sábado, 17 de octubre de 2015

DISCURSO EN EL 50 ANIVERSARIO DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS (17 DE OCTUBRE DE 2015)


CONMEMORACIÓN DEL 50 ANIVERSARIO DE LA INSTITUCIÓN DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Aula Pablo VI

Sábado 17 de octubre de 2015


Beatitudes,

eminencias,

excelencias,

hermanos y hermanas:

Mientras se encuentra en pleno desarrollo la Asamblea general ordinaria, conmemorar el quincuagésimo aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos es para todos nosotros motivo de alegría, de alabanza y de agradecimiento al Señor. Desde el Concilio Vaticano II a la actual Asamblea, hemos experimentado de manera cada vez más intensa la necesidad y la belleza de «caminar juntos».

En esta gozosa circunstancia, dirijo un cordial saludo a Su Eminencia el Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario general, así como al Subsecretario, Su Excelencia Monseñor Fabio Fabene, a los oficiales, a los consultores y a los demás colaboradores de la Secretaría general del Sínodo de los Obispos, que de manera oculta realizan el trabajo de cada día hasta entrada la noche. Junto con ellos, saludo y agradezco por su presencia a los Padres sinodales y a los demás participantes en esta Asamblea, así como a todos los presentes en esta Aula.

En este momento, queremos recordar también a quienes en el transcurso de estos cincuenta años han trabajado al servicio del Sínodo, comenzando por los Secretarios generales que se han sucedido: los Cardenales Władysław Rubin, Jozef Tomko, Jan Pieter Schotte y el Arzobispo Nikola Eterović. Aprovecho esta ocasión para expresar de corazón mi gratitud a cuantos, vivos o difuntos, han contribuido con un compromiso generoso y competente al desarrollo de la actividad sinodal.

Desde el inicio de mi ministerio como Obispo de Roma he pretendido valorizar el Sínodo, que constituye una de las herencias más preciosas de la última reunión conciliar [1]. Para el beato Pablo VI, el Sínodo de los Obispos debía volver a proponer la imagen del Concilio ecuménico y reflexionar sobre su espíritu y el método [2]. El mismo Pontífice anunciaba que el organismo sinodal «se podrá ir perfeccionando con el pasar del tiempo» [3]. A él hacia eco, veinte años más tarde, san Juan Pablo II, cuando afirmaba que «tal vez este instrumento podrá mejorarse todavía. Tal vez la responsabilidad pastoral puede expresarse en el Sínodo de una forma aún más plena» [4]. Finalmente, en el 2006, Benedicto XVI aprobaba algunas variaciones al Ordo Synodi Episcoporum, a la luz de las disposiciones del Código de Derecho Canónico y del Código de los Cánones de las Iglesias orientales, promulgados mientras tanto [5].

Debemos proseguir por este camino. El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio.

***

Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra «Sínodo». Caminar juntos —laicos, pastores, Obispo de Roma— es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica.

Después de haber reafirmado que el Pueblo de Dios está constituido por todos los bautizados, «consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo» [6], el Concilio Vaticano II proclama que «la totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2,20 y 27) no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando “desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos” muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral» [7]. Aquel famoso infalibile «in credendo».

En la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium he subrayado como «el Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo hace infalible “in credendo”» [8], agregando que «cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones» [9]. El sensus fidei impide separar rígidamente entre Ecclesia docens y Ecclesia dicens, ya que también la grey tiene su «olfato» para encontrar nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia [10].

Esta es la convicción que me ha guiado cuando he deseado que el Pueblo de Dios viniera consultado en la preparación de la doble cita sinodal sobre la familia. Como se ha hecho por lo general con cada «Lineamenta». Ciertamente, una consulta de este tipo en modo alguno podría bastar para escuchar el sensus fidei. Pero, ¿cómo sería posible hablar de la familia sin interpelar a las familias, escuchar sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias? [11]. Por medio de las respuestas de los dos cuestionarios enviados a las Iglesias particulares, hemos tenido la posibilidad de escuchar al menos algunas de ellas sobre cuestiones que las afectan muy de cerca y sobre las cuales tienen mucho que decir.

Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar «es más que oír» [12]. Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el «Espíritu de verdad» (Jn 14,17), para conocer lo que él «dice a las Iglesias» (Ap 2,7).

El Sínodo de los Obispos es el punto de convergencia de este dinamismo de escucha llevado a todos los ámbitos de la vida de la Iglesia. El camino sinodal comienza escuchando al pueblo, que «participa también de la función profética de Cristo» [13], según un principio muy estimado en la Iglesia del primer milenio: «Quod omnes tangit ab omnibus tractari debet». El camino del Sínodo prosigue escuchando a los Pastores. Por medio de los Padres sinodales, los obispos actúan como auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia, que deben saber distinguir atentamente de los flujos muchas veces cambiantes de la opinión pública. En la vigilia del Sínodo del año pasado decía: «Pidamos ante todo al Espíritu Santo, para los padres sinodales, el don de la escucha: escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama» [14]. Además, el camino sinodal culmina en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como «Pastor y Doctor de todos los cristianos» [15]: no a partir de sus convicciones personales, sino como testigo supremo de la fides totius Ecclesiae, «garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la Tradición de la Iglesia» [16].

El hecho que el Sínodo actúe siempre cum Petro et sub Petro —por lo tanto no sólo cum Petro, sino también sub Petro — no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad. En efecto el Papa es por voluntad del Señor, «el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de fieles» [17].

