DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE
15 de julio de 2024
“Misericordia de la Santísima Trinidad”
Carta al obispo de Como
sobre la experiencia espiritual vinculada al Santuario de Maccio (Villa Guardia)
Eminencia Reverendísima:
En la carta que le dirigí el 4 de octubre del pasado año, admitía con alegría que “el asunto [relacionado con el santuario de Maccio] está impregnado de elementos positivos” y que “reconociendo ciertos signos de una acción del Espíritu Santo en medio a esta experiencia”, afirmaba que no había dificultad “para que Vuestra Eminencia continúe en la valoración pastoral [...] atesorando los frutos espirituales que han brotado en estos años”. Si bien con estas expresiones podía darse por concluido el discernimiento sobre esta experiencia espiritual, existía aún la necesidad de ofrecer algunas aclaraciones sobre los escritos de Don Gioacchino Genovese, a quien se relaciona la experiencia espiritual en cuestión.
Este Dicasterio publicó recientemente, el día 17 de mayo de 2024, las Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales. En ellas no se prevé la existencia de una declaración acerca de la sobrenaturalidad de los hechos, sino que abren la posibilidad de cerrar el discernimiento al caso, con otros “juicios definitivos” (art. 18).
Para alcanzar ahora el nihil obstat por Vd. solicitado sobre la experiencia espiritual del Santuario de Maccio, le hago llegar las conclusiones de este Dicasterio sobre los escritos del Sr. Genovese, trasmitidos aquí en su momento, teniendo en cuenta la opinión de diversos consultores, así como de las comisiones que han ofrecidos ricas consideraciones al respecto. Me referiré en primer lugar al mensaje central y a los aspectos positivos presentes en los escritos, para detenerme a continuación, en algunas expresiones que podrían ser fuente de malentendidos y que, requerirán en consecuencia, de una interpretación adecuada.
Mensaje central y aspectos positivos
En primer lugar, quisiera subrayar el mensaje central de esta experiencia espiritual: la Trinidad es la fuente de la misericordia y su perfecta realización. A la luz de esta convicción, lo que se afirma diversas veces sobre la misericordia de Dios o de Cristo en los escritos de espiritualidad y en el Magisterio, adquiere un fuerte sentido trinitario. Es bien conocida la marginación del misterio trinitario en la reflexión teológica y en la espiritualidad de los últimos siglos. En este sentido, la experiencia espiritual del Sr. Genovese está en línea con el redescubrimiento de la centralidad de la Santísima Trinidad para la fe y la vida cristianas que se ha producido en el último siglo.
El mismo misterio del Verbo encarnado viene así contemplado en fuerte conexión con el misterio de la Santísima Trinidad. Este mensaje está directamente presente en las siguientes palabras de San Juan Pablo II:
“El Corazón del Salvador nos invita a remontarse al amor del Padre, que es el manantial de todo amor auténtico” (San Juan Pablo II, Mensaje con motivo del centenario de la consagración del género humano al Sagrado Corazón, Varsovia, 11 de junio de 1999).
y del Papa Francisco:
“Con la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de la Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el misterio del amor divino en plenitud” (Francisco, Misericordiae Vultus [11 de abril de 2015], 8).
En los escritos del Sr. Genovese, esta verdad se expresa insistentemente y el mensaje de la Misericordia que brota del Nosotros Trinitario, está cargado de belleza en el Hijo de Dios hecho hombre, desde su Encarnación hasta hoy, se manifiesta para nosotros el amor infinito de la Comunión Trinitaria:
“En Mí, Verbo encarnado, oh Esposa mía, ves y tocas el Amor, la Caridad y la Misericordia de Mí, Dios Único, y contemplas, pero no puedes comprender, sino en Mí, Verbo, oh Esposa mía, el Don de NOSOTROS TRINIDAD” (864)
“MIRANDO e él hemos podido tocar, ver en Él, Verbo encarnado, al Padre y, permaneciendo en él, al Espíritu, ver su actuar y, por tanto, hemos contemplado la acción de la TRINIDAD” (1420).
“…Jesús, Nuestro y Vuestro Señor y Dios […], la Misericordia Encarnada, el Rostro de la Trinidad Misericordia, su Palabra, Palabra, Palabra de la Trinidad, ¡Misericordia Infinita!” (1861).
Al fin y al cabo, todo el Misterio de Cristo es un don que tiene su última fuente en la Misericordia Trinitaria:
“¡Mi Encarnación es un don de la Misericordia Trinitaria!
¡Mi palabra es un don de la Misericordia Trinitaria!
¡Mi Pasión es un DON de la Misericordia Trinitaria!
¡Mi Resurrección es un DON de Misericordia Trinitaria!
