2 de Noviembre: La Conmemoración de los Fieles Difuntos
Después que la Santa Iglesia en el día de ayer celebró la Fiesta de todos los Santos, hoy extiende su caridad, y ayuda con sus oraciones y sufragios a las almas del purgatorio.
Pues es dogma de fe que para poder entrar en el cielo, han de purificarse y acrisolarse las almas de los que murieron en gracia de Dios con pecados veniales o sin haber satisfecho en vida enteramente, los mortales que cometieron.
Las obras con que podemos socorrerlas son tres: la primera y principal es el Santo Sacrificio de la Misa; la segunda, la oración; y la tercera, todas las obras penales con que se satisface a la divina justicia, como son la limosna, ayunos, penitencias, peregrinaciones, y cosas semejantes.
Además de estos modos con que las personas particulares socorren a las almas del purgatorio, el Sumo Pontífice concede indulgencias aplicables a ellas, no por vía de absolución, sino por modo de sufragio, y como dispensador del tesoro de la Iglesia que son las obras y satisfacciones de Cristo y de los Santos.
Ganando para las benditas almas estas indulgencias, y haciéndoles otros sufragios, ejercitamos con ellas las obras de misericordia.
Porque damos de comer al hambriento, y de beber al sediento, aliviamos con nuestra caridad el hambre y la sed que aquellas santas almas tienen de Dios.
Consolamos al enfermo, porque mucho padecen las almas del purgatorio en aquel lugar de tormentos.
Rescatamos al cautivo, porque cautivas están en aquella cárcel de expiación, y las redimimos con indulgencias y limosnas.
Vestimos al desnudo, alcanzándoles de la bondad de Dios la vestidura nupcial y sin mancha, que necesitan para entrar en el cielo.
Hospedamos al peregrino, rogando al Señor que por los méritos de Cristo les abra las puertas de su palacio divino; y en fin, ¿no es mayor obsequio el llevar aquellas almas al eterno descanso del paraíso, que el dar a sus cuerpos sepultura?
Pero aunque no podemos compadecernos por todos los que están en el purgatorio; especialmente hemos de socorrer a nuestros deudos y amigos, a los padres e hijos, a los maridos y mujeres, a los hermanos carnales y otras personas con quienes tuvimos algún lazo más estrecho de sangre o amistad.
Finalmente, mucho mayor cuidado debemos poner en cumplir las obligaciones de justicia que pertenecen a ellos, ejecutando sus testamentos y legados píos, y todo lo que dispusieron para el bien de sus almas.
Reflexión:
Mientras que el Señor nos da tiempo, procuremos ajustar nuestra vida con la ley de Dios y llorar nuestras culpas, y satisfacer por ellas en esta vida; aceptemos las tribulaciones, como de su bendita mano, en penitencia por nuestras culpas; y ayudemos a nuestros hermanos con las buenas obras que pudiéramos, para que salgan del purgatorio puros y afinados; y cuando gocen de Dios nos ayuden con sus oraciones, y nos den la mano para llegar al puerto de salud, y gozar juntamente con ellos de la eterna bienaventuranza.
Oración:
Oh Dios, creador y Redentor de todos los fieles, concede la remisión de los pecados a las almas de tus siervos y siervas, para que consigan, por nuestras humildes súplicas, el perdón que siempre desearon. Que vives y reinas por todos los siglos de los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted puede opinar pero siempre haciéndolo con respeto, de lo contrario el comentario será eliminado.