El papa, que se recupera lentamente de sus dolores de artrosis en la rodilla derecha, mantiene su presencia en todos los ritos de la Semana Santa así como los viajes previstos para los próximos meses al extranjero, entre ellos a México y Guatemala, confirmó a EFE una fuente vaticana.
La misma fuente, que insistió en que la enfermedad del pontífice es artrosis en la rodilla, restó importancia al hecho de que Juan Pablo II presidiera pero no oficiara la misa solemne del Domingo de Ramos, al afirmar que no es “ninguna novedad, ya que así se hizo durante siglos”.
“A lo largo de la historia la norma fue esa. Los papas presidían las ceremonias, pero no las oficiaban y así ocurrió hasta el papado de Juan XXIII e incluso al inicio del de Pablo VI”, añadió a Efe la fuente.
Pero lo que le pasó al papa el último domingo reabrió el debate sobre si está en condiciones de continuar al frente de la Iglesia a pesar del mal de Parkinson que sufre y de su visible disminución física.
Vittorio Messori, destacado escritor católico con buenos contactos en el Vaticano, encendió el debate esta semana.
Las imágenes en la televisión de un pontífice dolorido el pasado domingo, nuevamente levantaron muchas preguntas.
“¿Puede un papa, que cada vez está físicamente más debilitado, ser tan buen líder de los católicos como lo era anteriormente? ¿Debería un papa, que desempeña su cargo de por vida, retirarse si se enferma en lugar de morir desempeñando su papado?”
Messori aseguró que dentro del Vaticano la palabra “retiro” suena entre algunos.
El pasado lunes, el pontífice, que en mayo cumplirá 82 años, continuó con sus presentaciones en público llevado por sus ayudantes sobre una plataforma móvil.
El retiro en la historia
El último papa que decidió renunciar voluntariamente fue Celestino V, quien dejó el cargo en 1294. Gregorio XII abdicó con renuencia en 1415 para resolver una disputa cuando había más de un pontífice reinando al mismo tiempo.
El Vaticano resta importancia cuando se habla del retiro de Juan Pablo II.
“Por lo que recuerdo, uno dirige la Iglesia con la mente y no con una pierna”, dijo un arzobispo del Vaticano que no quiso identificarse.
Para un hombre como Wojtila, que apenas hace ocho años iba a esquiar y hacía excursiones en el campo, la pérdida de la movilidad es una pesada carga psicológica.
Pero los asesores sostienen que en años recientes el papa ha aprendido a vivir con la pérdida de movilidad y no sentiría como un estigma utilizar una silla de ruedas en público si tuviera que hacerlo.
La salud del pontífice ha estado debilitándose más o menos de manera constante desde principios del noventa, cuando surgieron por primera vez síntomas de la enfermedad de Parkinson. Su mano derecha tiembla ahora sin control.
Los médicos temen que pueda tener mayor dificultad en movilizarse por sí mismo. Ya utiliza un bastón y en los últimos dos años usa una plataforma rodante que los asistentes del Vaticano empujan por el corredor central de la Basílica de San Pedro para que oficie los servicios.
Mientras que en las leyes de la Iglesia hay cláusulas para la renuncia de un papa, no existe ninguna que se ocupe de la muy moderna posibilidad de que un pontífice pueda estar vivo pero incapacitado por un largo tiempo.
Cuando en el pasado se ha discutido sobre el tema del retiro, Juan Pablo II ha dicho que quiere continuar ejerciendo su trabajo por tanto tiempo como Dios quiera.
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