25 de Agosto: San Luis, Rey de Francia
(✞ 1270)
San Luis, Rey de Francia, noveno de ese nombre, espejo de reyes y ornamento de su nación, fue hijo de Luis VIII, rey asimismo de Francia, y de doña Blanca, hija de Alonso VIII, rey de Castilla, y héroe de las Navas de Tolosa.
Quedó San Luis huérfano de padre a la edad de doce años, debajo de la tutela de su madre, la cual solía decirle:
- Hijo mío, antes querría verte muerto delante de mis ojos, que con algún pecado mortal.
Las cuales palabras de tal manera se le asentaron en el corazón al hijo, que jamás cometió culpa grave. Y a los cuatro hijos que tuvo se las repetía como la mejor bendición.
Traía en las carnes un áspero cilicio; los sábados lavaba los pies de algunos pobres, y los días de fiesta daba con sus manos de comer a más de doscientos.
Edificó en su palacio real de París una capilla muy suntuosa, donde solía orar con gran fervor, en la cual puso el hierro de la lanza que abrió el costado de Cristo junto con otras reliquias muy preciosas.
Era tan grande su fe al Santísimo Sacramento, que habiendo aparecido en París un niño hermosísimo en la Hostia, mientras decía un sacerdote Misa, y concurriendo el pueblo a avisarle de tal prodigio, el Santo Rey no quiso ir, diciendo que no tenía necesidad de aquel milagro para creer que Cristo estaba en la Hostia consagrada.
Hizo una ley para que a los blasfemos y perjuros los herrasen y cauterizasen como a esclavos; y castigando con rigor a los herejes, desarraigó la herejía de todo su reino.
No fue menos celoso de la justicia; y él mismo trataba las causas de los pobres dos veces cada semana debajo de la célebre encina de Vicennes.
Pidió la cruz con la que desde aquel tiempo se predicaba para la conquista de Tierra Santa; se la puso en el vestido, y habiendo juntado un numeroso y lucido ejército, se embarcó con toda su gente después de haber hecho procesiones y rogativas para que Dios favoreciese sus píos intentos y diese buen suceso a aquella jornada.
Más, aunque desembarcó en Egipto el ejército cristiano llegó a tomar la ciudad de Damieta, y peleó dos veces con los moros con gran matanza de aquellos bárbaros, en castigo de la ambición de algunos capitanes y de las malas costumbres de los soldados, no alcanzó la victoria en aquella guerra ni en la otra cruzada que llegando a Túnez fue contagiada de una maligna peste que asolaba aquella región, en la cual fue herido el Santo Rey, a quien el Señor, en lugar de la Jerusalén de la tierra, dio la Jerusalén celestial y la eterna recompensa de sus heroicas virtudes, a la edad de cincuenta y seis años.
Fue canonizado por el Papa Bonifacio VIII en 1297.
Reflexión:
Estando San Luis por morir, escribió para su hijo, el Rey Felipe:
Testamento espiritual de San Luis a su hijo
(Acta Sanctorum Augusti 5 [1868]1, 546)
Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible.
Hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal.
Además, si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es posible que la hayas merecido. Y, si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas.
Asiste, de buena gana y con devoción, al culto divino, mientras estés en el templo, guarda recogida la mirada y no hables sin necesidad, sino ruega devotamente al Señor con oración vocal o mental.
Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdalos y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios, y así te harás digno de recibir otros mayores. Obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón. Pon la mayor diligencia en que todos tus súbditos vivan en paz y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas.
Sé devoto y obediente a nuestra madre, la Iglesia Romana, y al Sumo Pontífice, nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado, principalmente la blasfemia y la herejía.
Hijo amadísimo, llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante puede dar a su hijo; que la Santísima Trinidad y todos los Santos te guarden de todo mal. Y que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal manera que reciba de ti servicio y honor, y así, después de esta vida, los dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin. Amén”.
No es maravilla, pues, que San Luis fuese bendecido y aclamado por todo su reino no sólo como Santo Rey, sino también como padre de todos sus vasallos.
Oración:
Oh Dios, que trasladaste a tu confesor, el bienaventurado Luis, desde el reino de la tierra a la gloria del cielo; concédenos que por su intercesión y por sus méritos, seamos recibidos en el reino del Rey de los Reyes, Jesucristo, tu único Hijo, Nuestro Señor. Amén.
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