Por Monseñor De Segur (1862)
Irse a lo más seguro
La Madre de Melanchton, el cual fue uno de los más famosos discípulos de Lutero, había sido arrastrada por su hijo a la apostasía, siguiéndole en la pretendida reforma. Estando ella para morir, hizo llamar al reformador; y en aquel supremo momento, le dijo con solemnidad: “Hijo mío, por tu consejo dejé a la Iglesia Católica, para abrazar la religión nueva. Ya voy a comparecer delante de Dios; y por el mismo Dios vivo te conjuro para que me digas, sin ocultarme nada, ¿en qué fe debo morir?” Melanchton bajó la cabeza y guardó silencio un momento. El amor de hijo luchaba en su pecho contra el orgullo de sectario. “Madre, le respondió por fin, la doctrina protestante es más fácil: la católica es más segura.”
Si la Religión Católica es más segura, es necesario abrazarla; y aun más necesario todavía no abandonarla, por irse a la menos segura.
Este razonamiento de simple buen sentido, indujo al rey Enrique IV a hacerse católico. Se había tenido una conferencia sobre religión en presencia del rey y de toda su corte. Los controversistas eran, por una parte, muchos teólogos católicos; y por otra parte los ministros protestantes Duverdier, Morlas, Salette y algunos otros.
El rey, dice el historiador, viendo que uno de los ministros no se atrevía a negar que pudiese uno salvarse en la Religión Católica, tomando la palabra, dijo: “¡Qué! ¿Estáis de acuerdo en que puede uno salvarse en la religión romana?” El ministro respondió que no lo dudaba, con tal de que viviese bien. “Y vosotros señores -dijo S. M. a los doctores católicos- ¿pensáis que puedo salvarme quedándome protestante?” “Pensamos y declaramos, respondieron estos doctores, que habiendo conocido la Iglesia Católica, estáis, señor, obligado a entrar en su comunión y que así no podéis salvaros en el protestantismo”. Oyendo esto continúa el historiador, el rey añadió muy juiciosamente, dirigiéndose a los ministros protestantes: “La prudencia quiere que yo abrace la religión de los católicos dejando la vuestra, porque siendo de la primera me salvo según ellos y según vosotros; mientras que, si me quedo en la segunda, me salvo según vosotros, pero según ellos me pierdo. La prudencia pide, pues, que me vaya a lo más seguro”. Dijo y abjuró el error.
Si la herejía es un gran pecado
Es la herejía uno de los crímenes más grandes de que puede hacerse culpable un hijo de Dios. Es la apostasía de la Iglesia.
La Fe es el cimiento de todo el edificio religioso. Ella es la primera condición de la vida cristiana. Así es que nuestro Señor Jesucristo resume toda la Religión en la Fe, repitiendo en cada página de su Evangelio, que para salvarse es necesario creer en él, creer en su palabra, creer a la Iglesia. “El que crea se salvará; y el que no crea se condenará”.
La herejía es el pecado contra la Fe, es la rebelión voluntaria y obstinada contra la divina enseñanza de la Iglesia de Jesucristo. La herejía trastorna el orden establecido por Dios y separa al hombre de la gran familia católica, la cual es así en la tierra como en el cielo la familia de Dios.
Por esta razón es la herejía, por su naturaleza, un pecado mucho más grave y un mal mucho más profundo y pernicioso, que la voluptuosidad y todos los desórdenes sensuales. Estos pecados ciertamente son muy malos y separan mucho de Jesucristo, pero ellos no causan en el alma un desorden tan radical y tan peligroso como la herejía.
Júzguese por esto de la responsabilidad religiosa y de la enorme culpabilidad de esos pretendidos pastores evangélicos, que van sembrando la herejía. Ellos hacen mayor mal a la sociedad que los mismos apóstoles del libertinaje.
Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.
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