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| El Joven sacerdote Marcel Lefebvre |
Marcel Lefebvre nació en Tourcoing el 29 de noviembre de 1905, fue el tercero de ocho hijos en la familia, cinco de los cuales se consagrarían a Dios: René y Marcel, como sacerdotes y misioneros; Jeanne, como religiosa de María Reparadora; Bernadette, como religiosa del Espíritu Santo; y Christiane, como carmelita. El padre de esta familia numerosa era un industrial del Norte de Francia, muerto en un campo de concentración nazi en 1944. La madre, proveniente también de los círculos de patrones del Norte, era terciaria franciscana, enfermera de la Cruz Roja, y sabía unir las obras a la vida interior, ofreciendo a Dios tanto sus penas como sus alegrías.
Joven apóstol
Marcel sentía en su adolescencia, la necesidad de darse. Recorrió en bicicleta las calles de Tourcoing para visitar a los pobres. Pintó enteramente la vivienda de un relojero paralizado y caído en la miseria, le buscó clientes, y transformó así su vida. Su corazón ardía en deseos de salvar almas. Después de madura reflexión, decidió hacerse sacerdote.
Seminarista romano
Habiendo ingresado en el Seminario francés de Roma (1923-1930), en la vía Santa Chiara, se convirtió en el fervoroso discípulo del padre Le Floch, quien, en sus conferencias espirituales, reveló a sus alumnos el papel providencial de los papas en el transcurso de la historia de la Iglesia, particularmente la lucha constante de los últimos pontífices romanos contra los errores de su tiempo: el liberalismo, el socialismo y el modernismo. Pero lo que cautivó especialmente su atención fue la encíclica inaugural del papa Pío X, E supremi apostolatus (1903), y su lema, «Restaurarlo todo en Cristo», que Marcel convirtió en el programa de su vida sacerdotal.
El joven seminarista Lefebvre se entusiasmó por el reinado social y político de Cristo Rey tal como lo propuso el Papa Pío XI en su encíclica Quas primas (1925). En la Universidad Gregoriana logró acceder a los grados de doctor en filosofía y en teología, manifestando así un conocimiento profundo en todas las materias de la ciencia de Dios y de las almas.
Vicario de un suburbio obrero
Ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1929 en su diócesis de origen, fue nombrado vicario en un suburbio obrero cerca de Lille (1930-1931). Con motivo de la fiesta de Corpus Christi, convenció a su cura párroco, el padre Delahaye, para organizar una procesión pública del Santísimo Sacramento por las calles de la ciudad de Lomme, a pesar de las amenazas de los comunistas. Dichoso de ejercer su sacerdocio con la gente simple, se sintió, sin embargo, atraído por el ideal misionero y el estado religioso. Por esta razón ingresó en el noviciado de los Padres del Espíritu Santo en 1932.
Novicio espiritano
Allí aprendió, con profunda alegría, los principios de la vida espiritual, que lamentaba no haber recibido de modo lo bastante didáctico en Roma. Se sintió cautivado por el amor de Dios hacia los hombres, manifestado por la Encarnación y la Pasión dolorosa del Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucristo. Meditó y asimiló esta frase de San Juan, de la que más tarde sacó su lema episcopal: «Dios es caridad. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él… Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en Él» (1 Jn 4, 9-16). «Dios es caridad». Ahora bien, lo propio de la caridad, lo propio del amor, es darse. Por eso mismo, el espiritano Marcel Lefebvre, al igual que el adolescente de otro tiempo, se daría a las almas para atraerlas a Jesucristo, a Dios.
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