Adrián Vitali dejó hace 14 años el sacerdocio para formar una familia. El Vaticano le quitó la obligación del celibato y lo iguala con los laicos.
Río Tercero- El Día de los Enamorados de este año quedará grabado para los Vitali. Adrián (43), quien abandonó el sacerdocio católico hace 14 años para casarse con Alejandra (41), le mostró ese día la carta de dispensa que había recibido días antes del Vaticano.
Hacía casi 10 años que esperaban ese papel que les permitirá ahora casarse por iglesia. Lo podrán hacer ya acompañados por sus dos hijos, Bruno (13) y Renzo (10).
El Papa no firma una dispensa frecuentemente. Para este caso, le quita a quien fue sacerdote la obligación del celibato y lo reduce a un estado laical. Para la Iglesia, el laico es un cristiano que ejerce su misión religiosa fuera del ámbito sacerdotal.
La dispensa es el trámite formal por el cual un cura regulariza su situación ante la Iglesia, después de su alejamiento.
Vitali, como otros que dejaron de ser curas, en realidad sigue siendo sacerdote, ya que se considera a la ordenación como un “sacramento de carácter”, que al igual que el bautismo y la confirmación no se pierden nunca.
Sin embargo, quedó suspendido para ejercer el ministerio sacerdotal.
Los Vitali admiten que la dispensa les llegó tarde. “Es extemporánea”, dice Adrián, y aunque reconoce que pensó en rechazarla, asegura que cambió su opinión al escuchar a su mujer.
“A mí ya no me quitaba ni me agregaba nada. Pero para ella es una manera de reivindicar el amor de la pareja”, remarca.
Historia de amor
Alejandra cuenta que la historia de amor los sorprendió mientras él era cura en barrio Villa El Libertador, en Córdoba, y ella una activa colaboradora juvenil de la Iglesia en tareas que realizaba en villas y cárceles.
“En esa misma iglesia que en ese momento me juzgó, me criticó, me miró mal, quiero reivindicar que nos seguimos amando y que apostamos a la familia. Quiero recibir el sacramento del matrimonio, más allá de que no me siento representada por todos los hombres que dirigen la Iglesia Católica, que como hombres son falibles, que se equivocan”, apunta ella.
Alejandra asegura que saben de ex curas que fueron inducidos “a casarse en silencio y en capillas pequeñas”.
En la dispensa papal que muestran, que poco parece tener de personalizada, se les pide que la boda, por ejemplo, “se celebre con cautela y sin pompas”.
Adrián se pregunta “qué será la pompa”. Y su mujer acota: “No sé si será con pompa o a la canasta. Yo quiero que todos me vean feliz y no sentirme ya expulsada de esa iglesia”.
Por qué contarlo
Adrián confiesa por qué hace pública esta situación: “Pretendo informar al pueblo de Dios de estas cosas que suceden, que nadie explica ni se conocen por lo general. No buscamos otra cosa. Creo que es novedoso porque nunca hubo espacios para contarlo, nadie se entera, no hay una dimensión informativa de la Iglesia para con los fieles”.
Mientras apura el mate, a su lado Alejandra apoya: “Es que se vive como frustrante el matrimonio para el cura que deja los hábitos, es como la historia negra, queda todo encajonado. Por eso a la fiesta me la imagino ahora con mucha gente y con la alegría que no pudimos vivir antes”.
En la dispensa, otras de las imposiciones para Adrián es que al estar suspendido en el sacerdocio “no podrá leer la lectura en la Iglesia, ni distribuir la Eucaristía, ni ser director ni dar clases teológicas en institutos católicos”.
Abrir el debate
Un capítulo se logra cerrar para esta pareja con el arribo del papel del Vaticano. Pero Alejandra implora por un debate más abierto con la sociedad para que la Iglesia discuta temas relacionados con el celibato, además de su rol sobre políticas sociales.
Adrián precisa que la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Católicos Casados debe contar con unos 150 mil miembros en esa condición. “La gran mayoría no pide la dispensa”, acota.
Cita el ejemplo del grupo de curas casados de Córdoba, que él integra, en el que de casi 60 sólo tres la han solicitado. “Y a mí me llegó”, apunta.
“Yo la pedí a los cinco años de haber abandonado el sacerdocio. Te hacen sentir una experiencia como de destierro. Como nos pasa a todos, hay un distanciamiento de la Iglesia. La mayoría no la pide porque no hay una política pastoral de acompañar a los que dejan la tarea sacerdotal, ni en lo afectivo ni en lo laboral”. (La Voz del Interior)
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