Con esto se relaciona el concepto de «hierarchica communio», usado por el Concilio Vaticano II: los obispos están unidos al Obispo de Roma por el vínculo de la comunión episcopal (cum Petro) y al mismo tiempo están jerárquicamente sometidos a él como jefe del Colegio (sub Petro) [18].

***

La sinodalidad, como dimensión constitutiva de la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico. Si comprendemos que, como dice san Juan Crisóstomo, «Iglesia y Sínodo son sinónimos» [19] —porque la Iglesia no es otra cosa que el «caminar juntos» de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor— entendemos también que en su interior nadie puede ser «elevado» por encima de los demás. Al contrario, en la Iglesia es necesario que alguno «se abaje» para ponerse al servicio de los hermanos a lo largo del camino.

Jesús ha constituido la Iglesia poniendo en su cumbre al Colegio apostólico, en el que el apóstol Pedro es la «roca» (cf. Mt 16,18), aquel que debe «confirmar» a los hermanos en la fe (cf. Lc 22,32). Pero en esta Iglesia, como en una pirámide invertida, la cima se encuentra por debajo de la base. Por eso, quienes ejercen la autoridad se llaman «ministros»: porque, según el significado originario de la palabra, son los más pequeños de todos. Cada Obispo, sirviendo al Pueblo de Dios, llega a ser para la porción de la grey que le ha sido encomendada, vicarius Christi [20], vicario de Jesús, quien en la Última Cena se inclinó para lavar los pies de los apóstoles (cf. Jn 13,1-15). Y, en un horizonte semejante, el mismo Sucesor de Pedro es el servus servorum Dei [21].

Nunca lo olvidemos. Para los discípulos de Jesús, ayer, hoy y siempre, la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz, según las palabras del Maestro: «ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser primero, que se haga esclavo» (Mt 20,25-27). «Entre ustedes no debe suceder así»: en esta expresión alcanzamos el corazón mismo del misterio de la Iglesia —«entre ustedes no debe suceder así»— y recibimos la luz necesaria para comprender el servicio jerárquico.

***

En una Iglesia sinodal, el Sínodo de los Obispos es la más evidente manifestación de un dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales.

El primer nivel de ejercicio de la sinodalidad se realiza en las Iglesias particulares. Después de haber citado la noble institución del Sínodo diocesano, en el cual presbíteros y laicos están llamados a colaborar con el obispo para el bien de toda la comunidad eclesial [22], el Código de Derecho Canónico dedica amplio espacio a lo que usualmente se llaman los «organismos de comunión» de la Iglesia particular: el consejo presbiteral, el colegio de los consultores, el capítulo de los canónigos y el consejo pastoral [23]. Solamente en la medida en la cual estos organismos permanecen conectados con lo «bajo» y parten de la gente, de los problemas de cada día, puede comenzar a tomar forma una Iglesia sinodal: tales instrumentos, que algunas veces proceden con desanimo, deben ser valorizados como ocasión de escucha y participación.

El segundo nivel es aquel de las provincias y de las regiones eclesiásticas, de los consejos particulares y, en modo especial, de las conferencias episcopales [24]. Debemos reflexionar para realizar todavía más, a través de estos organismos, las instancias intermedias de la colegialidad, quizás integrando y actualizando algunos aspectos del antiguo orden eclesiástico. El deseo del Concilio de que tales organismos contribuyen a acrecentar el espíritu de la colegialidad episcopal todavía no se ha realizado plenamente. Estamos a mitad de camino, en una parte del camino. En una Iglesia sinodal, como ya afirmé, «no es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable “descentralización”» [25].

El último nivel es el de la Iglesia universal. Aquí el Sínodo de los Obispos, representando al episcopado católico, se transforma en expresión de la colegialidad episcopal dentro de una Iglesia toda sinodal [26]. Eso manifiesta la collegialitas affectiva, la cual puede volverse en algunas circunstancias «efectiva», que une a los obispos entre ellos y con el Papa, en el cuidado por el pueblo de Dios [27].

***

El compromiso de edificar una Iglesia sinodal —misión a la cual todos estamos llamados, cada uno en el papel que el Señor le confía— está grávido de implicaciones ecuménicas. Por esta razón, hablando con una Delegación del Patriarcado de Constantinopla, he reiterado recientemente la convicción de que «el atento examen sobre cómo se articulan en la vida de la Iglesia el principio de la sinodalidad y el servicio de quien preside ofrecerá una aportación significativa al progreso de las relaciones entre nuestras Iglesias» [28].

Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino podrá recibir mayor luz. El Papa no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como bautizado entre los bautizados y dentro del Colegio episcopal como obispo entre los obispos, llamado a la vez —como Sucesor del apóstol Pedro— a guiar a la Iglesia de Roma, que preside en la caridad a todas las Iglesias [29].

Mientras reitero la necesidad y la urgencia de pensar «en una conversión del papado» [30], de buen grado repito las palabras de mi predecesor el Papa san Juan Pablo II: «Como Obispo de Roma soy consciente [...], que la comunión plena y visible de todas las Comunidades, en las que gracias a la fidelidad de Dios habita su Espíritu, es el deseo ardiente de Cristo. Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva» [31].

Nuestra mirada se extiende también a la humanidad. Una Iglesia sinodal es como un estandarte alzado entre las naciones (cf. Is 11,12) en un mundo que —aun invocando participación, solidaridad y la transparencia en la administración de lo público— a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en manos codiciosas de pequeños grupos de poder. Como Iglesia que «camina junto» a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño de que el redescubrimiento de la dignidad inviolable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, fomentando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros [32]. Gracias.


