24 de Agosto: San Bartolomé, apóstol
(✞ 71)
El gloriosísimo apóstol y fortísimo mártir de Cristo San Bartolomé, fue natural de Galilea, hijo de Tolmai, y de oficio pescador, como su padre, según dice el historiador Josefo.
Luego que fue llamado por Jesucristo, lo dejó todo para siempre; y así fue testigo de casi todas sus palabras, obras y prodigios.
Después de la pasión y muerte de Cristo vio muchas veces al Señor vivo y resucitado, y fue testigo ocular de su gloriosa Ascensión a los cielos.
Y a los cincuenta días de la Resurrección, habiendo recibido el Espíritu Santo y el don de lenguas, al tiempo que los Apóstoles dividieron entre sí las provincias del mundo para predicar el Evangelio, cupo a San Bartolomé la misión de Licaonia, de Albania, de las Indias orientales y de Armenia.
Llevó consigo el libro del Evangelio escrito por San Mateo en lengua hebrea, y como dice San Crisóstomo, por todas partes donde esparcía las primeras semillas de la fe, eran tan colmados los frutos, que los gentiles se asombraban de la rara mudanza de costumbres, de la pureza, templanza y virtud de los pueblos que se convertían.
De la Licaonia pasó a la India citerior, como lo escriben Orígenes, Eusebio y San Jerónimo; y añade San Panteno que más tarde se halló en aquella región una copia del Evangelio hebreo que llevaba consigo el santo apóstol.
De allí vino a la mayor Armenia, y a la ciudad, que era cabeza de aquel reino, donde había un templo del famoso ídolo llamado Astarot, en el cual el demonio con sus embustes daba oráculos y prometía la salud a los que les sacrificaban, más habiendo el santo entrado en aquel templo, el ídolo enmudeció, causando esto gran asombro aquella miserable gente.
Acudieron para saber la causa de aquel extraño silencio a otro ídolo llamado Berit, el cual respondió que la causa no era otra que la presencia de un hombre de Dios llamado Bartolomé, a quien el espíritu del oráculo había visto cercado de muchedumbre de espíritus celestiales muy poderosos.
En esta sazón el santo apóstol hizo pedazos el ídolo y lanzó el maligno espíritu que afligía sobremanera a una hija del Rey armenio llamado Polemón, el cual abrazó la fe de Cristo y se bautizó con toda su corte y familia.
Quisieron vengarse los sacerdotes de los ídolos y acudieron a un hermano de aquel rey que se llamaba Astiages, y tenía su estado en otra parte de Armenia, persuadiéndole que si no daba muerte a Bartolomé vería la ruina del culto de sus dioses, y también la de su casa, familia y reino.
Mandó pues Astiages, con falso pretexto de convertirse, llamar al santo apóstol, que ya deseaba terminar su carrera y unirse a Cristo; y cuando lo tuvo en su poder el bárbaro tirano, ordenó que le hiriesen con varillas de hierro, que le desollasen vivo, y finalmente le cortasen la cabeza.
Reflexión:
Cuando los fieles visitan en Roma la iglesia de San Bartolomé y contemplan al sepulcro del santo que está debajo del Altar Mayor, una estatua preciosa que lo representa muy al vivo y tal como quedó después del suplicio, se llenan las almas de compasión y los ojos de lágrimas. Más ¿qué fuera ver el mismo cuerpo del santo tan sangriento y desollado por amor a Cristo? ¿Quién no reconociera en aquella llaga de todo su cuerpo un sello auténtico y testimonio irrecusable de la verdad evangélica que predicaba el santo apóstol?
Oración:
Todopoderoso y sempiterno Dios, que nos llenas de espiritual alegría con la fiesta de tu bienaventurado apóstol San Bartolomé, concede a tu Iglesia la gracia de amar con gran estima la verdad de la Fe que él creyó, y de ensalzar lo que enseñó. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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