Por el padre Michael Briese
Debemos ser capaces y estar dispuestos, y esforzarnos por perseverar en nuestros esfuerzos diarios por desprendernos de nuestro viejo “yo” y de nuestros condicionamientos culturales. Del mismo modo, Cristo nos llama a desprendernos de nuestro viejo egocentrismo.
En su lugar, respiramos, sentimos y conocemos y llegamos a comprender más a fondo la presencia real de Cristo... justo dentro de la quietud y el silencio orante contenidos en las otrora frías y vacías tumbas de un cálido corazón humano. Nos esforzamos por abrazar a Cristo y vivir más atentamente, en la oración sincera, el lenguaje espiritual del corazón humano.
San Benito se retiró del mundo para poder ser, vivir y orar más a fondo... todo en compañía de Cristo.
San Benito dejó muy claro a sus monjes y a numerosos visitantes que sólo a través de nuestro amor a Dios, basado en la fe, podemos, tanto como individuos, como miembros de nuestra única raza humana comúnmente compartida, aprender, practicar y vivir.
Sólo con la guía de Dios podemos esperar verdaderamente seguir creciendo y madurando en nuestra capacidad diaria de llevar el inmenso amor que Dios deposita en lo más profundo de nuestro ser; y a través tanto de las palabras como de los hechos, imitar a Cristo mediante la oración y el servicio.
Dios nos invita a servir a nuestros hermanos; sobre todo, a los más desesperadamente necesitados. Esta es una breve descripción de la Vida Cotidiana de Cristo... que podemos elegir libremente adoptar y vivir... un día, una hora santa cada vez. Gracias sean dadas a Dios. Amén.
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