domingo, 28 de julio de 2024

INSTRUMENTUM LABORIS, EL CLISTER SINODAL

Una breve crónica sobre la jerigonza engañosa del Instrumentum Laboris para el “sínodo sobre la sinodalidad”

Por el Dr. Philippe de Labriolle


El sínodo acaba de ofrecer a la Roma bergogliana su “herramienta de trabajo”, un fruto que podría ser tóxico si no fuera por la vacuidad verbal que prevalece, falsamente apoyada por citas de la Escritura. El latín es serio, romano, eclesiástico. Pero el objetivo del sínodo es nivelar la Iglesia, distribuyendo las prerrogativas del sacerdote tridentino entre los bautizados, siendo estos últimos un obstáculo, volens nolens (lo quieras o no), para la “fraternidad universal”. 
Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte,

un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

manjares exquisitos, vinos refinados.

Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos,

el lienzo extendido sobre todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre.

Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros,

y alejará del país el oprobio de su pueblo

—lo ha dicho el Señor—.
Is 25:6-8
Isaías (25, 6-8) se encarga de refrendar el texto, al parecer prometiendo a todo el universo un paraíso al estilo musulmán. La cita y posterior tergiversación marca la pauta: “y alejará del país el oprobio de su pueblo”. La Biblia de Jerusalén dice: “y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra”. Pero es el llanto de todos los rostros de su pueblo lo que el Señor Yahvé borra en la fiesta divina, no el llanto de todos los rostros de todos los pueblos

“El Señor del universo”, que prepara la fiesta, es una locución que es una falsa traducción de Yahvé Sabaot, el Dios de los ejércitos, ya impuesta en el ofertorio de la misa de Pablo VI, al servicio de una égloga virgiliana. Pero cuanto más grande es, mejor resulta: Isaías aparece como anunciando la salvación universal de todos, de la que la “fraternidad universal” es el requisito previo. Había que atreverse, y se ha hecho.

Entre la Escritura y el concilio Vaticano II no pasó nada que merezca la pena recordar. Esto es lo que el ejército de ocupación y sus serviles escribas se encargan de exponer hasta al último fiel diocesano. Por lo tanto, hay que erradicar todo rastro del pasado histórico y de su virtud conquistadora, tal como Nuestro Señor ordenó hacer a los Apóstoles en el momento de su Ascensión; y la forma más lógica de hacerlo es no hablar nunca de ello, desviando al mismo tiempo la misión de su significado constante: el Bautismo, es decir, traer nuevos discípulos a la Iglesia, en favor del significado opuesto, el de una redada general sin condiciones ni requisitos previos. La salvación en Jesucristo no es este rejuntado tipo Babel.

La estrategia subversiva del sínodo se hace necesaria por la dificultad de proclamar objetivos de escrache eclesial que podrían escandalizar a muchos en lo que queda de las parroquias, y también en las periferias. 

Para hacer el mal, hay que imitar la búsqueda del bien. El sínodo es comparable al clister (enema) inmortalizado en “El enfermo imaginario” de Molière, instrumento purgante supuestamente utilizado para expulsar los humores pecaminosos, por los que se entiende la huella persistente del catolicismo auténtico, y en la práctica para privar al organismo de su homeostasis natural.

Los que sólo tienen en la boca la “unidad” y la “comunión” pretenden dar caza a los que se resisten, es decir, a los fieles de la verdadera fe que hoy rechazan esta alineación perversa. Si no pueden matarlos, los enviarán a una muerte social. Los que sólo tienen la “unidad” y la “comunión” en la boca obligarán a las minorías a ser “libres”, o las proscribirán de los papeles públicos, contando como ciudadanos válidos sólo a sus afiliados actuales. A los que sólo tienen en la boca la “unidad” y la “comunión” no les importan todos los santos que la Iglesia ha canonizado en los últimos dos mil años, y que constituyen la parte triunfante de la auténtica Comunión de los Santos. Estos falsificadores esperan imponer una marcha forzada al sínodo, porque el tiempo corre en su contra: son estériles.

“Bebed, eliminad” sugería una famosa agua de mesa. Bebe del sínodo, elimina lo que has aprendido, tus puntos de referencia, tus huellas. Si no puedes aceptar espontáneamente el agua de todas las negaciones, el clister sabrá encontrar un orificio sustituto...

Dr. Philippe de Labriolle
Psiquiatra Honorario de Hospital



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