la Cruz. Sueñan con algún día tener, al casarse, entronizado un crucifijo en sus propias casas.
La familia está indisolublemente unida a la cruz de Cristo. ¿Se trata simplemente de una visión mórbida de la vida conyugal y familiar? ¿O es una pieza de sabiduría que pocos en el mundo moderno podrán entender?
El Catecismo enseña que “el amor debe ser permanente o no es amor verdadero. No es un sentimiento que va y viene, pero tenemos el poder de dar lo que debería estar allí, incluso cuando el sentimiento se extingue”.
En el matrimonio no podemos confiar en nuestra propia fuerza, al fin y al cabo humana, y si pensamos que podremos, vamos a fracasar. La tentación acecha a cada matrimonio, de un modo u otro. En el primer día de la boda es difícil imaginar que habrá un momento en que todo no sea perfecto. Lo que no saben los corazones es que se han embarcado en un camino que recorrerá las cimas más altas y los valles más bajos. Es durante esos momentos vividos profundamente en el valle que se hacen esfuerzos heroicos para mantener el rumbo. A veces incluso es necesario que uno de los cónyuges tenga la disciplina mental para tirar del otro cónyuge encarrilándolo de nuevo en el matrimonio. Los que habrán experimentando esto saben que pueden tener en la gracia el poder de bien llevar esto a través de la tormenta o el silencio. Puede haber días en que todo parezca perdido. Luego en un momento de verdadera gracia se puede traer un diluvio de amor renovado devolviendo la vitalidad a la relación y renovando el vínculo sacramental. Es durante estos tiempos de dificultad intensa que los cónyuges pueden experimentar lo que se entiende realmente por esas palabras aparentemente proféticas que ahora se añaden durante algunas ceremonias de matrimonio: “Puede besar a la Cruz”.
* En el año 2009 la población del municipio de Široki Brijeg era de 26 263 habitantes (y casi el 100% de católicos!)
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