[1] Cf. Carta del Santo Padre Francisco al Secretario general del Sínodo de los Obispos, Card. Lorenzo Baldisseri, con motivo de la elevación a la dignidad episcopal del subsecretario, rev. Mons. Fabio Fabene (1 abril 2014).

[2] Cf. Pablo VI, Discurso al inicio de los trabajos en el Aula Sinodal - Synodus Episcoporum (30 septiembre 1967).

[3] Cart. ap. Apostolica Sollicitudo, promulgada "Motu proprio" (15 septiembre de 1965), Proemio.

[4] Discurso al final de la VI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos (29 octubre 1983).

[5] Cf. AAS 98 (2006), 755-779.

[6] Conc. Ecum. Vat. II, Cost. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 10.

[7] Ibíd., 12.

[8] N. 119.

[9] Ibíd., 120.

[10] Cf. Discurso en el encuentro con el Comité de coordinación del Celam, Río de Janeiro (28 julio 2013), 5,4; Discurso en el encuentro con el clero, personas de vida consagrada y miembros de consejos pastorales, Asís (4 octubre 2013).

[11] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Cost. dogm. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 1.

[12] Exort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 171.

[13] Conc. Ecum. Vat. II, Cost. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia,12.

[14] Discurso durante la Vigilia de oración en preparación al Sínodo para la familia (4 octubre 2014).

[15] Conc. Vat. I, Cost. dogm. Pastor aeternus, cap. IV; cf. Código de Derecho Canónico, can. 749 § 1.

[16] Discurso en la clausura de la III Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos (18 octubre 2014).

[17] Conc. Ecum. Vat. II, Cost. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 23; cf. Conc. Vat. I, Cost. dogm. Pastor aeternus. Prólogo.

[18] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Cost. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 22; Decr. Christus Dominus, sobre la función pastoral de los obispos, 4.

[19] Explicatio in Ps. 149: PG 55, 493.

[20] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Cost. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia,27.

[21] Cf. Discurso en la clausura de la III Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos (18 octubre 2014).

[22] Cf. Código de Derecho Canónico, cann. 460-468.

[23] Cf. ibíd., cann. 495-514.

[24] Cf. ibíd., cann. 431-459.

[25] Exort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 16; cf. ibíd, 32.

[26] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Christus Dominus, sobre la función pastoral de los obispos, 5; Código de Derecho Canónigo, cann.342-348.

[27] Cf. Juan Pablo II, Exort. ap. postsinod. Pastores gregis (16 octubre 2003), 8.

[28] Discurso a una Delegación Ecuménica del Patriarcado de Constantinopla (27 junio 2015).

[29] Cf. San Ignacio de Antioquia, Ad Romanos, Proemio: PG 5, 686.

[30] Exort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 32.

[31] Cart. enc. Ut unum sint (25 mayo 1995), 95.

[32] Cf. Exort. ap. Evangelii gaudium, 186-192; Cart. enc. Laudato si', (24 mayo 2015), 156-162.



viernes, 16 de octubre de 2015

ARZOBISPO CUPICH: LA CONCIENCIA DECIDE QUIÉN PUEDE RECIBIR LA COMUNIÓN


En declaraciones a los periodistas en el Vaticano, el padre sinodal de los Estados Unidos pareció indicar su apoyo a la recepción de la Comunión para parejas homosexuales.

Por Edward Pentin

CIUDAD DEL VATICANO - El Arzobispo Blase Cupich de Chicago, el delegado papal que participa en el sínodo sobre la familia, dijo que cuando se trata de dar la Santa Comunión a los divorciados casados ​​de nuevo, "la gente debe tomar una decisión con buena conciencia" y que el trabajo de la Iglesia es "ayudarles a avanzar y respetar eso".

"La conciencia es inviolable", dijo el arzobispo a los periodistas en el Vaticano, "y debemos respetar eso al tomar decisiones, y siempre lo he hecho".

Cuando se le preguntó si él también acompañaría a las parejas homosexuales a recibir los sacramentos de acuerdo con sus conciencias, el Arzobispo Cupich respondió: “Los gays también son seres humanos; tienen conciencia y mi papel como pastor es ayudarlos a discernir cuál es la voluntad de Dios al observar la enseñanza moral objetiva de la Iglesia".

Pero agregó que, "al mismo tiempo", su papel como pastor es ayudarlos "a través de un período de discernimiento, a comprender a qué los está llamando Dios en ese momento, por lo que es para todos".

"Tenemos que asegurarnos de no encasillar a un grupo como si no fueran parte de la familia humana, como si hubiera un conjunto diferente de reglas para ellos", dijo. "Eso sería un gran error."

En ambas cuestiones polémicas, la sagrada Comunión para los divorciados y los que se volvieron a casar y para las personas que tienen uniones entre personas del mismo sexo, el arzobispo parecía poner esencialmente la importancia de la conciencia por encima de las enseñanzas de la Iglesia.

La Iglesia enseña que la conciencia debe ser "informada y el juicio moral debe ser iluminado", un proceso que a menudo toma toda una vida. Pero el Catecismo de la Iglesia Católica (1801) también establece que la conciencia "puede permanecer en la ignorancia o hacer juicios erróneos. Tal ignorancia y los errores no siempre están libres de culpa".

"La palabra de Dios es una luz para nuestro camino", continúa el Catecismo. “Debemos asimilarlo en la fe y en la oración y ponerlo en práctica. Así se forma la conciencia moral".