¡Yo soy la Misericordia” (49)!
Aunque si solo el Hijo asumió la naturaleza humana, la Iglesia está llamada a redescubrir, cada vez más, en los actos de Cristo, esa infinita misericordia del Dios trino, que en los escritos del Sr Genovese se denomina “Trinidad Misericordia”. Este es el centro de todos los mensajes, porque, en definitiva, es el centro de la Revelación: “Y el corazón de la Revelación es esto: Dios, Trinidad de Amor, Único Dios, Don que se dona en nuestra humanidad, en Jesús, camina con nosotros” (1098).
La paz se alcanza “Imitando este don que es la Misericordia” (ibid). La comunión trinitaria, a través de Cristo misericordioso, se refleja en nuestras relaciones fraternas y misericordiosas, y así se unifica toda la realidad. La vida de cada uno de nosotros alcanza su sentido en Cristo, que nos conduce a nuestra verdadera identidad, que es trinitaria. Por eso, el Sr. Genovese, contemplado a Cristo, puede decir: “Yo podía ver, incluso, mi rostro reflejado en Él” (1103).
Todo lo que se dice, por el don de la gracia, se convierte en encuentro personal, oración, admiración, como refleja esta hermosa oración:
“Eres Tú quien Me miras, Me atraes a Ti y, tomando Mi rostro cabizbajo, lo levantas hacia el Tuyo y me dices que te fije en el corazón; Tu Corazón, donde palpita el Amor que Tú tienes para Mí, para que yo ahonde mi oído en aquel palpitar eterno y pueda apoyar serenamente mi cabeza. Y de nuevo, levantas Mi Rostro para que mire a Tu Rostro. En Ti, Jesús hombre, que eres Dios, el Rostro mismo de la Trinidad Misericordia, para que, mirándote en los ojos, pueda verdaderamente Confiar en Ti, Señor Mío y Dios Mío. Entonces, he aquí que, aunque pecador, puedo, en ti, levantar y fijar la Mirada sin miedo. A la Misericordia, al Infinito Amor Tuyo, Mi Único Dios, ¡Trinidad Impenetrable del Misterio Infinito de Amor en Ti mismo, como eres! Yo te amo y en Ti me siento hecho de nuevo y limpio de las mil inmundicias del pecado” (1331).
En los escritos aquí considerados, no encontramos desarrollos importantes sobre las especificidades de cada una de las tres personas, su diferenciación positiva y su relación mutua y dinámica, aunque hay algunos indicios:
“Y Él, sin embargo, ha reafirmado repetidamente Su igualdad en el UNO con el Padre y el Espíritu, que procede de Ellos, testificando también que el Espíritu es una Persona distinta como Él y el Padre en su única acción, aunque en la especificidad de cada uno” (880).
“El Espíritu Santo en tantas oraciones ha inspirado donde se reza a cada “Persona” de mí, la Trinidad, siendo consciente de mi único ser y actuar” (1241).
“Santísima Trinidad, Misericordia infinita,
Misericordia, Luz inescrutable del Padre que crea;
Misericordia, Rosto y Palabra del Hijo que se da:
Misericordia, Fuego penetrante en el Espíritu que da vida” (51)
En esta experiencia espiritual aquello que viene subrayado es sobre todo la unidad del misterio divino en la copresencia de las tres Personas divinas en la acción salvífica, su comunión que es fuente de misericordia: el “Nosotros Misericordia”.
Aunque el don desbordante de la Misericordia Trinitaria es contantemente ofrecido a los seres humanos, como un rio de vida, y la Trinidad se regocija en este don, varias veces en los escritos se insiste en el respeto de Dios, que está esperándonos de frente a nuestra libertad:
“No te maravilles, hijo mío. Lo que tú piensas es justo y aquella agua, no una, sino infinitas tierras podrían regenerar por sí sola, porque viene de la misma Esencia de Dios, de las mismas profundidades de la Fuente Dios, de las Vísceras del Amor Trinitario que se complace y deleita en si mismo en el Amor y, rebosando de él, del mismo Abismo de Amor que es Dios, Trinidad, Misericordia, se derrama en el universo creado por la Caridad que es Dios mismo. ¡Dios es Misericordia! ¡Misericordia! Pero la Misericordia espera ser recibida a su vez por el Amor de su Criatura” (468).
Al mismo tiempo, se pone de manifiesto que la Trinidad ha querido hacernos partícipes de la difusión de tanto bien y ha dado a la Iglesia la tarea de llegar a todos con el río de la Misericordia Trinitaria:
“Mi Hija, mi Esposa, a ti te he dado, en el Abismo de mi Caridad, de llevarnos a Nosotros Misericordia a toda Criatura. […] El Amor omnipotente pide a su criatura que le ayude a saciar la sed de todo hombre con el Agua que da la Vida. Esta es Mi Iglesia, en la que Nosotros Misericordia, nos hacemos Luz y Agua para la Vida que nunca muere” (472).
