26 de Octubre: San Evaristo, Papa y mártir
(✞ 121)
El gloriosísimo Pontífice y mártir San Evaristo, fue griego de nacimiento, pero originario de Judea, pues su padre era un israelita llamado Judas, natural de Belén, que pasó a vivir a Grecia.
Habiendo sido alumbrado Evaristo con la luz de la Fe fue a Roma, y por sus loables costumbres y muchas letras fue recibido con gran aplauso entre el santo clero de la Iglesia romana, madre y maestra de todas las demás iglesias.
Por muerte del Santo Pontífice Anacleto coronado con el martirio (glorioso fin de todos aquellos primeros Papas), fue San Evaristo por voz unánime colocado en la silla de San Pedro.
Alaba San Ignacio, obispo de Antioquia, la fidelidad, valor y constancia en la fe, pureza de costumbres y fraternal caridad que resplandecía en la Iglesia romana gobernada por este Santo Pontífice, a pesar de que la mayor parte de los herejes procuraban derramar en ella el veneno de sus errores, persuadidos de que una vez inficionada la cabeza del orbe cristiano, luego se extendería a todo el cuerpo la ponzoña de la herejía haciendo mayores estragos.
No había entonces iglesias públicas, sino unos oratorios privados dentro de casas particulares, donde se congregaban los cristianos para oír la palabra de Dios y participar de los divinos misterios y Sacramentos.
Aquellos oratorios se llamaban títulos, porque sobre sus puertas se grababan unas cruces, para distinguirlos de los lugares profanos llamados también con el nombre de títulos, por las estatuas de los emperadores que había a sus puertas.
El Santo Pontífice distribuyó dichos oratorios o títulos entre ciertos presbíteros, para que cuidasen de ellos.
Mandó también que, conforme a la Tradición Apostólica, se celebrasen públicamente los matrimonios, y que los desposados recibiesen en público la bendición de la Iglesia.
Predicaba con apostólico celo varias veces cada día, y enseñaba por sí mismo la Doctrina de Cristo a los niños y a los esclavos; y como se aumentase mucho el número de los fieles, y creciese a la par el odio con que miraban los idólatras la pureza de la ley evangélica tan opuesta a la corrupción de sus costumbres paganas, no cesaban de sembrar contra los cristianos las más horribles calumnias, pintándolos como hechiceros que con sus sortilegios encantaban a las gentes.
De estas calumnias y falsos rumores nacían muchas veces tumultos contra ellos en el circo, en el anfiteatro, y en los juegos públicos, y cuando veían pasar por la calle algún cristiano, gritaban desaforadamente: ¡Al malvado! ¡Al facineroso! ¡Al hechicero! En uno de estos motines populares fue hallado y apresado nuestro Santo Pontífice en el año noveno de su Pontificado; y aunque no se sabe qué linaje de suplicio padeció, consta que en un día como hoy, 26 de octubre, alcanzó la gloriosa corona de los mártires.
Reflexión:
El emperador Trajano, en cuyo tiempo padeció el martirio nuestro Santo Pontífice, se gloriaba de ser más religioso y humano que los otros emperadores, y no publicó nuevo edicto contra los cristianos; pero toleraba que el pueblo se amotinase contra ellos y les persiguiese hasta la muerte. También ha ocasionado algunas veces semejantes desafueros la moderna tolerancia de los gobiernos liberales. Pero, ¿qué es esa tolerancia que abandona en manos de la gente más desgarrada y soez del pueblo a personas inocentes e indefensas, sino un resabio de aquella antigua inhumanidad y barbarie?
Oración:
¡Oh Dios omnipotente! Mira con ojos piadosos nuestra flaqueza, y ya que nos agrava el peso de nuestras miserias, la intercesión del bienaventurado Evaristo, tu mártir y Pontífice, nos proteja y ampare. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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