La propuesta de Kasper


Cuando se le preguntó acerca de la propuesta del cardenal Kasper de admitir a los divorciados que se habían vuelto a casar en la Santa Comunión, el arzobispo Cupich instó a los presentes a leer todo el discurso del cardenal en 2014, en el que plantea la propuesta al final, para que pueda ver "el desarrollo de cómo se encuentra ahí."

El prelado de Chicago notó que dio el texto del discurso del cardenal Kasper, que abrió las deliberaciones del sínodo y más tarde se convirtió en un libro llamado el Evangelio de la familia, para todos sus sacerdotes.

"Deberíamos buscar formas en que las personas no solo estén acompañadas, sino que estén integradas y reconciliadas", dijo el Arzobispo Cupich, y agregó que estaba "abierto a mirar todas" las propuestas porque "mucha gente se siente estancada, y tenemos que buscar las maneras en que vamos a llegar a ellos".

Dijo que "realmente le gustaron" los dos motu proprios del papa Francisco sobre la reforma de la anulación anunciados en septiembre, que serán "enormemente útiles para nosotros".

"Tenemos que creer en la misericordia y la gracia de Dios para desencadenar la conversión, y no al revés: que solo vas a obtener la misericordia si tienes una conversión", dijo. “La economía de la salvación no funciona de esa manera. Cristo recibe a las personas; debido a esa misericordia, la conversión ocurre”. Dijo que esto se muestra “muchas, muchas veces en las Escrituras” y que vale la pena verlo.

También durante la reunión de prensa, el prelado de Chicago dijo que la "mayor contribución" que los obispos pueden hacer a las familias es ayudar a la Iglesia a "actuar y hablar como las familias quieren actuar y hablar". Agregó: "Quiero asegurarme de que toda la amplitud de lo que enseña la Iglesia se aplica cuando abordamos estas situaciones tan delicadas".

Dijo que no estaba de acuerdo con la caracterización del sínodo dividido entre "Iglesia y anti-Iglesia", una frase acuñada por el Papa San Juan Pablo II.

Pero señaló que los padres sinodales alemanes “tienen algunas voces muy importantes que están bien educadas, y eso lo llevan a la mesa. Escucho lo que tienen que decir, y soy muy respetuoso. Tienen una gran tradición teológica”, dijo.

Cuando se le preguntó qué pensaba sobre la presencia del cardenal Godfried Danneels como delegado papal en el sínodo, a pesar de las acusaciones en su contra de que había encubierto un caso de abuso sexual y otras transgresiones graves, el arzobispo Cupich dijo: "No sé nada de eso, sobre cómo fue elegido o cualquier cosa que hayas mencionado sobre su pasado. No sé nada de eso".

Sobre el tema del lenguaje, dijo que es "importante tener principios generales, categorías, palabras de nuestra Tradición, etc.". Pero agregó que si uno realmente quiere involucrar a las personas, "tiene que reconocer que conocemos su vida" en la forma en que hablamos. "Como ejemplo, 'indisolubilidad' es una palabra que significa diferentes cosas para diferentes culturas". "La indisolubilidad es "un término demasiado jurídico" para describir la riqueza y complejidad de lo que significa el matrimonio para las personas en nuestra cultura", dijo.

Cuando se le preguntó si sentía que los grupos homosexuales debían haber sido invitados al sínodo, dijo que incluyó su voz "como parte de mi consulta y los incluyó mi informe", pero agregó que el sínodo "podría beneficiarse con las voces reales de las personas que se sienten marginadas, en lugar de filtrarse a través de representantes de los obispos ".

Al transferir la autoridad de toma de decisiones a los obispos, se opuso a la idea de crear “iglesias nacionales”, pero todavía le gustaría “pensar un poco más” sobre cómo funcionaría tal desarrollo. "Debería estar en conformidad con la Iglesia universal, pero dar una autonomía respetuosa al obispo diocesano", dijo.

En general, predijo que el sínodo no iba a producir "respuestas claras", pero dijo que ha estado viendo una "transformación real en el aula". "Las personas se escuchan entre sí, llegando a un sentido en el que sus propios puntos de vista están cambiando".

Dijo que sus propias opiniones habían cambiado. "He escuchado al otro lado y realmente me he tomado en serio lo que ha dicho la gente en todos los ámbitos", dijo, y agregó que un padre sinodal dijo que se sentía como uno de los tres reyes que visitaron a Jesús.

Como ellos, dijo, el padre sinodal comentó que "iba a regresar de una manera diferente".


Edward Pentin es el corresponsal del Registro en Roma.

National Catholic Register


BLASE CUPICH, SACERDOTE DE JUDAS



No pasa un día sin que salga algún obispo a revelar lo que realmente piensa. En una historia innovadora, LifeSiteNews ha entrevistado a Blase Cupich, Arzobispo de Chicago, quien revela su creencia herética en la primacía de la conciencia sobre la doctrina y la fe y su voluntad de causar sacrilegio a la Sagrada Eucaristía

Las palabras de Blase Cupich son heréticas. En un tiempo anterior, un Papa ya lo habría sancionado. Sin embargo, fue este Papa quien lo promovió a la sede de Chicago y lo invitó como participante en el Sínodo. ¿Cómo se atreve a incluir a los "ancianos" en la misma oración que los sodomitas y las lesbianas? 

En sus propias palabras:

El arzobispo Blase Cupich de Chicago, que participa en el Sínodo de la Familia a invitación personal del Papa Francisco, dijo en una rueda de prensa en la oficina del Vaticano que "la conciencia es inviolable" y que cree que "las parejas divorciadas y vueltas a casar podrían recibir los sacramentos, si han llegado a una decisión de hacerlo con buena conciencia". 

