domingo, 23 de junio de 2024

¿CÓMO PODEMOS CENTRAR NUESTRA ATENCIÓN MIENTRAS RECITAMOS EL ROSARIO?

Pasar tiempo con tu rosario, cerca de María, nunca es tiempo perdido.

Por el padre Bertrand Labouche


A menudo rezamos el rosario con desánimo, porque no somos capaces de meditar en sus misterios, o porque nuestros pensamientos, nuestra imaginación y nuestros ojos revolotean como mariposas hasta la señal final y “liberadora” de la cruz; nos cansamos de intentar fijar nuestra atención en las palabras del Ave María, o en una intención de oración concreta: es una pena, aunque no sea del todo inútil, por supuesto.

Al final, nos estamos privando de lo esencial: la educación de nuestra alma por la Buena Madre del Cielo, la ayuda de los cristianos y la causa de nuestra alegría.

Para rezar bien el Rosario, conviene recordar algunos frescos de Fra Angelico en los que, junto a la Virgen, aparecen santos de una época distinta a la suya. No es tan anacrónico. De hecho, la contemplación de los misterios del rosario continúa a lo largo de los siglos, incluido el XXI, y siguen siendo muy pertinentes hoy en día para el bien de las almas.

Rezar el Rosario -dice el padre Calmel- es, ante todo, pasar tiempo con la Virgen, Madre de Dios, recordando su unión con los misterios de Cristo; presentarle nuestras peticiones para que ella misma las presente a Jesús, confiándonos para todo a su oración, que sólo puede ser perfectamente agradable al Corazón de su Hijo (...). Los pensamientos que podamos formar durante el rezo del Rosario o las intenciones que podamos expresar, todo esto es precioso. Pero lo que es aún más valioso, lo que permite a María educarnos espiritualmente, lo que facilita, por así decirlo, su tarea de intercesión, es ante todo la voluntad que debemos tener de pasar tiempo con Ella”.

Así, durante la decena del tercer misterio gozoso, por ejemplo, nos colocamos en espíritu en la cuna y, mientras rezamos el Ave María, alimentamos nuestras almas con el misterio del nacimiento de Jesús, bajo la guía de su Madre, que infunde en nuestros corazones el espíritu de pobreza. Es tan sencillo, porque es la Santísima Virgen quien lo hace todo, con delicadeza, maternalmente, espiritualmente. Sólo tenemos que dejarla hacer.

Los misterios del rosario se convierten en “caramelos” espirituales que giran en nuestro corazón.

El rezo del rosario, corazón a corazón con la Virgen, lejos de estropearse por mil distracciones, se convierte en una distracción maravillosa en medio de nuestras actividades, una cita reposada, fecunda, pacificadora. Como los peregrinos de Emaús con Jesús, nuestro corazón arde con María, porque ella hace amable, deseable, fácil la virtud y más accesibles los misterios de nuestra religión.

“No es adhiriéndonos servilmente a lo que pasa, sino elevándonos hacia lo que permanece, como respondemos más profundamente a las necesidades del hombre moderno que, bajo las vestiduras efímeras del presente, siente las necesidades del hombre eterno (...) Todo lo que no es eternidad reencontrada es tiempo perdido” (Gustave Thibon).

Pasar tiempo con tu rosario, cerca de María, nunca es tiempo perdido.




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