El "ministro" de Comunicación del Vaticano, monseñor Dario Viganó, encargado de una amplia reforma de los medios de la Santa Sede, renunció este miércoles tras ser acusado por la prensa de manipular una carta de Benedicto XVI sobre el papa Francisco.
Las verdaderas razones de la renuncia de Viganó siguen siendo poco claras, ya que en el Vaticano la incompetencia nunca ha sido una razón para despedir a las personas que son serviles con sus superiores.
Según la nota del portavoz del Vaticano, hasta el nombramiento del nuevo prefecto se encargará el secretario de este organismo, el argentino Lucio Adrián Ruiz.
Ante la importancia de esta noticia, el Vaticano publicó la carta de Francisco en la que acepta, aunque "con pesar", la dimisión de Viganó.
En ella, el Pontífice argentino le pide que se quede como asesor de este dicasterio de la Comunicación "para dar su contribución humana y profesional al nuevo prefecto".
Agradece el "gran empeño en estos años" y "su disponibilidad" y "el haber hecho evidente que la reforma de la Iglesia no es un problema de organigrama sino más bien la adquisición de un espíritu de servicio".
En la carta de Viganó al Papa, también publicada, el monseñor admite que "en estos últimos días se han producido muchas polémicas sobre su labor" y "más allá de las intenciones, desestabiliza el complejo y gran trabajo de reforma" que estaba realizando desde junio del 2014.
Añade en la carta que ante la posibilidad de que esto pueda "retrasar o dañar, o incluso bloquear esta reforma y por el amor a la Iglesia y al papa, pide poder echarse a un lado y se ofrece a colaborar".
La dimisión llega después de la polémica causada en los últimos días por la publicación solo parcial de una carta del papa emérito, Benedicto XVI, en que elogiaba la formación teológica de Francisco.
El Vaticano había comunicado el 12 de marzo, en vísperas del quinto aniversario del pontificado de Francisco, la existencia de una carta del Papa emérito con ocasión de la publicación de unas obras sobre la teología del Papa argentino.
La secretaría de Comunicación solo hizo públicos algunos párrafos, acompañados de una fotografía que mostraba la primera página de la epístola -con la última parte desenfocada-, mientras que la segunda página estaba oculta por unos libros.
Viganò no actuó por su cuenta, esto está claro, pero el escándalo, que se suma al continuo enfrentamiento doctrinal entre teólogos y jerarcas de ambos bandos, precisaba de una dimisión y de un chivo expiatorio. Los conspiradores siguen en sus puestos, listos para otro asalto cuando sea necesario; sólo que la próxima vez serán más prudentes y quizá no nos tomen por idiotas.
RLVL/en.news/ElComercio.pe
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