El razonamiento teológico que indicó en respuesta a una pregunta complementaria, también se aplicaría a las parejas homosexuales. "En Chicago visito regularmente a personas que se sienten marginadas: ancianos, divorciados y casados, homosexuales y lesbianas y también parejas. Creo que realmente necesitamos saber cómo es su vida si vamos a acompañarlos", dijo. 

Cuando se le pidió que diera un ejemplo concreto de cómo él "acompañaría" a los divorciados y y vueltos a casar en su deseo de recibir los sacramentos, Cupich respondió: "Si la gente toma una decisión con buena conciencia, nuestro trabajo es ayudarlos a avanzar y respetar esa decisión. La conciencia es inviolable y debemos respetar eso cuando toman decisiones, yo siempre lo he hecho". 

Cuando LifeSiteNews le preguntó si la noción de "acompañar" a las personas a los sacramentos también se aplicaba a parejas homosexuales que en la Iglesia desean recibir la Comunión, Cupich indicó una respuesta afirmativa. "Creo que las personas homosexuales también son seres humanos y tienen conciencia. Y mi papel como pastor es ayudarlos a discernir cuál es la voluntad de Dios observando las enseñanzas morales objetivas de la Iglesia y, al mismo tiempo, ayudándoles a través de un período de discernimiento a comprender que Dios los está llamando hasta en ese punto", dijo. "Creo que tenemos que asegurarnos de no encasillar a un grupo como si no fuera parte de la familia humana, como si hubiera un conjunto diferente de reglas para ellos. Eso sería un gran error."


Blase Cupich es una vergüenza para el sacerdocio y la Iglesia. Según su lógica, mientras un asesino, un violador o un productor de pornografía infantil o un ladrón lo haga con buena conciencia, entonces la Eucaristía es suya.

Hay un conjunto de reglas para la Sagrada Comunión. Confesión, penitencia y propósito firme de la enmienda

¿Adónde quiere este hombre acompañarlos?
¿Al camino hacia el infierno? 
Todos sabemos que son seres humanos y no necesitan ser sermoneados por este obispo apóstata. 
Que se vayan todos estos Sacerdotes de Judas, uno por uno. 
Dejemos que todos salgan a la luz para que podamos verlos y ver sus rostros y sus mentes malvadas y deformadas y sus corazones conformados a una herejía modernista y no de Cristo. 
¿Blase Cupich es homosexual? 
¿Está siendo chantajeado? 
¿Qué hay en su armario? 
El Sínodo es una farsa y el Papa Francisco es responsable. 


Traducción Cris Yozía



sábado, 10 de octubre de 2015

LO QUE PAUL BADDE SABE SOBRE EL GRUPO "SAINT GALLEN" Y QUIÉN DECIDE EL SÍNODO

La primera semana del sínodo de la familia ha terminado. Es hora de hacer balance con alguien que sabe: Paul Badde fue corresponsal en Roma y el Vaticano de "Welt" hasta 2013 y es coeditor de la revista mensual "Vatican Magazin". 

Por AC Wimmer


El experto papal y corresponsal en el Vaticano de la televisión EWTN es autor de varios libros y sigue de cerca el sínodo sobre la familia.

CNA: Sr. Badde, después de la primera semana, ¿puede categorizar los puntos principales del informe del grupo alemán?

BADDE: Lo que más llama la atención después de una semana, dijo anoche el padre Hagenkord SJ de Radio Vaticano, que pudo seguir personalmente el debate del grupo de lengua alemana día a día, es una especie de nuevo optimismo de los padres sinodales. Después de la mirada del año pasado a los peligros a los que están expuestos el matrimonio y la familia, ahora probablemente no solo hay una mayor comprensión de que el matrimonio católico es quizás la unión más exigente que la cultura humana jamás haya producido, sino también los esfuerzos de los Padres para no caer en una "percepción bastante pesimista de nuestra sociedad". El informe provisional también establece que los “signos positivos de los tiempos” deberían apreciarse más. La referencia al Vaticano II es inequívoca.

CNA: ¿Aparece el término "género" en este contexto en el artículo?

BADDE: No, no está aquí en absoluto. Y eso parece indicar que la iglesia de habla alemana romperá con el resto del episcopado mundial, una línea que aún puede estar llena de conflictos en las próximas semanas. En casi todos los demás grupos lingüísticos, la ideología de género fue condenada inequívocamente. Desde América hasta Asia y África -y también del papa Francisco- ha prevalecido la valoración del cardenal Robert Sarah de Guinea de que esta ideología se ha fijado con el objetivo de "abolir la civilización cristiana y construir un mundo nuevo". Queda por ver si esta diferencia es solo una pequeña grieta en la unidad de los padres sinodales o un abismo.

CNA: ¿Cuál es su impresión personal del Sínodo hasta ahora?

BADDE: Al principio hubo una conexión casi perfecta con el sínodo del año pasado, con todas las preguntas abiertas con las que terminó la reunión en ese momento. Después de la introducción del cardenal Erdos de Hungría, se podría pensar que nada cambiaría porque nada se podía cambiar en el dogma de la Iglesia. Pero el arzobispo Forte de Chieti en el Adriático explicó casi inmediatamente después que era inconcebible que el papa invitara a unos 300 obispos de todo el mundo a Roma dos veces por semana para un sínodo y una consulta, y entonces todo sería infructuoso. Pero también se notó que los obispos alemanes ya no hablaban de una revolución, una palabra clave que se escuchó a menudo el año pasado. En cambio, esta vez se hizo referencia casi unánimemente a los "problemas más grandes" de la iglesia y el mundo, como la sangría del cristianismo en Oriente Medio o las corrientes de refugiados, que también existieron el año pasado, pero que en su momento sólo respondieron con silencios o evasivas, incluso cuando se les preguntó. El año pasado estos “signos de los tiempos” no jugaron este papel para los padres, al menos no para los padres de Alemania.

