Por Anthony Esolen
¿Recuerdas aquella época en la que ni un liberal de cada mil consideraba una buena idea tener "drag queens" para niños en una biblioteca pública?
Lo que vivimos ahora, ¿no lo están aprendiendo los niños y adolescentes en sus libros de texto escolares?
¿Recuerdas una época en que ni un liberal entre mil liberales hubiera pensado que un hombre que decía ser una mujer o una mujer que decía ser un hombre, estaba en contacto con la realidad y no era presa de una fantasía destructiva o un engaño?
¿Recuerdas una época en que los liberales, precisamente porque eran liberales, mantenían a hombres y mujeres con altos estándares de decencia sexual y (erróneamente) creían que eran capaces de mantener esos estándares sin las atenciones de la Iglesia?
¿Recuerdas esas épocas en que a nadie se le hubiera ocurrido pensar que su sacerdote era un hombre ordinario, un hombre real? Por el contrario, se pensaba que era un hombre especial siguiendo el llamado del Señor, un hombre con una mirada diferente liderando un grupo de niños, un pilar de su comunidad.
¿Recuerdas esas épocas en que un sacerdote podía marchar junto a mineros y trabajadores y lucir como uno de ellos, no como una periodista sin aliento en el vestuario de un equipo de fútbol? ¿Recuerdas cuando nadie, absolutamente nadie, hubiera considerado que una reportera debería estar en ese vestuario?
¿Recuerdas esas épocas en que el divorcio era un escándalo? Yo lo recuerdo. ¿Recuerdas una época en que los moteles eran familiares y no permitían que una persona soltera reservaran una habitación para dos? ¿Te acuerdas de esa época en la que chicos y chicas realmente salían juntos, y cuando era normal que hubiera un largo trecho para llegar a la cama como una pareja casada? No les habían ametrallado y quemado el cerebro y lo normal eran las costumbres sanas. Esto era antes de que se extendiera un Hiroshima y un Nagasaki cultural.
Y ahora quiero comentar sobre el Cardenal McCarrick, acosador sexual en un seminario diocesano.
El cardenal, al elegir sus palabras con precisión, dice que no tiene ningún recuerdo de haber participado alguna vez en el abuso sexual del otrora joven que ahora lo está acusando.
Sobre esa acusación no tengo una opinión confiable, ni necesito tenerla. Porque cuando tienes un gorila en la sala, golpeará los muebles, masticará la tapicería y defecará por doquier. A simple vista no preguntarás si también fue el gorila quien rompió la lámpara.
El cardenal ha negado cautelosamente su pecado, sin molestarse en dirigirse a los que lo acusan. Durante todos estos años, de acuerdo con los testigos que hablaron por última vez, se ha dedicado a la lavanda (*), comprometiendo a los jóvenes a su cargo, incluidos aquellos a los que se aseguró de que vean sus fechorías aunque no participaran en ellas y ejerciendo toda la sutil presión del poder y prestigio para evitar que los que se opusieron -que no disfrutaron de búnker con el tío Ted- se den a conocer.
Sobre esa acusación no tengo una opinión confiable, ni necesito tenerla. Porque cuando tienes un gorila en la sala, golpeará los muebles, masticará la tapicería y defecará por doquier. A simple vista no preguntarás si también fue el gorila quien rompió la lámpara.
El cardenal ha negado cautelosamente su pecado, sin molestarse en dirigirse a los que lo acusan. Durante todos estos años, de acuerdo con los testigos que hablaron por última vez, se ha dedicado a la lavanda (*), comprometiendo a los jóvenes a su cargo, incluidos aquellos a los que se aseguró de que vean sus fechorías aunque no participaran en ellas y ejerciendo toda la sutil presión del poder y prestigio para evitar que los que se opusieron -que no disfrutaron de búnker con el tío Ted- se den a conocer.
Él no ha dicho deliberadamente: "Nunca he tenido relaciones sexuales con un seminarista o un sacerdote". Esos hechos fueron una perversión de esa hermandad protectora masculina, cuya manifestación más noble y más pura es el grupo apostólico.
A diferencia de esos hermanos, los apóstoles, que salieron al mundo para entregar sus vidas por Cristo y la Iglesia, estas bandas de nuestros días han usado a la Iglesia como una tapadera y un medio de adquisición. Han vuelto a la Iglesia hacia ellos mismos y sus deseos y acciones esencialmente narcisistas e infantiles.
No deberíamos sorprendernos entonces de que la Iglesia, en sus manos, se haya convertido en anticatólica y antievangelista.
La misa misma se vuelve suave y afeminada, ni masculina ni femenina. A menudo he notado que cada himno en el vasto repertorio de himnodia cristiana que tiene algo que ver con la lucha por Cristo, himnos que se remontan hasta Prudencio y Venancio Fortunato, han sido desterrados de los himnarios, excepto el Día de Todos los Santos .
Esa única excepción la podemos atribuir a la necesidad de tener algo para el Día de Todos los Santos, y aun así, en muchos himnarios que he visto, las letras se vuelven blanditas, o las estrofas con más fuerza en ellas simplemente son descartadas. Estos líderes simplemente no están interesados en evangelizar el mundo.
Los verdaderos hombres de Dios se paran hombro con hombro, miran en la misma dirección, hacia el mundo que deben evangelizar. Esa ha sido la orientación, la dirección a tomar por cada verdadero líder de hombres que la Iglesia ha conocido, desde San Pedro y San Pablo hasta Benedicto, desde San Francisco y Santo Domingo hasta San Ignacio de Loyola, desde San Juan Bosco hasta José María Escrivá.
Tenemos la propia elección de seguir ordenando hombres para formar ese grupo de hermanos. Hombres, no solo hombres anatómicos.
(*) mafia lavanda: La prensa especializada habla de un “sistema de chantajes internos basados en debilidades sexuales”, de orgías donde participan altos prelados, de “conductas inapropiadas”. La llaman “mafia lavanda”.
Ilustración superior: Charles Edouard Frère - Helping Hands, 1880
Edición Cris Yozia
The Catholic Thing
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