domingo, 27 de octubre de 2024

27 DE OCTUBRE: SAN FRUMENCIO, OBISPO


27 de Octubre: San Frumencio, Obispo

(✞ siglo IV)

El glorioso san Frumencio, apóstol y obispo de Antioquía, fue natural de Tiro, y criado por sus padres en la Fe Cristiana y en santas costumbres.

Pero siendo todavía muy joven quedó huérfano y fue encomendado con su hermano Edesio, a la tutela de un tío suyo, que se llamaba Meropio, filósofo de Tiro.

El amor a la ciencia, movió a este sabio a hacer un viaje a Etiopía, y llevó consigo a sus dos sobrinos.

Tuvieron próspera navegación y el filósofo se enteró con gran diligencia sobre las cosas que quería aprender en aquel viaje; más, al emprender el viaje de regreso a su patria, la nave tuvo que detenerse en cierto puerto de Etiopía para abastecerse de algunas provisiones necesarias; y entonces unos bárbaros de aquel país apresaron y saquearon la barca, degollando al capitán, a Meropio y a la demás gente que había en ella. 

No estaban allí los dos niños Frumencio y Edesio porque antes de que esto ocurriese habían saltado a tierra y estaban algo lejos en la playa, sentados debajo de un árbol estudiando la lección que debían de dar cuenta a su tío.

Así que los bárbaros, viendo aquellos dos niños tan inocentes y candorosos, no quisieron matarlos, sino presentarlos al rey de aquella tierra, el cual residía en Axuma, llamada hoy Ascu, en Abisinia.

Fascinado el príncipe por las raras prendas de los dos mancebos, los hizo educar con gran cuidado, y a Edesio hizo más tarde su secretario, y a Frumencio nombró tesorero y gobernador del reino.

Estando el rey por morir, les concedió la libertad; más la reina les rogó que no la dejasen hasta que su hijo heredero del trono llegase a la edad competente para gobernar el Estado.

En todo ese tiempo trabajaron los dos santos hermanos para disponer la corte y el reino para recibir la doctrina del Evangelio conforme a la cual habían siempre vivido.

Edesio volvió después a Tiro de cuya iglesia fue digno sacerdote; y Frumencio rogó a San Atanasio que mandase a Etiopía un obispo para que llevase a cabo la conversión de los Etíopes.

Juzgó el santo patriarca Atanasio que ninguno podría ejercitar con mayor celo el cargo pastoral de aquellos pueblos, que el que los había dispuesto a recibir la Fe; y así consagró en Alejandría a san Frumencio como obispo de los Etíopes.

De vuelta a Axuma bautizó el santo a toda la familia real y con su apostólica predicación, y los milagros con que el Señor la autorizaba, redujo toda la nación a la Fe de Jesucristo.

Finalmente, después de ordenar todas las cosas de aquella nueva iglesia, que le reconoce como su apóstol, y gobernarla santamente algunos años, murió en Axuma, y pasó a recibir la recompensa de sus apostólicos trabajos y méritos.

Reflexión:

Mira qué preciosos frutos dieron las primeras semillas de la educación cristiana que recibieron los dos niños Flumencio y Edesio. Aunque se vieron cautivos en un país idólatra, nunca dejaron de vivir según la ley de Cristo, y finalmente ganaron para Cristo todo aquel reino. ¡Oh! ¡Si ponderaran bien los padres de familia cuanto importa educar cristianamente a los hijos desde sus más tiernos años! Entonces la tierra de su corazón está aún limpia de malas hierbas de vicios y pasiones; y las semillas de las virtudes germinan en ella y echan profundas raíces, y más tarde producen copiosos frutos.

Oración:

Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable solemnidad del bienaventurado Frumencio, tu confesor y pontífice, acreciente en nosotros la gracia de la devoción y el deseo de nuestra eterna salud. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.


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