1 de Diciembre: San Eloy, obispo y confesor
(✞ 659)
El admirable confesor y santísimo obispo san Eloy nació en Catelat, aldea del Lemosín en Francia, de nobles y piadosos padres, que le criaron en toda virtud.
Aprendió la letras que correspondían a su edad y nacimiento; y mostró mucho ingenio y capacidad para cuanto emprendía; por lo cual le envió su padre a Limoges y le puso bajo la enseñanza de un insigne platero y opífice de aquella ciudad, en cuyo arte dio tales muestras de habilidad y destreza, que no tardó en sobrepasar a la de su maestro mismo.
Sería de unos treinta años de edad, cuando por consejo de éste pasó a París: y como su conversación era tan honesta y agradable a todos, y tan rara su pericia en el arte, no tardó en granjearse la amistad de muchos, entre ellos de Bobbón, tesorero del rey Clotario, segundo de este nombre, para quien hizo muchas obras de valor y mérito.
Deseaba Clotario hacerse una silla o trono de una traza particular; y como ningún artífice alcanzase a hacérselo según su idea, su tesorero le presentó a Eloy, con la esperanza de que daría con el gusto del rey.
Le entregó éste una buena cantidad de oro y piedras preciosas; y Eloy hizo con esto no un trono, sino dos.
Presentó uno de ellos a Clotario: y éste lo halló tan ajustado a su idea, que no sabía cómo manifestar a Eloy su satisfacción.
Agradecido éste y humilde, fue a su casa y trajo el segundo trono, igual en todo al primero; con lo cual el rey quedó tan admirado de la destreza y de la fidelidad de Eloy que no pudo menos que abrazarle, y desde entonces le tuvo por su más íntimo privado y le puso cuarto en su palacio mismo.
No menor confianza que Clotario, tuvo en san Eloy su hijo y sucesor Dagoberto: y de ella no se servía el santo sino para bien de sus prójimos, empleando toda su hacienda en socorrer a los pobres, rescatar cautivos y fundar piadosas instituciones, como fueron la célebre abadía de Soliñac, cerca de Limoges, y un monasterio de doncellas en París bajo la invocación de san Marcial, y la iglesia de San Pablo en la misma ciudad de París.
En esos tiempos murió san Acario, obispo de Noyón y de Tournay, y el clero con el pueblo a una voz pidieron por obispo al religioso de la corte, nombre que daban a san Eloy.
Resistió Clodoveo II, hijo de Dagoberto y sucesor en el trono, no queriendo privarse de tan santo amigo y consejero: repugnó el santo cuanto le fue posible; mas tantas instancias se hicieron, que les fue preciso ceder; y san Eloy recibió las sagradas órdenes y pasó a Rúan en donde fue consagrado obispo en 640.
En su obispado conservó su espíritu de humildad, oración y penitencia; sus rentas las repartía entre los pobres; su único deseo era acrecentar la fe en Jesucristo por todas las regiones sumergidas aún en los errores de los paganos.
Favorecido por Dios con la virtud de hacer milagros y con el don de profecía y lleno de méritos, murió la muerte de los santos a los setenta años de edad, y diez y nueve de su obispado.
Reflexión:
¿Quién había de imaginar que un platero como san Eloy pasase del taller a la corte y de la corte a la sede episcopal? Su virtud excelente obró estas maravillas; en el taller vivió como cristiano perfecto, en la corte como religioso, y en la silla episcopal como celosísimo pastor de las almas. También podemos nosotros santificarnos en nuestro estado y oficio cualquiera que sea y ejecutando siempre la voluntad divina, hacer nuestras obras más preciosas que el oro.
Oración:
Oíd, Señor, las súplicas que os dirigimos en la fiesta de vuestro confesor y pontífice san Eloy, y libradnos de nuestras culpas por intercesión de quien tan dignamente os sirvió. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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