23 de Noviembre: San Clemente, Papa y mártir
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El apostólico pontífice y mártir san Clemente nació en Roma, y fue hijo de padres nobilísimos, deudos muy cercanos de los emperadores.
Recibió la Fe, el Bautismo y el Sacerdocio de mano del príncipe de los Apóstoles, San Pedro, y se hizo discípulo de San Pablo, a quien ayudó en la predicación del Evangelio, como lo testifica el mismo apóstol, escribiendo a los Filipenses, cuando dice: “Yo y Clemente y los demás de mis compañeros que trabajaron conmigo, y están sus nombres escritos en el Libro de la Vida”.
Volviendo a Roma después de varias correrías apostólicas, San Pedro le consagró Obispo, y le instituyó sucesor suyo; aunque él, teniéndose por indigno dio su lugar a San Lino y a San Cleto, a cuya muerte tomó Clemente el gobierno de la Iglesia.
Siendo Sumo Pontífice, señaló siete notarios, y los repartió en los barrios de Roma para que tuviesen cuenta de inquirir y escribir las batallas y triunfos de los mártires.
Estando la Iglesia de Corinto alterada por divisiones y cismas, escribió San Clemente dos admirables Epístolas a aquella cristiandad, con las cuales, dice San Ireneo, restableció la Fe y la Caridad entre los hermanos de Corinto; y les recordó las tradiciones que habían recibido por ministerio de los Apóstoles.
Predicaba la palabra de Dios con tanto espíritu que muchos gentiles se convertían a la Fe, y algunos se daban a toda perfección y seguían los consejos evangélicos; por lo cual, los sacerdotes de los ídolos persiguieron a San Clemente, y alborotaron al pueblo contra él, y le acusaron delante de Mamertino, prefecto de Roma.
Consultado por el prefecto el emperador Trajano, mandó que Clemente, o sacrificase a los dioses, o fuese desterrado a Quersona, en el Ponto Euxino.
Prefiriendo el Santo el destierro, halló en él más de dos mil cristianos desterrados por el mismo emperador y condenados a cortar y llevar piedras. Padecían gran falta de agua; y enternecido el Santo, hizo oración al Señor, la cual acabada, alzó los ojos y vio un cordero que levantaba el pie derecho, como señalando dónde hallarían agua; y llegándose a aquel lugar, dio con un azadón un golpe, y brotó luego una fuente de agua clara y abundante.
Como por este milagro se convirtiese gran muchedumbre de gentiles, mandó el emperador a aquellas tierras a un presidente, llamado Aufidiano, el cual hizo gran estrago entre los fieles de Cristo; y mandó que llevasen a San Clemente adentro, en alta mar, donde, con una pesada ancla al cuello, fuese sumergido a las aguas.
Con esta clase de muerte alcanzó el venerable Pontífice la palma del martirio.
Reflexión:
Para estorbar que los cristianos recogiesen y venerasen las sagradas reliquias de San Clemente, ordenó el prefecto gentil que fuese sepultado en el fondo del mar; pero el Señor hizo que el mar se retrajese tres millas, hasta descubrir el santo cuerpo que hallaron los cristianos. Fue puesto en un templo en un sepulcro de mármol; y junto a él, el ancla con que había sido arrojado al agua. Y en tiempos de Nicolao I fue trasladado a Roma aquel venerable cadáver, y colocado con gran solemnidad en una iglesia de su nombre. ¡Así quiere Dios, nuestro Señor, que sean veneradas las sagradas reliquias de sus santos!
Oración:
¡Oh Dios! que cada año nos alegras con la festividad de San Clemente, tu Pontífice y mártir; concédenos benigno, que, pues celebramos su nacimiento para el cielo, imitemos la paciencia que mostró en su martirio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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