CNA: Un pequeño escándalo se está gestando en el fondo: el papa Francisco también invitó al ex arzobispo de Bruselas Godfried Danneels al sínodo, quien recientemente admitió ante las cámaras que pertenecía a una "mafia" dentro de la iglesia.

BADDE: Correcto. No sé si el asunto es un escándalo menor o mayor. Seguro que es un enigma. Porque es realmente el caso que el cardenal Danneels en Bélgica encubrió masivamente a un obispo que había abusado de su sobrino. También ha instado al rey Balduino -en vano- a que firme una ley del aborto prevista en Bélgica y no sea tan mezquino con el tema. Lo que este cardenal puede aconsejar ahora a un sínodo católico empeñado en "la vocación y misión del matrimonio y la familia" está más allá de muchos, por decir poco. Pero en cuanto a la afirmación del cardenal el mes pasado de que era un orgulloso participante en "una especie de mafia" en el Colegio Cardenalicio, tengo que estar de acuerdo con él por experiencia personal.

CN: ¿A qué te refieres? ¿Tuviste alguna pista sobre esto de antemano?

BADDE: Sí. En abril de 2005 recibí noticias fidedignas de que sólo tres días después del funeral de Juan Pablo II, los cardenales Martini de Milán, Lehmann y Kasper de Alemania, Bačkis de Lituania, van Luyn de Holanda, Danneels de Bruselas y O'Connor de Londres se reunieron con el cardenal Silvestrini, que ya no podía votar, en la llamada Villa Nazareth de Roma, donde discutieron en secreto una táctica para impedir la elección de Joseph Ratzinger. Después de eso, el 17 de abril de 2005, señalé en un artículo en WELT que esto violaba la instrucción "Universi Dominici Gregis" del difunto Juan Pablo II, quien ya había reorganizado el modo de planificación de la sucesión en 1996 con la estricta condición de que que no debe haber acuerdos sobre el resultado de la elección antes o dentro del cónclave. Tres días después, Joseph Ratzinger fue elegido papa por amplia mayoría. El cardenal Meisner, emérito de Colonia, probablemente podría decirle mejor cómo sucedió esto si no hubiera un juramento de silencio para todos los eventos en el cónclave. Pero no es ningún secreto que Meisner fue el oponente más apasionado de este grupo en general y del cardenal Danneels en particular. Ahora, sin embargo, no fue él, el viejo amigo de Joseph Ratzinger, quien fue designado personalmente para el sínodo por el papa, sino Godfried Danneels, quien también era emérito y es seis meses mayor que el arzobispo de Colonia. Es un hecho. 

CNA: ¿Qué es lo que más esperas en las próximas dos semanas?

BADDE: Muchos están muy tensos aquí, tanto entre los colegas como entre los Padres sinodales y otros observadores. Estoy preparado para nuevas sorpresas, pero también para señales y prodigios más pequeños y más grandes. Pues cuando hace una semana todos los medios de comunicación informaron a coro sobre el prelado polaco gay del círculo del cardenal Müller en la Congregación para la Doctrina de la Fe, que se había revelado deliberadamente como homosexual practicante al comienzo del Sínodo, el periódico BILD -cuya actividad principal suele incluir este tipo de chismes- no escribió ni una palabra al respecto, sino que escribió a bombo y platillo sobre el libro del cardenal Sarah titulado "Dios o nada".

CNA: Por supuesto, la gran pregunta que preocupa a todos los augures es hacia dónde nos llevará el viaje. ¿Te atreves a hacer una predicción?

BADDE: No. Véase la última pregunta. La gran incógnita es y sigue siendo la decisión final del papa. Eso es lo que importa al final. Depende del papa. Él mismo no deja ninguna duda al respecto, a pesar de todas las invocaciones a su trayectoria sinodal. Hay voces que afirman que ya tiene el discurso final en el cajón. Sin duda es un disparate. Hay teorías conspirativas por todas partes. Y que las fuertes tensiones en el episcopado mundial -o incluso dentro de la Curia en Roma- sean una invención de los medios de comunicación, como afirmó el cardenal Marx el pasado lunes, no resiste ningún examen razonable. Al fin y al cabo, se trata de cuestiones de humanidad. Y son cuestiones de la existencia misma de la Iglesia. ¿Cómo es posible que muchos no se sientan casi desgarrados por esto?

CNA: ¿Se trata de encontrar nuevas respuestas a viejas preguntas?

