jueves, 4 de enero de 2001

AD NOSTRAS MANUS (31 DE JULIO DE 1793)


ENCÍCLICA

AD NOSTRAS MANUS

DEL SUMO PONTÍFICE

PÍO VI

A nuestros amados Hijos, los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, a los Venerables Hermanos Arzobispos y Obispos, a los amados Hijos de los Capítulos, al Clero y al Pueblo del Reino de Francia, Salud y Bendición Apostólica.

1. Ha llegado a nuestras manos cierto escrito que lleva por título "Manifiesto de l'armée chrétienne et royale au peuple français à Clisson, ce premier Jun 1793". En este manifiesto publicado a nombre de los generales del ejército cristiano, se declara, entre otras cosas, que si quieren, por todos los medios posibles, restaurar la religión católica a su estado anterior, es decir, hacer volviendo a florecer, invitan a los curas y vicarios destituidos en virtud de las facultades generales de sus legítimos obispos, a dirigirse al obispo de Agra, vicario apostólico que vive en cierta ciudad llamada Saint-Laurent sur Sèvre, para preguntarle cómo deben comportarse y cómo deben planificar sus acciones.

2. En verdad no sabemos si un escrito de este tipo es auténtico o no. Al fin y al cabo, quienes lo publicaron merecen una advertencia: dejen en libertad a los franceses para que concedan al texto la confianza que creen que se merece.

Sin embargo, desde el restablecimiento de la Religión Católica, a la que las intenciones de los citados generales parecen apuntar no sin los mayores elogios, ha sido siempre el fin principal y único de Nuestras funciones apostólicas, ya que los citados comandantes, eligiendo en este caso un cierto individuo que se considera Obispo de Agra y Vicario Apostólico, no sólo no logran el fin que se propusieron, sino que abren un camino más amplio al error, no sin una gravísima mistificación para los fieles, ya que nos parece que no hay obispo en ninguna parte con ese nombre y que el oficio de vicario apostólico nunca fue conferido por nosotros. Para despejar cualquier duda sobre la historia en tan importante momento, hemos decidido advertirles, amados Hijos y Venerables Hermanos, que cualquiera que haya tenido el coraje de usar el título de obispo de Agra y calificar como vicario apostólico no debe ser considerado como tal por nadie; por el contrario, todos deben rechazarlo y evitarlo como usurpador de ambas dignidades y considerar todos sus actos como sacrilegios que están viciados con el signo de la nulidad. De la escritura anterior no está claro cuál es el nombre de este pseudo-obispo, pero de otra fuente hemos sabido que se llama Guillot de Folleville.

3. Invitamos, pues, a cada uno de vosotros, Venerados Hermanos, en el nombre del Señor, a advertir a las poblaciones individuales y, en particular, a vuestros diocesanos contra este engaño. Ya que, como se dice con certeza, este pseudo-obispo y vicario apostólico prolonga su estancia por un largo tiempo en el recordado pueblo de Saint-Laurent, en la diócesis de Poitiers, no lejos de la diócesis de Saint-Pol de Léon. Me dirijo a vosotros, Venerados Hermanos Obispos de Poitiers y de Saint-Pol de Léon, y también a vosotros que tenéis las diócesis en las provincias de Poitou y de Bretaña, para que os cuidéis de informar de esto a vuestros diocesanos de la mejor manera posible, y es necesario que uséis el celo que os es común a vosotros y a los demás obispos franceses y que os dediquéis a ello con todas vuestras fuerzas.

4. A estas firmes amonestaciones, Venerables Hermanos, añadid también la vuestra contra el seudo-obispo y vicario, ordenándole, como le ordenamos con esta carta nuestra, que se abstenga de todo oficio propio de dignidades usurpadas, abandonando los delitos impíos según su conciencia, y para satisfacer las obligaciones para con la Iglesia de obtener el perdón y la absolución de las gravísimas penas a que está expuesto sobre la base de las reglas de los sagrados cánones, a que se refieren nuestras otras cartas apostólicas. 

5. Ciertamente no podemos dudar, Venerables Hermanos, de que cada uno de vosotros, cuando se vio obligado a abandonar sus sedes, no atendió adecuadamente a las necesidades espirituales de los fieles y no hizo uso de las facultades extraordinarias para delegar en otros esos poderes que os habíamos concedido.

Sin embargo, si la persecución de los adversarios hace inútiles y vanas vuestras provisiones, de modo que se prive a cualquier localidad de la legítima autoridad eclesiástica, recurrid a la Sede Apostólica los que tenéis el honor de tan loablemente defender la causa del sacerdocio. Intervendremos con pronta y legítima ayuda para que todos podáis llegar de nuevo, dirigir y administrar vuestras diócesis.

Mientras tanto, el Señor quiera que se cumplan Nuestros votos comunes y que volváis en breve a vuestros asientos, ejerzáis libremente el ministerio pastoral y restablezcáis la paz y la religión en el ilustre reino de Francia, tal como os imploramos y confiamos que tendrá lugar en el futuro.

Mientras tanto, afectuosamente os impartimos, Nuestros amados Hijos y Venerables Hermanos, la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, en Santa María la Mayor, el 31 de julio de 1793, año decimonoveno de Nuestro Pontificado.



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