"La Eucaristía transforma toda nuestra vida en culto espiritual agradable a Dios. Los exhorto… a presentar sus cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios. Éste es el culto razonable”. (Rm 12, 1).
Benedicto XVI: "El Sacramento del amor", n. 70.
Por el P. Jesús Álvarez, ssp
EUCARISTÍA: OFRENDA, BANQUETE Y COMUNIÓN
Jesús estaba para regresar a la Casa del Padre atravesando el umbral de la muerte hacia la resurrección y la ascensión. Pero el inmenso amor a los suyos le llevó a buscar una forma milagrosa de quedarse con ellos para siempre: la Eucaristía.
Cuerpo y Sangre de Cristo - B / 14 junio 2009
El primer día de los ázimos (pan sin levadura que se come en la pascua judía), cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: - Tomen; esto es mi cuerpo. Tomó luego una copa y después de dar gracias, se la entregó y todos bebieron de ella. Y les dijo: - Esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por todos. En verdad les digo que no volveré a probar el producto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios.
(Mc 14, 12-26).
La Última Cena fue la primera Eucaristía o Misa. Jesús estaba para regresar a la Casa del Padre atravesando el umbral de la muerte hacia la resurrección y la ascensión. Pero el inmenso amor a los suyos le llevó a buscar una forma milagrosa de quedarse con ellos para siempre: la Eucaristía, para cumplir su promesa: “No teman. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré paz y descanso”.
La Eucarística es el centro donde se actualiza y del cual se irradia para la humanidad, de forma continua y universal, la fuerza santificadora y salvadora de la encarnación, vida, pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo.
En la celebración de la Eucaristía los bautizados ejercen el sacerdocio bautismal que Cristo les confirió en el bautismo; sacerdocio que consiste sobre todo en ofrecerse junto con él como ofrendas agradables al Padre, con lo cual comparten, unidos a él, la salvación de la humanidad y de toda la creación.
En la comunión eucarística se realiza la máxima unión entre la persona de Jesús y nosotros; como el alimento: “Tomen y coman”. “Tomen y beban”. “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. "Quien come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él". Quien comulga con fe y amor, puede decir con san Pablo: “Ya no soy el que vive; es Cristo quien vive en mí”.
La comunión, que es unión real con Cristo, requiere y produce la comunión fraterna con el prójimo, empezando por casa. Aunque coma la hostia consagrada, no recibe a Cristo ni comulga con él quien alimenta rencores, desprecios, explotación, violencia o indiferencia hacia el prójimo, con quien Cristo mismo se identifica: “Todo lo que hagan a uno de éstos, a mí me lo hacen”. "Si falta la fraternidad, sobra la Eucaristía". Si los ojos de la fe y del corazón perciben a Cristo en la Eucaristía, también lo percibirán presente en el prójimo.
Quienes van a Misa y reciben el Cuerpo de Cristo sólo por costumbre, por rutina, tengan en cuenta la advertencia de San Pablo: “Quien come el Cuerpo de Cristo a la ligera, se come y traga su propia condenación”. Decir que se cree en Jesús, y luego llevar una vida contraria a la suya, es no creer en él, sino estar en contra de él. “Quien no está conmigo, está contra mí”.
Hay una realidad preocupante: Jesús mandó a los discípulos que dieran de comer a todos. Por eso instituyó la Eucaristía para todos los hijos de Dios, hermanos suyos… "Cuerpo entregado y sangre derramada por ustedes y por todos los hombres". La Iglesia posee el tesoro sublime y único de la Eucaristía, pero sólo tiene acceso a ella un tres por ciento de los bautizados. ¿Puede limitarse a ese minúsculo grupo la voluntad del Salvador presente en la Eucaristía para todos?
¿Por dónde tienen que ir los pasos y la creatividad de la Iglesia para que se distribuya el Pan de la Salvación a sus destinatarios, los hijos de Dios, que en gran número mueren de anemia espiritual y existencial? Es urgente una gran renovación de la catequesis y experiencia eucarística, que produzca una amplia conversión a Cristo Eucarístico, centro de la vida del cristiano, de la Iglesia y del mundo. Todos los hijos de Dios están invitados al banquete y fiesta de la Eucaristía.
EL SACRAMENTO DEL AMOR
En la Eucaristía, “fuente y plenitud” de la vida cristiana, Cristo realiza, revive y comparte con nosotros la misión redentora llevada a cabo durante su vida terrena a favor de la humanidad y de cada uno de nosotros. La palabra “sacrificio” aplicada a la Eucaristía, no significa sufrimiento, sino ofrenda sagrada, que hace sagrado y salvífico el sufrimiento pasado de Cristo y el nuestro actual.
La Eucaristía es la obra máxima de apostolado salvador, pues en ella Cristo y nosotros extendemos a todos los hombres la obra de la redención: “Cuerpo ofrecido y sangre derramada por ustedes y por todos los hombres”.
En la Eucaristía debemos ofrecer nuestra vida por la salvación de nuestros hermanos y del mundo, como Cristo la ofreció por nosotros. Es la manera de recuperar la vida para la eternidad: “Quien pierda la vida por mí, la salvará”.
Reporto algunos párrafos de la Exhortación apostólica de Benedicto XVI, “El Sacramento del amor”, cuya lectura les recomiendo vivamente..
1. Sacramento del amor, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable sacramento se manifiesta “el amor más grande”, el amor que impulsa a “dar la vida por quienes se ama” (Jn 15, 13). En efecto, Jesús amó a los suyos hasta el extremo… Del mismo modo en el sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su sangre.
2. En el Sacramento del altar el Señor sale al encuentro del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, acompañándolo en su camino. En efecto, en este sacramento el Señor se hace comida para el hombre hambriento de verdad y libertad.
6. La Eucaristía es “misterio de la fe” por excelencia. La fe de la Iglesia es esencialmente fe eucarística y se alimenta de modo particular en la mesa de la Eucaristía… Cuanto más viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios, tanto más profunda es su participación en la vida eclesial mediante la adhesión consciente a la misión que Cristo ha confiado a sus discípulos.
52. Los fieles, “instruidos por la Palabra de Dios, reparen sus fuerzas en el banquete del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada juntamente con el sacerdote, y se perfeccionen día a día, por Cristo Mediador, en la unión con Dios y entre sí” (SC).
70. El Señor Jesús, que por nosotros se ha hecho alimento de verdad y de amor, hablando del don de su vida, nos asegura que “quien coma de este pan, vivirá para siempre” (Jn 6, 51). Pero esta “vida eterna” se inicia en nosotros ya en este tiempo por el cambio que el don eucarístico realiza en nosotros: “El que me come, vivirá por mí” (Jn 6, 57)… Comulgando el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, él nos hace partícipes de su vida divina…
La Eucaristía transforma toda nuestra vida en culto espiritual agradable a Dios. “Los exhorto… a presentar sus cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios. Éste es el culto razonable” (Rm 12, 1).
97. La Eucaristía nos permite descubrir que Cristo muerto y resucitado se hace contemporáneo nuestro en el misterio de la Iglesia, su Cuerpo… Vayamos llenos de alegría y admiración al encuentro de la santa Eucaristía, para experimentar y anunciar la promesa de Jesús: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).
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