Un grupo de artistas, amparándose en la “libertad de expresión", se burlaron de realidades sagradas para todos los que creemos en la existencia de un Creador Omnipotente, y especialmente de quienes amamos a Cristo y a María.
Combinando de modo increíblemente burdo lo obsceno y procaz con lo ideológico, construyeron un cuadro que quedará en la historia argentina por muchos años como símbolo de lo que no debemos ni -en el fondo- queremos ser.
El arte, cuyo nombre asociamos espontáneamente con la belleza, mutó en fealdad intencionada, en atropello del otro, en provocación.
Repudio absolutamente esa tal “libertad” que es invocada como escudo para destruir y ofender. Repudio la blasfemia, la profanación del nombre del Tres veces santo, de su Madre Santísima, de la imagen del Vicario de Cristo en la Tierra, del sentido sagrado del Cuerpo humano y su finalidad.
No obstante, porque Dios saca siempre bienes de los males, y porque nosotros debemos aprender a sacarlos también, no puedo dejar de apuntar dos realidades.
En primer lugar, este tipo de ataques violentos, frontales y explícitos nos ayudan a tomar conciencia de dónde estamos parados, de lo que la Iglesia católica, como fuerza moral, sigue significando, a pesar de nuestras incontables fragilidades. No por nada Gramsci, uno de los ideólogos del marxismo cultural, afirmaba con tanta claridad que era necesario debilitar a la Iglesia para poder avanzar con la revolución. Lo mismo, de otro modo, nos enseñó el luego gigante Nathanson. Aunque suene raro y nos duela, estas blasfemias y agravios son un buen signo de que, como Iglesia, al menos en parte, somos luz que molesta y enfurece a las tinieblas…
En segundo lugar, es importante que no nos confundamos. Los más peligrosos enemigos de la patria no andan desnudos, ni siquiera andan con pañuelos verdes. No.
LOS MÁS PELIGROSOS ENEMIGOS DE LA PATRIA ANDAN DE SACO Y CORBATA, UTILIZAN UN LENGUAJE TAN AMABLE COMO SIBILINO Y AMBIGUO, DAN PALMADITAS EN LA ESPALDA Y HASTA SONRÍEN, MIENTRAS, SIGILOSAMENTE, TRAICIONAN Y CLAVAN PUÑALES POR LA ESPALDA.
¿Lo entendemos?
A éstos últimos debemos desenmascararlos, denunciarlos, dejarlos en evidencia. Su pecado y su traición es tanto más grave cuanto menos estruendoso.
Sencillos como palomas… y astutos como serpientes.
Leandro Bonnin (InfoCatolica)
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