BADDE: Mire, esa es la vieja tensión entre el dogma y la pastoral, que en el mundo pluralista y en los trastornos de la revolución digital ha alcanzado una vez más una calidad completamente nueva. Con esta tensión entre la enseñanza de la iglesia y la realidad del mundo, las preguntas principales son: ¿Sigue siendo la iglesia levadura, sal de la tierra y luz del mundo? ¿O esta comisión de Cristo tiene que ser reformulada hoy, gradualmente y paso a paso? La afirmación de que alrededor de 300 padres sinodales de todos los continentes y culturas pueden dar al papa consejos consistentes y viables para el futuro de la iglesia casi bordea la creencia en los milagros. El hecho de que el papa Francisco siga enviando señales en todas direcciones también dificulta especialmente cualquier pronóstico. Después de todo, el papa no solo nombró al cardenal Daneels para el sínodo, sino que también hizo más por rehabilitar la comunidad sacerdotal de Pío X que su predecesor. Ahora, de repente, todos los católicos pueden ir a su confesión. En su viaje a Estados Unidos conoció y animó a la -como dicen "homofóbica"- registradora Kim Davis y un día después, frente a la cámara, recibió a un viejo estudiante gay y a su pareja y los abrazó frente a las cámaras. Ese fue un proceso normal entre viejos amigos, explicó más tarde a su portavoz de prensa, el padre Lombardi SJ. ¿Quién no podría entender eso? Pero el día anterior, el padre Lombardi había advertido sobre la reunión con Kim Davis que nadie debía sacar conclusiones equivocadas de ella; esta reunión no significa nada. ¿Comprendido? No realmente, muchos piensan. El verano terminó hoy en el Vaticano. Solo eso parece claro. Roma bajo la lluvia. Está lloviendo.


Catholic News Agency


viernes, 2 de octubre de 2015

LA MESA REDONDA DE SAINT GALLEN QUE HIZO PAPA A BERGOGLIO

El pontificado del papa Francisco se inició hace 20 años en Suiza. En el Sínodo en Roma, los obispos progresistas ahora están tratando de establecer un nuevo rumbo para la Iglesia Católica.

Por Julius Müller-Meiningen


Cuando habló el papa Francisco, el 13 de marzo de 2013, se describió a sí mismo como un hombre "del otro extremo del mundo". Esto es parte de la historia de este forastero en el trono de Pedro, que está a punto de cambiar el rostro de la Iglesia Católica.

Jorge Mario Bergoglio, el "abogado de los pobres" en Buenos Aires, ahora es problemático en Roma. La otra parte de la historia es mucho más cercana. Más precisamente, Francisco le debe su ascenso al papado a nada más y nada menos que a una mesa redonda, que se reunió durante años en Suiza.

Ivo Fürer
Fue en 1996, cuando Ivo Fürer, el recientemente nombrado obispo de St. Gallen, organizó por primera vez una reunión entre prelados de ideas afines. Fürer es secretario del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas, que tiene su sede en St. Gallen. Este consejo fue fundado después del Concilio Vaticano II para dar más peso a las iglesias locales europeas. Fuera de este espíritu, Fürer quería reunir a personas de ideas afines. "Estos fueron debates muy amistosos y libres. Todos podían decir lo que pensaban. No había ni un protocolo ni una agenda", dice el ahora obispo de 85 años.


Del desayuno al vino tinto

En su primer encuentro, estos cohermanos se reunieron en Alemania. El ex obispo de Rottenburg-Stuttgart, Walter Kasper, fue el anfitrión, él los invitó al pintoresco y medieval monasterio cisterciense de Heiligkreuztal. El carismático jesuita y arzobispo de Milán, el cardenal Carlo Maria Martini, era el "líder espiritual" del grupo. El obispo holandés de Helsinki, Paul Verschuren, el obispo Jean Vilnet de Lille, el obispo Johann Weber de Graz-Seckau, también Kasper y el entonces presidente de la Conferencia de Obispos de Alemania, el obispo Karl Lehmann de Mainz.

Los siete hombres cenaron juntos, celebraron la feria juntos e intercambiaron ideas. Pasaron casi dos días en el monasterio.

El obispo auxiliar de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, no era conocido por ninguno de los participantes en ese momento. Pero los temas de esa reunión en aislamiento y reserva podrían provenir de una nota en el escritorio del papa Francisco.

Las charlas, que fueron desde el desayuno hasta el vino tinto a última hora de la tarde, incluyeron "el mal del centralismo romano, la mejora del papel de las conferencias episcopales, la moral sexual, la calidad y la vocación de los obispos y la colegialidad".

"Lo que Francisco está tratando de hacer hoy está muy en línea con la idea que tuvimos en ese momento". 

Walter Kasper, miembro del Grupo St. Gallen

Estos son temas que también resuenan en el sínodo familiar, que se lleva a cabo desde el domingo en el Vaticano. Allí, unos 250 obispos deben pensar acerca de la comprensión católica de la familia y el matrimonio en la sociedad "moderna".

Se ocupa de cuestiones muy específicas, como la admisión de un nuevo matrimonio divorciado para la comunión o el trato con los  homosexuales, temas que también ocuparon al grupo de St. Gallen. En última instancia, el Sínodo reúne muchos deseos que estos clérigos formularon en un contexto privado hace casi 20 años.

La reunión de los obispos en el Vaticano trata sobre si los obispos son más independientes en asuntos de cuidado pastoral y si las conferencias de los obispos pueden aplicar las pautas del sínodo a sus propias “circunstancias sociales”.


El centralismo no amado de Ratzinger

Desde 1997, el grupo siempre se reunía a principios de enero en Suiza, principalmente en el palacio episcopal de St. Gallen. El centralismo romano no deseado se encarnaba en los ojos de los participantes, no solo por el entonces prefecto de la Congregación de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger.

El Papa Juan Pablo II viajaba constantemente, las riendas de Roma tenían a Ratzinger en la mano. En la década de 1990, tuvo un debate con Kasper, en particular, sobre la relación entre las iglesias locales y la iglesia universal, que decidió con autoridad a favor del Vaticano como guardián de la fe católica.

