1 de Septiembre: San Gil, Abad
(✞ 720)
El maravilloso abad San Gil, fue griego de nación, natural de Atenas, y de sangre real.
Se aplicó desde niño a las letras y virtudes, y era muy inclinado a las obras de misericordia.
Yendo cierto día a la iglesia, vio un pobre enfermo que estaba echado en el suelo y que le pedía limosna; y San Gil, quitándose la túnica, cubrió con ella la desnudez del pobre, y al colocársela, le dio juntamente la salud.
Muertos sus padres, repartió entre los pobres su crecido patrimonio; y no parece sino que Dios quiso pagárselo con el don de milagros, porque obró tantos, que divulgándose en Grecia la fama de su santidad, se embarcó a donde no fuese conocido ni estimado.
Más la gracia de los prodigios lo seguía, y así en el mar sosegó con su oración una gran borrasca.
Llegado a Arles, donde era Obispo San Cesáreo, estuvo dos años con él en santa compañía, y habiendo pasado después el Ródano, obró muchos milagros en las regiones vecinas.
La gente del país lo honraba por tantos prodigios; y él, por huir de la alabanza de los hombres, entró por la parte en que el Ródano va a morir en el mar, y halló una gran espesura, y en ella, una cueva muy solitaria, y no lejos de aquel lugar, una fuente de agua clara y abundante.
Allí puso el santo su asiento; y todos los días venía a San Gil una cierva como enviada de la mano de Dios, para que con su leche se sustentase.
Habiendo salido una vez el rey de Francia a cazar hacia aquella parte, la cierva acosada por los perros, con gran ligereza fue a guarecerse en la cueva del santo, se volvieron los perros atrás hacia sus amos, y como otro día viniese el rey con más cazadores, y no osasen los perros llegarse a aquella gruta, un ballestero, tiró desatinadamente una saeta que hirió al santo.
Rompiendo luego las malezas el rey con su gente, halló a San Gil en hábito de monje, de muy venerable aspecto, puesto en oración, sin moverse ni turbarse, y corriéndole sangre de la herida, y la cierva rendida a sus pies.
El rey se admiró en gran manera de lo que estaba viendo, y pidiendo perdón al santo, mandó que le curaran luego la herida, pero él lo resistió, diciendo que no consentiría jamás que le quitasen aquella ocasión de nuevos merecimientos.
Con esto quedó tan edificado el rey que le construyó allí un monasterio, en el cual vivió San Gil algunos años, ordenado ya como sacerdote, con muchos discípulos que se le juntaron, a quienes gobernó con prudencia del cielo, hasta que llegando el día de su muerte, les echó su paternal bendición, y fue a gozar de Dios, a quien tan santamente había servido.
Reflexión:
Preguntarás por ventura ¿en qué se ocupaban los discípulos del santo abad Gil y otros tantos monjes de los antiguos monasterios? En la contemplación de las cosas celestiales, en el canto de los salmos, en trabajos manuales, en el cultivo de las tierras, en abrir caminos por los desiertos y formar poco a poco centros de poblaciones en medio de las soledades; en evangelizar a pueblos rudos o bárbaros, y en socorrerlos como ángeles de los pobres. Siempre verás alrededor de un antiguo monasterio algunas poblaciones que se formaron debajo de la protección y jurisdicción paternal de los monjes. Ahora están bajo el yugo del estado o de amos a las veces harto codiciosos y egoístas.
Oración:
Te rogamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado abad San Gil nos recomiende en tu divino acatamiento, para alcanzar por su patrocinio lo que no podemos impetrar por nuestros méritos. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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