17 de Noviembre: San Gregorio Taumaturgo, Obispo
(✞ 270)
El gloriosísimo San Gregorio, obispo de Neocesarea, llamado Taumaturgo, que quiere decir obrador de milagros, nació en Neocesarea, en el Ponto Euxino, de padres nobles y ricos, aunque gentiles.
Habiendo aprendido las primeras letras, fue enviado a Alejandría, y en el estudio de las ciencias filosóficas, le alumbró el Señor el alma, y viendo la verdad de nuestra santa fe, la abrazó y se hizo cristiano.
Aplicóse después a las letras divinas, oyendo por espacio de cinco años las elecciones de Orígenes.
Volviendo luego a su patria, por muerte de su padre quedó heredero de toda su gran hacienda; la cual vendió y repartió el precio a los pobres, y se apartó a la soledad.
Pero extendiéndose por todas partes la fama de su sabiduría y de sus virtudes, le buscaron con gran trabajo para hacerle obispo de Neocesarea.
Estaba toda aquella tierra llena de templos dedicados a los demonios y en los bosques, alamedas y montes se les ofrecían abominables sacrificios; más el santo, con la gran virtud que tenía de hacer milagros, redujo tantos gentiles a la fe, que al poco tiempo, se propusieron construir un templo al Dios verdadero.
Pero como el lugar donde habían de edificarlo, de una parte quedaba estrechado por un río y por la otra por un monte, hizo el santo, con la virtud de su oración, que el monte se retirase cuanto era necesario.
Lamentábase también el pueblo, por las enfermedades que causaban las aguas insalubres de una laguna que allí había; y una noche fue el santo para hacer oración sobre ésta, en la ribera; y llegada la mañana, había desaparecido la laguna, y se había convertido en tierra fértil y fructuosa.
Bañaba aquella comarca el río Lico llamado hoy Casalmae, que era muy caudaloso, que saliéndose de madre, arrebataba árboles, ganados y casas con los moradores; y acudiendo aquellos al Santo para que los socorriese en tan extrema necesidad, se encaminó hacia el río, y fijó en la ribera el báculo que llevaba en la mano y suplicó al Señor que aquel báculo fuese el límite del río; y así sucedió, porque aquel báculo se convirtió en un árbol; y cuando más furioso venía del río, cuando llegaba con sus aguas al árbol, se detenía y volvía hacia atrás.
Se levantó en su tiempo la cruel y fiera persecución de Decio contra la Iglesia Católica; y juzgó San Gregorio, que lo que más convenía a la gente era retirarse un tiempo; y para poderlos ayudar más, el mismo huyó y se fue con ellos a un monte hasta que, pasada aquella tormenta, volvieron a la ciudad.
Supo poco después por revelación la hora de su muerte; y preguntó a su diácono cuantos gentiles que daban en Neocesarea.
Le respondió que había solo diecisiete. Y alabando Gregorio a Dios dijo:
- Diecisiete eran los cristianos que hallé en ella cuando vine.
Y dichas estas palabras dio su espíritu al Señor.
Reflexión:
Bondadosísimo y misericordiosísimo se mostró Dios en los numerosos y estupendos milagros logrados a petición de su fidelísimo siervo San Gregorio. Pero no menos lleno de bondad y misericordia se nos muestra el Señor, cuando aflige a sus siervos, y los visita por medio de la tribulación. Es cierto que no siempre vemos los paternales designios del altísimo en nuestras tribulaciones; pero vendrá el día en que podamos decir con el profeta: Pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste al refrigerio.
Oración:
Te rogamos, oh Dios Todopoderoso, que en la venerable solemnidad de tu bienaventurado pontífice y confesor Gregorio, aumentes en nosotros el espíritu de piedad; y el deseo de nuestra eterna salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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