Por el padre Jorge González Guadalix
Las cabezas se ponen tontas y en ocasiones mucho más de lo que parece.
Hace diez años escribí un post sobre la posibilidad o no de bautizar a un niño con dos madrinas. Ahí afirmé que, con el derecho canónico en la mano, esa posibilidad no era viable: “Canon 873: Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una”. Un servidor no puede hacer otra cosa. Creo que es uno de los posts más visitados de un servidor.
Todavía hoy me encuentro con un comentario que dice lo siguiente: “Mi hija nació en 2021, tras preguntar en varias iglesias y negarnos que puedan ser dos madrinas hemos optado por no bautizarla. Estamos en el siglo XXI, respeto su derecho canónico, pero no lo comparto. Por ello tampoco formalizaré la unión con mi mujer en una iglesia, incluso nos estamos planteando abrazar otra religión: El budismo”.
El razonamiento es sublime. Es decir, que por un lado quiero bautizar a una niña, pero eso sí, la niña tiene ya tres años, no estamos casados por la Iglesia, pasamos del derecho canónico y hasta lo mismo nos hacemos budistas. Don Camilo, ante estas consideraciones, directamente se hubiera quitado la estola para decirles: “anda y que os la bautice el Dalai Lama”.
Te lo sueltan como diciendo: pues ahora te jorobas que me cambio de religión. Libres somos para profesar la fe católica, hacernos budistas, abrazar el islam, renunciar a toda trascendencia o convertirnos en panteístas. Sugiero la posiblidad de estudiar otros caminos. No descarte nadie apuntarse a la Iglesia de todos los mundos, al Movimiento de la creatividad o a la Iglesia de Maradona, muy extendida en Nápoles. A mí plin. Adultos somos, cada uno es libre de elegir qué hacer con su vida y al final de ella, lo de dar cuentas en el juicio ante Dios, es asunto completamente personal.
No es la primera vez que alguien me amenaza tirando piedras contra su propio tejado. Por ejemplo, recuerdo una familia que descontenta con la parroquia o con un servidor por alguna decisión que no fue plenamente de su agrado me amenazaron con qué pasaría si la gente dejara de aportar dinero para la construcción del templo. Mi respuesta fue simple: “en mi pueblo tenemos un muy buen templo, y casa no me falta, si ustedes en lugar de un buen templo prefieren un chamizo, es su problema.”
Un servidor, como sacerdote, tiene obligación de predicar el evangelio, de enseñar la doctrina de la Iglesia y administrar la parroquia en todos sus aspectos. Esa es mi responsabilidad. La respuesta de cada uno es personal e intransferible y tendrán que discutirla con el Padre Dios el día del juicio final. Cumplida mi obligación, que es de lo que se me pedirá cuenta, que después alguien me diga que se hace budista, me puede dar pena, pero nada más.
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