“Su denominador común es la convicción de que el peso de Ratzinger en los últimos años del pontificado de Wojtyla fortaleció las fuerzas centralistas y restauradoras”, dijo sobre el Grupo St. Gallen en la biografía autorizada y recientemente publicada en francés del particularmente liberal cardenal belga Godfried Danneels.


Godfried Danneels
Danneels ha formado parte del círculo desde 1999, que en ese mismo año se reunió en el monasterio benedictino de Fischingen. El público recién ahora está conociendo sobre la existencia de esta ronda semioficial de hombres.


Esa mesa redonda determinó la agenda de la Iglesia Católica

Cuando Danneels, el antiguo Primado de la Iglesia Católica en Bélgica, recientemente habló de St. Gallen como un grupo de «mafia» en la presentación de su biografía, despertó sospechas en Roma y la conmoción entre los católicos conservadores fue grande. Danneels es controvertido, en parte debido a su papel en el escándalo de abuso de la Iglesia Católica en Bélgica en 2010, fue quien aconsejó a una víctima que no hiciera público el abuso sexual sufrido por parte de un obispo belga, tío de la víctima. Aunque estos hechos ya eran conocidos por el público, Francisco nominó a Danneels por segunda vez para un sínodo.

Incluso Kasper, el portavoz de una apertura en el debate sobre los ​​divorciados vueltos a casar, fue llamado por el papa. Los miembros de esa mesa redonda determinaron la agenda de la Iglesia Católica.


Confiar en Bergoglio

Bergoglio aparece en el radar del grupo recién en 2001. Junto con Kasper, Lehmann y el arzobispo de Westminster, Cormac Murphy-O'Connor, quien al igual que otros obispos recientemente unidos al grupo, Bergoglio fue nombrado cardenal en febrero de 2001. En octubre, el ponente argentino en el Sínodo, lo ve al respecto.

El
grupo formado en Suiza notó a Bergoglio en esta ocasión, debido a su naturaleza hábil y colegial, y les despertó confianza. “El reconocimiento se basa en la reciprocidad”, dijo en su biografía Danneels.


A medida que la salud de Juan Pablo II se deterioraba rápidamente en los años siguientes, los miembros del Grupo St. Gallen también pensaron en la sucesión en sus reuniones.


Una postal de Roma


Cuando Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005, la pregunta se agudizó. Ratzinger, obviamente, no quería que ningún “enviado” de los “caballeros suizos” sea el nuevo papa. “Fuimos un movimiento de búsqueda amistosa, que ha pensado en la iglesia y sus problemas”, dijo el ex arzobispo de Salzburgo Alois Kothgasser, quien desde 2002 pertenecía a este grupo de “reformadores”.

“Nunca hubo acciones programadas, actividades concretas o equipos de trabajo para apoyar a un candidato en el cónclave en St. Gallen”. “Los rumores de que el grupo había trabajado contra Joseph Ratzinger no tienen ninguna base” había dicho el cardenal Karl Lehmann, integrante de este grupo “reformador”.

El miembro fundador Ivo Fürer informó que en las discusiones sobre los nombres de los posibles sucesores también fueron convocados sin que los participantes se comprometieran con un candidato. “El nombre de Bergoglio también fue sugerido”, dijo Fürer.

Ocho cardenales influyentes cercanos al grupo de St. Gallen hicieron sentir su peso y sus relaciones: Martini, Danneels, Kasper, Lehmann, Murphy-O'Connor, el italiano Achille Silvestrini, el patriarca de Lisboa José da Cruz Policarpo y el ucraniano Lubomyr Husar.

En el cónclave, que nombró al favorito Joseph Ratzinger como el sucesor de Juan Pablo II, había un segundo protagonista. Según el diario de un cardenal publicado por el periodista del Vaticano Lucio Brunelli, Jorge Mario Bergoglio recibió la mayor cantidad de votos después de Ratzinger. En la tercera votación incluso 40 cardenales votaron por el argentino. Amenazado con un punto muerto, a Ratzinger le faltaban los votos necesarios para la mayoría de dos tercios. Pero Bergoglio se retiró y el alemán se convirtió en papa.

En enero de 2006, el grupo se redujo, porque Fürer renunció en octubre debido a su edad como obispo diocesano de St. Gallen. Durante ocho años, los obispos y cardenales del distrito entran en una especie de emigración interna. Posteriormente, Benedicto XVI, el 11 de febrero de 2013, 
anunció su renuncia.




Agradecido porque la Iglesia está ahora bajo Francisco


St. Gallen es en este momento sólo un recuerdo agradable para los antiguos miembros de ese círculo. Pero ahora, ante una iglesia sacudida por escándalos como “Vatileaks”, hay una oportunidad inesperada para los “reformadores”. Como Austen Ivereigh, el ex portavoz del cardenal Murphy-O'Connor escribió en su biografía “El gran reformador” en 2015, los “reformadores europeos” volvieron a tomar la iniciativa y cabildearon con la ayuda de cardenales americanos para imponer a Bergoglio como candidato.

Ya en 2005, esta facción había apostado fuerte por Bergoglio. Una de las principales figuras del grupo de St. Gallen, el cardenal Murphy-O'Connor, señaló explícitamente el plan para imponer al argentino antes del cónclave de 2013. Un poco más tarde, el argentino accedió al trono de Pedro.

Desde entonces, la Iglesia Católica ha estado sufriendo un proceso de cambio, que también será disputado en este Sínodo. “Estoy muy emocionado y agradecido porque la Iglesia está ahora bajo Francisco”, dice un viejo obispo, que también estaba en Suiza en ese momento. El “espíritu” de Saint Gallen finalmente triunfó en el Vaticano.


Tageswoche