16 de Julio: El triunfo de la Santa Cruz
(1212)
Entre las ilustres victorias que Dios nuestro Señor ha dado a los cristianos contra los infieles y enemigos suyos, es muy admirable la de las Navas de Tolosa, que alcanzó el rey de Castilla don Alfonso el VIII, en compañía de los reyes de Aragón y de Navarra, sobre el rey moro Mahomat y su innumerable ejército.
Recabó el Arzobispo de Toledo del Papa Inocencio III que concediese cruzada a todos los que viniesen a aquella guerra, y les otorgase las mismas gracias e indulgencias que se concedían a los que iban a la conquista de la Tierra Santa; y fue tan grande el concurso de gente que acudió de toda España y aun de Francia e Italia, que se puso en orden uno de los más lucidos ejércitos que en España se habían visto.
Salieron pues de Toledo los soldados cristianos a los veinte días del mes de junio; y venciendo las dificultades del camino, ganaron de mano de los bárbaros algunos pueblos, como Malagón y Calatrava, y llegaron al puerto que llaman del Muradal, en donde estaba el rey Mahomat con su ejército muy grande y poderoso.
Supo el moro por sus espías que los cruzados extranjeros se habían retirado, en cierto motín que sucedió en el ejército; y determinó esperar al rey en campo raso, y así se retiró un poco a los llanos de Baeza, dejando en las Navas de Tolosa (que es un paso muy estrecho) parte de su gente para hacer daño a los cristianos.
El camino era muy trabajoso y áspero, y los enemigos estaban ya a la vista; mas un pastor muy práctico de toda aquella tierra guio a los cruzados por la ladera del monte, de tal manera, que llegaron al sitio que deseaban, viéndolos los enemigos sin poderles estorbar el paso.
El rey Mahomat presentó luego batalla a los cristianos, y llegada la noche del domingo, el rey Alfonso mandó pregonar a sus tropas que se apercibiesen para la batalla con la confesión y comunión; y levantando las manos al cielo, suplicó al Señor les diese victoria sobre sus enemigos.
Vinieron pues a las manos los dos ejércitos, y al principio parecía que llevaban lo mejor los moros, de manera que el rey dijo al Arzobispo don Rodrigo:
- ¡Ea, Arzobispo; muramos aquí, yo, y vos!
Mas el Arzobispo le respondió:
- No, señor, no moriremos, sino que venceremos.
Y luego se conoció la ventaja de los cristianos y el favor del cielo; porque la cruz que un canónigo de Toledo llevaba delante del Arzobispo, pasó por todos los escuadrones enemigos sin daño para el que la llevaba, tirándole de todas partes infinitas saetas, y llegando el estandarte real que llevaba una imagen de Nuestra Señora a donde estaba la mayor fuerza del ejército moro, lo desbarató y deshizo como humo.
El rey Mahomat, con algunos de su corte, apenas pudo escapar, quedando muertos en el campo doscientos mil almohades.
Esta insigne victoria llenó de gran alegría y regocijo a toda la cristiandad, y para memoria de ella se instituyó la fiesta del triunfo de la Santa Cruz, porque la Santa Cruz rompió por medio de los escuadrones enemigos y quebrantó aquel día todo el poder de la soberbia morisma.
Reflexión:
Supliquemos al Señor que por la virtud de la Santa Cruz sea también confundida y humillada la arrogancia de los herejes, sectarios y demás enemigos de Jesucristo, que turban la paz del pueblo cristiano con tan gran menoscabo de su felicidad temporal y eterna.
Oración:
Oh Dios, que por la virtud de tu Santa Cruz diste a tu pueblo creyente glorioso triunfo de sus enemigos, te rogamos que concedas victoria y honra perpetua a los piadosos adoradores de la Santa Cruz. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Reflexión:
Supliquemos al Señor que por la virtud de la Santa Cruz sea también confundida y humillada la arrogancia de los herejes, sectarios y demás enemigos de Jesucristo, que turban la paz del pueblo cristiano con tan gran menoscabo de su felicidad temporal y eterna.
Oración:
Oh Dios, que por la virtud de tu Santa Cruz diste a tu pueblo creyente glorioso triunfo de sus enemigos, te rogamos que concedas victoria y honra perpetua a los piadosos adoradores de la Santa Cruz. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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