17 de Mayo: San Pascual Bailón
(✞ 1592)
San Pascual Bailón nació en Torrehermosa, Villa del reino de Aragón.
Sus padres, que eran labradores, le dedicaron al oficio de pastor, y guardando Las ovejas aprendió a leer y a escribir.
Llevaba en el zurrón varios libros de piedad y el oficio de la Virgen, que rezaba todos los días con singular devoción.
Andaba descalzo por los lugares escabrosos y llenos de espinas, y vivía con la pureza e inocencia de un ángel.
Habiéndole propuesto su amor Martín García y la intención que tenía de adoptarle como hijo y hacerle dueño de muchas posesiones, respondió el santo mozo que agradecía su buena voluntad, pero que su ánimo era imitar la pobreza de Jesucristo, haciéndose religioso.
Veinte años tenía cuando pasó al reino de Valencia y se presentó a un convento de Religiosos descalzos de San Francisco, llamado Nuestra Señora de Loreto; querían admitirle por fraile de coro, más él no lo consintió; y aunque lo pusieron de guardia en la portería, él no dejaba por eso de cultivar la tierra y servir en la cocina.
Traía a raíz de las carnes una gruesa cadena de hierro, y rayos de hoja de lata; casi nunca cenaba, y en mucho tiempo no comió más que solo pan.
Dormía en el suelo sobre una estera, y su sueño no pasaba de tres horas.
Cuando oraba delante del Santísimo Sacramento no parecía hombre, si no serafín glorioso y abrazado en las llamas del Amor divino, desfalleciendo de amor en los éxtasis y arrebatos de su alma.
Escribió un pequeño tratado de la oración donde se halla lo más sublime de la contemplación, lo más inspirado de los salmos y lo más divino de la santidad.
Multiplicó el pan para socorrer a los pobres, sanó innumerables enfermos y tuvo el don de profecía y el de penetrar los secretos del corazón.
Hallándose en el convento de Villarreal predijo el día de su muerte y rogó a uno de sus Hermanos Religiosos que le lavase los pies para recibir la Extrema Unción.
Y en efecto, a los pocos días enfermó gravemente, y habiendo recibido los Santos Sacramentos con gran devoción y reverencia, pidió que le pusiesen en el suelo y allí expiró invocando el dulce nombre de Jesús.
Quedó su cuerpo hermoso y flexible, y en los tres días que estuvo expuesto, todos los enfermos que le tocaron recibieron su salud; era tan grande la muchedumbre que acudía a venerarle, que fue menester el auxilio de la autoridad civil y de la fuerza armada para poderlo enterrar.
Lo pusieron en una caja llena de cal viva, pero a los diecinueve años lo hallaron entero e incorrupto, continuando el Señor en obrar por este Santo numerosos prodigios en favor de sus fieles devotos.
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