Puntos a aclarar
Ciertamente, no es nunca fácil expresarse con precisión sobre el misterio de la Santísima Trinidad; y si esto es cierto para los grandes teólogos y para el mismo Magisterio de la Iglesia, se hace aún más complejo cuando se intenta expresar con palabras humanas, lo que se vive en una experiencia espiritual. El Señor Genovese lo reconoce claramente cuando, refiriéndose a sus palabras, dice ser “consciente de su imprecisión, tan imprecisa como todo lo que ha escrito hasta ahora” (1164). Después añade que, cuando ha intentado ofrecer mayores explicaciones, le ha sido recordado interiormente que su palabra no puede relatar plenamente lo que ha experimentado. Este reconocimiento se convierte en un criterio hermenéutico de gran peso en el discernimiento exacto y preciso de sus escritos.
Con respecto a los escritos, de hecho, la cuestión más compleja, en referencia sobre todo a los del primer periodo, es el uso impreciso del plural trinitario (Nosotros), para referirse al misterio de la encarnación y otras expresiones similares:
(A) “Nosotros Misericordia […] nos hemos encarnado” (541).
(B) “Padre, Hijo y Espíritu […] nos encarnamos en la Mujer” (622).
(C) “En el Rostro del Hijo tomaremos vuestra humanidad” (150).
(D) “Por el don de tu Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección, Santísima Trinidad, Misericordia Infinita, yo confío y espero en ti” (780).
Queda claro que tales expresiones no son aceptables y debe evitarse su difusión, ya que pueden interpretarse fácilmente de forma contraria a la fe católica. No se trata de imputar errores en todos los escritos del Sr. Genovese. De hecho, en muchos de ellos, sobre todo en aquellos sucesivos, encontramos aclaraciones que nos conducen hacia la interpretación correcta. En los textos posteriores a los mencionados, podemos leer, en efecto, lo siguiente:
“En la Encarnación, la Trinidad no ha asumido la Humanidad, pero en la humanidad de la Palabra, del Verbo, nosotros contemplamos y tocamos también su Divinidad” (1407).
“'Por el don de tu Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección' es referido claramente al Verbo […] ¡porque el Verbo revela el actuar en el tiempo y en la historia de toda la Trinidad, Único Dios!” (1441).
“En mi humanidad, humanidad Mía, Jesús, está el Verbo y sólo el Verbo asume la humanidad” (1706).
Queda claro, pues, que, por una parte, solo el Verbo se ha encarnado y que todos los textos que incluyen un “Nosotros” trinitario, hacen referencia a la presencia común y constante de las tres Personas, y por otra que, aunque si es solo el Verbo el que se encarnó, las tres Personas se manifiestan como Misericordia en el Misterio de Cristo:
“La Divinidad que contemplamos en el Rostro de Cristo es la de toda la Trinidad. Sí, hijo mío, no porque toda la Trinidad se haya encarnado, sino porque toda la Trinidad se ha revelado” (1420).
Un texto, en particular, se presenta como la clave para interpretar el pensamiento del Sr. Genovese, en un intento de explicar lo que experimentó en su experiencia espiritual, pero que no lograba expresar con precisión en palabras:
“'Por el Don de tu Encarnación, Pasión, Muerte y resurrección', dicho con la mirada vuelta hacia el Verbo […] de frente al Misterio de Dios, Uno y Trino, que se revela, y finalmente, en virtud de esto, la Acción de gracias y de alabanza a Dios, de quien es el Don: 'Santísima Trinidad, Misericordia Infinita, yo confío y espero en Ti'” (1412).
La primera parte de la frase, pues, se dirige solo al Verbo que se encarna, mientras que la segunda parte se dirige a toda la Trinidad que se revela en el Verbo encarnado. Así “la Trinidad que se encarna” quiere decir simplemente: “La Trinidad que se manifiesta en el Hijo encarnado”. Está explicación se encuentra también, finalmente, en la oración que el Sr. Genovese propone en los siguientes términos:
“Gracias a Tu Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección, Señor Mío Jesús, yo Te contemplo, Mi Dios, Trinidad de Amor Infinito” (1418).
“'Jesús, Señor Mío y Dios Mío', por el don de Tu Encarnación, Pasión, Muerte y resurrección, (contemplo, adoro y oro:) Santísima Trinidad, Misericordia Infinita, Yo Confío y Espero en ti” (1733).
