Las feministas y ‘feministos’ radicales se han apuntado a una “estupidez lingüística” de la que “es ahora imposible volver atrás, a menos que para no herir susceptibilidades le llamemos sexo y sexa”, como afirma un lector de La Vanguardia.
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Muy acorde con la imperante ideología de género, que tiene en el Gobierno socialista a uno de sus principales impulsores, en los últimos tiempos se ha puesto de moda utilizar el término ‘género’ para sustituir lo que de siempre en español se había definido como sexo masculino o femenino.
Esta manipulación del lenguaje nace de una incorrecta traducción al español de la palabra ‘gender’, aplicada a personas o animales, que en realidad significa sexo y no género, muy a pesar de los grandes defensores de la ideología de género, entre los que cabe citar a destacados miembros del Gobierno, como la actual ministra de Sanidad, Leire Pajín; la de Exteriores, Trinidad Jiménez; la ex ministra de Igualdad, Bibiana Aído; o el propio presidente, José Luis Rodríguez Zapatero.
Cabe recordar que aún rechina en el recuerdo la frase que Aído pronunció el 9 de junio de 2008 cuando, en su primera comparecencia en la Comisión de Igualdad en el Congreso de los Diputados, se refirió a “los miembros y miembras de la comisión”.
Tras la guasa generalizada que provocaron sus palabras, la ex ministra se mantuvo en sus trece y aseguró que no descartaba “que se pudiera incluir” la palabra ‘miembra’ en el diccionario de la Real Academia Española, lo que añadió a la lista de críticos a algún que otro destacado lingüista o académico de la Lengua, como Gregorio Salvador.
“Sexo y sexa”
La utilización generalizada del término ‘género’ para traducir gender es utilizada por la ideología de género para introducirse, por ejemplo, en terrenos que deberían ser fundamentalmente objetivos, como por ejemplo las clasificaciones estadísticas.
Sin embargo, es obvio que el género, en castellano, corresponde a la naturaleza gramatical, género masculino y femenino, pero la diferenciación entre hombres y mujeres es por sexos. Y es precisamente a esta diferenciación a la que se refiere la palabra inglesa gender, para definir el sexo de animales o personas.
Así lo recuerda también el lector de La Vanguardia Juan María Adelantado, quien en una carta al director con el acertado título ‘Sexo y sexa’ hace referencia a “la estupidez lingüística a la que hemos llegado a base de personajes públicos, sobre todo de la esfera cultural y política, que hablan y redactan leyes lindando en la incompetencia lingüística y confundiendo al ciudadano en general”.
El autor de la carta concluye su escrito señalando que esa “traducción desacertada ha dado lugar a este extendido desvarío lingüístico del que es ahora imposible volver atrás, a menos que para no herir susceptibilidades le llamemos sexo y sexa”.
La ‘asexualidad’ de ciertos términos
Un buen antídoto contra esa obsesión de las feministas y ‘feministos’ radicales por sexualizar las palabras femeninas o masculinas que se refieren al conjunto del colectivo humano es recordar algunas de ellas.
Así, el ‘hombre’ se refiere en determinados contextos sólo al hombre, masculino, pero de forma genérica se refiere también al hombre y la mujer.
Otro tanto sucede con los términos ‘humanidad’ o ‘persona’, que siendo de género femenino no se refieren solo a las mujeres sino a todo el colectivo humano.
En ese sentido, decirle a un hombre que es una persona no es violentar su naturaleza, de la misma manera que referirse al hombre en términos de categoría universal no se está violentando a las mujeres.
También, cuando hablamos de padres, no es necesario añadir que hablamos de padres y madres; y cuando hablamos de los derechos parentales no necesitamos distinguir entre los derechos paternales y maternales.
Otro término que podría suscitar sus más y sus menos, desde el punto de vista de lo políticamente correcto, sería ‘matrimonio’. Cuando la pronunciamos, es obvio que no nos estamos refiriendo a las mujeres, a pesar de que el significado de su raíz haga referencia específica a la mujer (‘matrix’, o ‘matriz’, que tiene su origen a la vez en la raíz etimológica ‘mater’), sino al matrimonio institución, pensada para acoger a la madre, pero que también está formado por el padre.
Hay que recordar a los partidarios de la ideología de género que todas estas palabras forman parte, no de una opción sexual determinada, sino de la riqueza de un vocabulario desarrollado a lo largo de la historia.
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