Entre los concelebrantes se encontraban el cardenal Joseph Zen Ze-kiun, el nuncio apostólico Justo Mullor, los obispos Luc Van Looy, de Gante (Bélgica), Enzo Dieci, auxiliar emérito de Roma, y Antonio Santarsiero, de Huacho (Perú).
“La vida cristiana no es quedarse en un rincón para labrar un camino que te lleve al cielo, sino que es una dinámica que nos anima a quedarnos en el camino para proclamar que Cristo nos ha reconciliado con Dios”.
“La vida cristiana no es quedarse en un rincón para labrar un camino que te lleve al cielo, sino que es una dinámica que nos anima a quedarnos en el camino para proclamar que Cristo nos ha reconciliado con Dios”.
A continuación, Francisco preguntó con su característico estilo directo: “¿Qué es la reconciliación? La verdadera reconciliación -dijo- significa que Dios en Cristo asumió nuestros pecados y se hizo pecador por nosotros. Cuando nos confesamos, por ejemplo, no es que decimos nuestro pecado y Dios nos perdona. No, no es eso. Buscamos a Jesucristo y decimos: 'Este es tu pecado, y volveré a pecar'. Y a Jesús le gusta eso, porque era su misión: hacerse pecador por nosotros, liberarnos”.
“Es la belleza y el escándalo de la redención traída por Jesús y es también el misterio -dijo Francisco- del que Pablo extrae el celo que le impulsa a seguir adelante diciendo a todos algo tan maravilloso: ‘el amor de un Dios que entregó a su Hijo a la muerte, por mí’. Sin embargo -explica Francisco- existe el riesgo de no llegar nunca a esta verdad en el momento en que desvalorizamos un poco la vida cristiana, reduciéndola a una lista de cosas que observar y perdiendo así el ardor, la fuerza del amor que está dentro de ella”.
“Pero los filósofos dicen que la paz es una cierta tranquilidad ordenada: todo está ordenado y tranquilo... ¡Esa no es la paz cristiana! La paz cristiana es una paz inquieta, no una paz tranquila: es una paz inquieta, que sigue llevando este mensaje de reconciliación. La paz cristiana nos empuja a seguir adelante. Este es el principio, la raíz del celo apostólico. El celo apostólico no es avanzar para persuadir y hacer estadísticas: este año han crecido los cristianos en este país, en este movimiento... Las estadísticas son buenas, ayudan, pero eso no es lo que Dios quiere de nosotros, es persuadir.... Lo que el Señor quiere de nosotros es que anunciemos esta reconciliación, que es su propio mensaje central”.
Concluyendo su homilía, Francisco recordó la ansiedad interior de Pablo. Subrayó aquello que define el “pilar” de la vida cristiana, a saber, que “¡Cristo se hizo pecado por mí! Y mis pecados están ahí en su cuerpo, ¡en su alma! Esto es una locura, pero es hermoso, ¡es verdad! ¡Este es el escándalo de la Cruz!”
“Pedimos al Señor que nos dé esta inquietud de anunciar a Jesús, que nos dé un poco de esa sabiduría cristiana que nació de su costado traspasado de amor. Sólo un poco para convencernos de que la vida cristiana es el camino en la vida con esta preocupación de Pablo. El amor de Cristo nos impulsa, nos empuja, con esta emoción que uno siente cuando ve que Dios nos ama. Pedimos esta gracia”.
“Es la belleza y el escándalo de la redención traída por Jesús y es también el misterio -dijo Francisco- del que Pablo extrae el celo que le impulsa a seguir adelante diciendo a todos algo tan maravilloso: ‘el amor de un Dios que entregó a su Hijo a la muerte, por mí’. Sin embargo -explica Francisco- existe el riesgo de no llegar nunca a esta verdad en el momento en que desvalorizamos un poco la vida cristiana, reduciéndola a una lista de cosas que observar y perdiendo así el ardor, la fuerza del amor que está dentro de ella”.
“Pero los filósofos dicen que la paz es una cierta tranquilidad ordenada: todo está ordenado y tranquilo... ¡Esa no es la paz cristiana! La paz cristiana es una paz inquieta, no una paz tranquila: es una paz inquieta, que sigue llevando este mensaje de reconciliación. La paz cristiana nos empuja a seguir adelante. Este es el principio, la raíz del celo apostólico. El celo apostólico no es avanzar para persuadir y hacer estadísticas: este año han crecido los cristianos en este país, en este movimiento... Las estadísticas son buenas, ayudan, pero eso no es lo que Dios quiere de nosotros, es persuadir.... Lo que el Señor quiere de nosotros es que anunciemos esta reconciliación, que es su propio mensaje central”.
Concluyendo su homilía, Francisco recordó la ansiedad interior de Pablo. Subrayó aquello que define el “pilar” de la vida cristiana, a saber, que “¡Cristo se hizo pecado por mí! Y mis pecados están ahí en su cuerpo, ¡en su alma! Esto es una locura, pero es hermoso, ¡es verdad! ¡Este es el escándalo de la Cruz!”
“Pedimos al Señor que nos dé esta inquietud de anunciar a Jesús, que nos dé un poco de esa sabiduría cristiana que nació de su costado traspasado de amor. Sólo un poco para convencernos de que la vida cristiana es el camino en la vida con esta preocupación de Pablo. El amor de Cristo nos impulsa, nos empuja, con esta emoción que uno siente cuando ve que Dios nos ama. Pedimos esta gracia”.
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