En este contexto se puede probar a interpretar algunas experiencias llenas de rico simbolismo, que, en sí mismas, se presentan como inexplicables:
“De repente, el Hombre me dijo: 'Mírame a los ojos'. Qué Maravilla: en el Rostro del Hombre vi reflejada la totalidad del Mar, la totalidad de la Luz, la totalidad de cada dirección en la que el fuego, que se partía del Sol, se dirigía. Pero aún más, he visto al Hombre mismo reflejarse: Era similar a la Luz y al Fuego y al Agua del mar, que brotaba de él y de la Luz y del Fuego, iba a todas partes […] Entonces me dijo: '¿Has comprendido hijo mío? Así como tu mirada no puede contener el todo que no sea dirigido a tus ojos, del mismo modo, como puedes pretender comprender, contemplar y penetrar el Todo de Mi ser Uno y Trino' Pero en Mí, Verbo que voy a ti, ¡contemplas y puedes tocar el Todo de nosotros, porque Yo soy el espejo que, sin sombra, refleja La Verdad en tu corazón! Yo, haciéndome tú, Yo, que en mí contengo el Todo, me hago contener por ti en tu humanidad, para que participes de mí y, reflejándote en Mí, contemples La Verdad de mi ser Uno y Trino'” (870.873).
El misterio de Dios que se hace cercano a su pueblo, que entra en nuestro mundo y en nuestra carne, se manifiesta plenamente como amor por nosotros cuando el Hijo se hacer carne, y en él, en su humanidad plenamente implicada en la historia humana la Santísima Trinidad se revela perfectamente como misericordia.
Eso vale también para la presencia eucarística. Sólo podemos hablar de una presencia real y sustanciad, solo a propósito de Cristo en la Eucaristía, pero las Personas divinas son inseparables y en el Santísimo Sacramento se manifiesta toda la Trinidad, con esa misericordia que se hace admirablemente cercana al pueblo creyente. De hecho, uno de los escritos presente a Cristo refiriéndose a la Eucaristía con estas palabras:
“Mesa en la que en ella me Entrego continuamente a vosotros en comunión con el Padre y el Espíritu, porque somos UNO, incluso en el don de la salvación que se realiza en Mí, Verbo, pero que salgo de la Trinidad y en ella Soy y con ella Soy Uno” (840).
Podemos sostener que la propuesta espiritual que brota de las experiencias narradas del Sr. Gioacchino Genovese en relación a la “Trinidad Misericordia”, se interpreta a la luz de lo dicho, como sostienen los diversos expertos consultados, no contiene elementos teológicos o morales contrarios a la doctrina de la Iglesia. Se debe, en todo caso, proceder en modo en que, en la publicación de una antología de los escritos, se eviten los textos que contengas expresiones confusas (como A, B, C, D y similares) y que la presente carta se coloque como introducción a la colección.
Al mismo tiempo, varios textos referidos al diablo, deben ser interpretados como expresiones de un Dios que nunca olvida a su criatura amada, incluso cuando ésta se ha alejado libre y definitivamente de él. Por esta razón, dada la belleza de los textos referidos a la Trinidad Misericordia –que constituyen el mensaje central de la experiencia espiritual aquí considerada–, no parece conveniente publicar estos textos referidos al diablo, en su mayoría vinculados a la experiencia existencial y a las publicaciones personales del Sr. Genovese.
Por último, los textos que ofrecen indicaciones precisas al obispo o a otras personas (detalles de fechas, horas, lugares, y otros pormenores circunstanciales o minuciosos) no son de ninguna utilidad para otros creyentes y ni siquiera pueden considerarse como indicaciones divinas para algunos, sin un cuidadoso discernimiento de las personas implicadas.
En general, hay que recordar siempre que los auténticos frutos del Espíritu Santo, “a veces aparecen relacionados con experiencias humanas confusas, expresiones teológicamente” (Normas, 14) o a “elementos puramente humanos” (art. 15, §2).
Por último, en el caso de que se diesen, mensajes futuros del Sr. Geneovese, antes de ser difundidos o publicados, deberán ser evaluados por el obispo diocesano, en diálogo con este Dicasterio.
A la luz de cuanto se ha dicho hasta ahora, teniendo en cuenta los demás elementos de juicio por Vd. ya aportados, como los diversos y ricos frutos espirituales precedentes de esta experiencia espiritual, creemos que puede avanzar hacia una conclusión del discernimiento para el bien del Santo Pueblo de Dios, recibiendo con la presente carta, la confirmación para la determinación del Nihil Obstat, por Vd. propuesto.
Con este motivo, me sirvo de la presente circunstancia para enviarle mi deferente obsequio y saludo.
Card. Víctor Manuel FERNÁNDEZ
Prefecto
Ex audientia diei 15.07.2024
Franciscus
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