miércoles, 9 de octubre de 2024

ADIÓS, SOCIETE

Esta mañana, en mis brazos, y atendido por los buenos haceres de Rafa y Amparo, sus veterinarios y excelentes amigos, Socio se ha dormido para no despertar más.

Por el padre Jorge González Guadalix


Acercándose a los quince años, llegó el momento de decirnos adiós. Estaba ciego, prácticamente sordo, muchas dificultades para moverse y últimamente había dejado de controlar esfínteres. También tenía perdido el sentido de la orientación, con lo que verle manejarse por casa era contemplar cómo se iba dando golpes contra todo. Para remate, hace tres semanas padeció una bronconeumonía que acabó de dejarle muy tocado. Uno no quiere verlo, pero los veterinarios lo tuvieron claro: “Jorge, es el momento de dejarlo marchar”. Hace un rato se ha ido.

Socio ha sido un perro muy feliz y muy querido. Los amigos, los que lo han conocido, me decían que el que de verdad vivía como un cura era Socio, especialmente en estos años en la Sierra Norte, donde, además de pasear hasta que ha sido posible, ha tenido a su disposición un agradabilísimo jardín en el que jugar, saltar, dar unos pasitos, tomar el sol, olisquear lo que se le ponía por delante. Si me he ido de vacaciones junto al mar, Socio conmigo. Cada vez que he acudido a mi pueblo, Socio al pueblo, donde también ha disfrutado del enorme patio de casa. ¿Que ha sido un perro mimado? Ya reconozco que sí. Y no me vengan con eso de cuidar a Socio cuando hay tantos pobres, que eso es demasiado viejo. Diría más: todo el que ha tenido y querido a un perro es alguien sensible ante las necesidades de los demás.

Ha sido un perro muy querido en los pueblos y en las redes. Era empezar las noticias de los viernes y la primera pregunta era por él. En el blog, los saludos que se llevaba eran constantes. La verdad es que ha sido un perro que se ha dejado querer.

Le voy a echar mucho de menos. No se hacen idea hasta qué punto Socio fue capaz de paliar mi soledad, de aguantar mis lágrimas, por ejemplo cuando falleció mi madre. Me notaba triste y todo su afán era darme lametones en la cara. Hace poco me comentaban que en Madrid somos muchos, cada vez más, los sacerdotes con perro. Como para reflexionar.

Recordaré su cara simpática, sus zalamerías, capaces de sacar una sonrisa a cualquiera. Echaré en falta su alegría al verme llegar a casa, su hacer guardia en la puerta del jardín esperándome hasta la vuelta. Socio era la alegría de la casa donde llegábamos. No olvidaré los lametones que regalaba a una buena amiga suya cada vez que nos invitaban a comer. Socio era así.

Piadoso no era, las cosas como son. No le gustaba demasiado entrar en los templos. Si le decía que me acompañara a hacer alguna cosa en la iglesia de La Serna, en cuanto me veia acercarme se daba media vuelta. Esa aversión a la catolicidad la achacaba el P. Iraburu, se conocieron en la parroquia de Madrid, a la falta de la gracia bautismal, pero la cosa tampoco tenía fácil solución.

Te echaré en falta, Societe. Fuiste un buen perro. Un fiel y leal compañero. Un amigo, un buen socio en mi vida. Descansa en paz. Ya sé que no hay vida eterna para los perros. Lástima. No sé que pensará de esto san Francisco de Asís. No pasa nada. Tú siempre estarás vivo en el corazón de este cura. Y quién sabe si, por encima de teologías, el día que yo deje este mundo me encuentre con la sorpresa de que sales a recibirme. ¿Te imaginas?

Me gustaría soñar que ahora, sin las limitaciones de tu cuerpo agotado, estás disfrutando de un mágico lugar donde correr tras el balón para acabar rematando de cabeza. GOL!!!!

Un abrazo y un beso, campeón.


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