Por el padre José Luis Aberasturi
Así se ha expresado el santo padre en esta Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora: “María es ‘una hermana’ que nos precede en nuestro caminar al encuentro del Señor en el Cielo“.
Y para que no falte la nota poética, tan querida en una zona concreta de la iglesita postconciliar, nos habla de sus “sandalias gastadas” de su largo y duro camino.
Todo el conjunto podrá quedar muy mono y muy bonito para ciertos gustos hodiernos. Pero es pura poesía, sinceramente. Y no va más allá. O sí, como veremos, porque todo esto se las trae.
Por otro lado, tampoco hace falta tanta “poesía” que, muy fácilmente se acerca -y convierte-, en una auténtica matraca sin pies ni cabeza.
María NO puede ser “rebajada” de Madre nuestra, por ser Madre de Dios, en “hermana” nuestra. En absoluto.
Puede que la intención del autorizado y eminente autor sea excelentísima, de puro buena. Que no lo dudo: es más, se la supongo.
Pero necesariamente se da de bruces con la Revelación, con las Palabras directas de Jesucristo en la Cruz: Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu Madre.
De hecho, no creo que, desde entonces y en la Iglesia Católica, NADIE se haya atrevido a calificarla de esta manera -‘hermana’-, extraña para la Fe y la Piedad del Pueblo de Dios. Y muy dura de tragar, además.
Como a nadie se le ocurre llamar “hermana” a su Madre.
La Fe de la Iglesia, y en Ella y con Ella la de todos sus hijos, han cantado, proclamado y venerado a la Virgen María cómo “Madre de Dios y Madre nuestra”.
Y, a partir de aquí: Madre de la Iglesia, Madre de los Confesores, Madre de las Vírgenes… y un sin fin de piadosísimas Salutaciones. Pero NUNCA, que yo pueda recordar, como “hermana”.
Seguramente, para el santo padre Francisco tendrá un sentido muy especial y querido; pero se le ha pasado el compartirlo. Y se echa mucho en falta, la verdad.
Por otro lado, y ya que estamos metidos en harina, la Virgen María me da que no nos puede “preceder” en el Camino del seguimiento de Cristo hasta el Cielo.
Por una razón muy concreta y muy determinante: la Virgen María, “la llena de Gracia”, Aquella a la que se le anuncia: “el Señor es Contigo”, NO recorre el Camino del seguimiento de Cristo: está Endiosada, está en Dios, llena de Dios desde el segundo UNO de su existencia. Es que ni siquiera tuvo que esperar al uso de razón para vivirlo y experimentarlo: le fue concedido en el mismo instante de su Concepción Inmaculada.
Aparte de que ninguna madre sigue a sus hijos; es más bien al revés: los hijos aprenden y obedecen a sus madres.
De hecho, del Niño Jesús se nos dice -san Lucas- que: les estaba sujeto, referido a su relación con José y María, sus padres en la tierra ante todos sus paisanos y conocidos. Lo normal y lógico.
La Virgen María, Madre del Señor Jesús, NO sigue a su Hijo: lo Engendra, lo da a luz, lo acompaña durante toda su Vida, y no le faltará ni en el Vía Crucis ni al pie de la Cruz, Corredimiendo con Él.
Su vida en Dios y con su Hijo NO tiene ningún punto en común con la nuestra, “viatores” con una naturaleza caída y dañada por el Pecado Original, y por los efectos de los pecados personales y ajenos.
Nada que ver con el estatus de María.
Ella nos acompaña en todo momento, está junto a nosotros de continuo, igual que su Hijo; su Intercesión, su Mediación y su Misericordia no nos faltarán jamás, y menos en los peores momentos o circunstancias de nuestra vida…
Pero, al no ser “viatora”, al no ser “peregrina” por no estar “desterrada en este valle de lágrimas”, ni sigue a Cristo -como SÍ debemos hacer nosotros, si queremos salvarnos-, ni nos precede, por lo tanto.
De Jesucristo SÍ se puede afirmar que es nuestro Hermano, Primogénito entre todos nosotros. Y se puede afirmar tal cosa precisamente en función de María: la Madre Común de Él y de cada uno de nosotros.
Como Francisco no ha hablado ex cathedra, ni ha pretendido hacer Magisterio, me he permitido la libertad, desde mi condición de hijo de Dios, de hijo de María y de hijo de la Iglesia gobernada por Pedro, de proponer y publicar estas consideraciones, a la luz de la Doctrina y la Fe de la Iglesia, de la que el santo padre es su primer y más fiel servidor.
PS. Para aclararnos con lo de “hermana” y “Madre” referido a la Santísima Virgen María.
De entrada, ningún tratado de Mariología se entretiene en comentar lo de “hermana”. Que yo recuerde. En lo de “Madre de Dios y Madre nuestra” se detiene páginas y páginas.
Las dos expresiones NO significan lo mismo, ni siquiera en el lenguaje corriente y profano. Tampoco en el lenguaje doctrinal y/o teológico: las palabras tienen su significación propia, también en el interior de la Iglesia; y no se pueden aplicar a la Virgen en el mismo plano. Es más, entre “Madre” y “hermana” la distancia es infinita: una hermana NO es madre de una misma persona, ni lo puede ser; y una madre NO es hermana de la misma persona, ni lo puede ser.
En qué sentido se puede usar para referirse a la Virgen en su relación con nosotros? En mi opinión, sólo muy de refilón y para significar su constante acompañamiento en nuestro caminar terreno. Porque nunca nos deja sólos… como Madre nuestra que es.
Ella es propiamente, Madre de Dios y Madre nuestra; sólo secundariamente puede haberse de Ella como “hermana”, y esto en el mejor de los casos. Cosa discutible. Lo de Madre es indiscutible, porque es Revelación strictu sensu.
Lo mismo pasa con “hija de Eva”. Ella es la Nueva Eva, como Cristo es el Nuevo Adán. La expresión de hija de Eva es para significar que es humana, que pertenece, materialmente al género humano, lo mismo que Cristo como hombre. Pero nada más.
Espero haber aclarado el status questionis.
Segun dice el articulo: "asi se expresa el santo padre".
ResponderEliminarMal, muy Mal. Es imperdonable la tibieza, la falta de coraje para denunciar y reclamar al ..."santo padre" !!?? este gravisimo insulto a nuestra Divina Reina, a nuestra Celestial Princesa, a nuestra Santisima Madre Maria. Perdon Senor, perdon.