Por Luis Fernando Pérez Bustamante
En mi post de ayer manifesté mi inquietud por unas frases del punto 149 de la exhortación apostólica Amoris Laetitia (AL). Vuelvo a copiar dicho punto señalando de nuevo en negrita la parte que me produjo cierta preocupación:
149. Algunas corrientes espirituales insisten en eliminar el deseo para liberarse del dolor. Pero nosotros creemos que Dios ama el gozo del ser humano, que él creó todo «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17). Dejemos brotar la alegría ante su ternura cuando nos propone: «Hijo, trátate bien […] No te prives de pasar un día feliz» (Si 14,11.14). Un matrimonio también responde a la voluntad de Dios siguiendo esta invitación bíblica: «Alégrate en el día feliz» (Qo 7,14). La cuestión es tener la libertad para aceptar que el placer encuentre otras formas de expresión en los distintos momentos de la vida, de acuerdo con las necesidades del amor mutuo. En ese sentido, se puede acoger la propuesta de algunos maestros orientales que insisten en ampliar la consciencia, para no quedar presos en una experiencia muy limitada que nos cierre las perspectivas. Esa ampliación de la consciencia no es la negación o destrucción del deseo sino su dilatación y su perfeccionamiento.Como bien es sabido, a veces los documentos papales, sin dejar de ser en su redacción final textos asumidos por los pontífices, han pasado por diversas manos. En la Biblioteca Digital de la Universidad Católica de Argentina nos encontramos con el siguiente texto de Mons. Víctor Manuel Fernández, arzobispo y rector de la UCA. Negritas mías:
Algunas corrientes espirituales orientales insisten en eliminar el deseo para liberarse del dolor. Pero en realidad un ideal más grande que ese sería poder orientar el deseo de acuerdo a lo que estemos viviendo. En algunos momentos de la vida los deseos pueden hacernos muy bien y ayudarnos a hacer grandes cosas para los demás. Pueden ser parte de la riqueza del amor, y entonces no son causa de sufrimiento. La cuestión es tener la libertad suficiente para aceptar que un placer se acabe y para no volverse esclavo de un deseo. En ese sentido, se puede acoger la propuesta de algunos maestros orientales que insisten en la necesidad de ampliar la consciencia, para no quedar presos en una experiencia muy limitada que nos cierre las perspectivas. Pero yo prefiero decir que esa ampliación de la consciencia no es la negación o destrucción de los deseos sino, precisamente, una dilatación del deseo. Una actividad evangelizadora entusiasta y llena de sentido cumple maravillosamente esta función, como lo vemos en muchos santos.Bien, una vez identificado el autor, siquiera primario, de buena parte del punto 149 de AL, creo legítimo preguntarse cómo cree él que se puede lograr esa “ampliación de la consciencia”. En su libro Claves para vivir en plenitud, Mons. Fernández suelta esta “perla":
Al repetir una sola palabra, nos liberamos de una multitud de resonancias mentales y entramos en armonía con ese sonido, lo que nos permite ampliar la consciencia, que ya no está atada a los significados limitados de las palabras, y no se siente obligada a esquematizar lo que vive: «Las palabras normalmente se utilizan para transmitir información, pero en muchos rituales religiosos, las palabras se usan musicalmente, únicamente por el sonido. De esta manera uno puede liberarse a sí mismo del encantamiento de las palabras»Como decimos en España, “eso en mi pueblo se llama” mantra. Y el uso de mantras para “ampliar la consciencia” es una cuestión ciertamente peligrosa para un católico.
En esa obra del arzobispo argentino uno se encuentra afirmaciones ciertamente curiosas. Por ejemplo:
«A través de tus pies, la tierra viva se comunica contigo y tú te comunicas con ella. Ellos te librarán en muchas ocasiones de tu mente confusa y atiborrada de ideas. Los pies son tu presente vivo. El aquí y ahora. Ese presente que se te escapa, escurridizo como un pez, está en la experiencia de tus pies. Ellos te dicen la verdad, que estás aquí. Su presencia sentida (no imaginada) te recuerda amablemente que no te entretengas más con las torturadoras ideas sobre el pasado ni con preocupaciones sobre el futuro. Gracias a tus pies puedes hacerte más fuerte»Pues esto es lo que hay señores. ¿Hay algo literalmente heterodoxo?… Doctores tiene la Iglesia. Pero mala pinta… la tiene toda. Y los que conocemos bien el mundo de la meditación, la ampliación de la consciencia, etc, según el modo oriental, sabemos perfectamente a qué suele llevar todo eso.
De hecho, cuando una persona está emotivamente alterada, es importante que perciba el contacto con la tierra que la sostiene y da firmeza. En momentos de gran ansiedad y nerviosismo, puede ser muy sano acostarnos en el suelo y sentir el contacto con la tierra, o al menos sentarnos y sentir el apoyo del respaldo de la silla, experimentando que estamos firmes, sostenidos, que no estamos volando perdidos en la estratosfera.
Si encima lo relacionamos con el placer y el amor mutuo conyugal… sale lo que sale.
Cor ad Cor Loquitur
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