Intervención en la conferencia «La muerte negada»
Auditorio Gavirate (Varese), 10 de mayo de 2024
Por Monseñor Carlo Maria Viganò
Tienes al diablo como padre,
y quieres cumplir los deseos de tu padre.
Ha sido asesino desde el principio
y no ha perseverado en la verdad,
porque no hay verdad en él.
Cuando habla falsamente, habla por su cuenta,
porque es mentiroso y padre de mentira.
Jn 8:44
Uno de los efectos más inmediatos de la infernal operación de manipulación psicopandémica es la negativa de las masas a reconocer que han sido objeto de un fraude colosal. Con el pretexto de impedir la propagación de un virus, presentado como mortal e incurable -y que ahora sabemos que nunca fue aislado según los postulados de Koch-, se obligó a miles de millones de personas a someterse a la inoculación de un medicamento experimental que se sabía ineficaz para su propósito declarado. Y para ello, las autoridades responsables no dudaron en desacreditar los tratamientos existentes, lo que habría hecho imposible que se autorizara la venta de ese suero génico.
Sin embargo, la razón de este rechazo instintivo de las masas a reconocerse como víctimas de un verdadero crimen contra la humanidad no resta evidencia a las intenciones de los autores de este crimen. Estas intenciones, declaradas desde hace décadas sobre la base de una grotesca falsificación de la realidad, se concretan en una acción sistemática destinada a favorecer la despoblación del planeta mediante “pandemias”, hambrunas, guerras y enfrentamientos entre diferentes sectores de la población, el empobrecimiento de las clases más débiles y la drástica reducción de los servicios públicos -incluidos la sanidad y la seguridad social- que el Estado debería garantizar a sus ciudadanos. El Instituto Bill & Melinda Gates para la Población y la Salud Reproductiva es uno de los principales artífices de un plan de reducción de la población que parte del supuesto neomalthusiano de que la población de la Tierra debe reducirse drásticamente, y que sus recursos alimentarios y energéticos deben ser objeto de intervenciones que favorezcan esta reducción. Las declaraciones que confirman este plan de exterminio ya ni siquiera se disimulan; al contrario, se reiteran explícitamente en las conferencias y estudios elaborados por la red de organismos e institutos financiados por autoproclamados “filántropos”.
Pero si un lobby de gente muy rica afirma querer reducir la población mundial mediante vacunaciones masivas que causan esterilidad, enfermedad y muerte; y si esas vacunaciones causan efectivamente esterilidad, enfermedad y muerte en millones de inoculados, creo que todos deberíamos -y hago un llamamiento a juristas e intelectuales distinguidos, así como a médicos y científicos- levantar la vista y no limitarnos a una investigación cuyo único objeto sean los efectos adversos y mortales del suero experimental. Si no enmarcamos el tratamiento de la psicopandemia en el contexto más amplio del plan criminal que la urdió, nos impedimos no sólo comprender la premeditación del crimen, sino también ver en qué otros frentes somos o seremos objeto de nuevos ataques, que, sin embargo, tienen en común con éste el objetivo último, a saber, la eliminación física de miles de millones de personas.
El sistema de censura que se está estableciendo en casi todos los estados occidentales -o mejor dicho: los que están sometidos a los dictados de la OMS y a la cúpula subversiva del Foro Económico Mundial- nos han permitido a muchos de nosotros ver demostrado un hecho indiscutible: estos sueros, producidos por agencias gubernamentales con virus modificados genéticamente con ganancia de función y sometidos a secreto militar, no sólo no curan la ficticia enfermedad Covid-19, sino que inducen graves efectos adversos e incluso la muerte; y ello no sólo debido a la nueva tecnología de ARNm con la que se producen, sino a la presencia de sustancias que nada tienen que ver con el propósito declarado de combatir el virus. Sustancias -entre ellas el óxido de grafeno- que casualmente son objeto de inquietantes patentes, registradas mucho antes de que se pusiera en marcha la “operación pandemia”.
Habiendo dicho, por lo tanto, que estos sueros no hacen lo que declaraban hacer las agencias sanitarias, sino que, por el contrario, se revelan altamente eficaces para inducir patologías incluso muy graves, para causar la muerte y para inducir la esterilización de los inoculados, es necesario dar el siguiente paso -que es el más temido por el Sistema que las ha impuesto- y por lo tanto, denunciar la alevosía y premeditación -la mens rea, dirían los juristas- de quienes han utilizado deliberadamente una falsa “pandemia” para exterminar a la población, en consonancia con una visión demencial y antihumana que considera a la humanidad como el cáncer del Planeta.
Por eso os invito a dar el siguiente paso, en esta meritoria operación de verdad y denuncia en la que estáis valientemente comprometidos.
No hagáis preguntas equivocadas, porque obtendréis respuestas equivocadas. Si parte del supuesto de que las autoridades sanitarias han actuado con fines legítimos y que los errores cometidos se deben a la inexperiencia o a la presión de la urgencia; si supone que los productores del suero génico tienen como objetivo la curación de la enfermedad y no el lucro más cínico y la creación de enfermos crónicos, acabará falseando la realidad y las conclusiones a las que lleguéis serán necesariamente engañosas. Adoptad más bien, un enfoque forense, por así decirlo, de modo que sea evidente la perfecta coherencia entre los instrumentos adoptados y los resultados obtenidos, independientemente de los objetivos declarados; sabiendo que los verdaderos motivos, precisamente por su intrínseco deseo de perjudicar, sólo podrían ocultarse y negarse. ¿Quién admitiría, antes de imponer fraudulentamente una terapia génica masiva, que el objetivo perseguido es hacer enfermar, morir o esterilizar a un segmento muy amplio de la población mundial?
Pero si esto es lo que pretende la ideología neomalthusiana; si existen pruebas de que se han ocultado maliciosamente los efectos adversos de los sueros; si en los diferentes lotes hay sustancias que no tienen ninguna justificación profiláctica sino que, por el contrario, inducen patologías y permiten manipular el ADN humano, las conclusiones lógicas no pueden sino poner de manifiesto la voluntad criminal y, por lo tanto, la complicidad culpable de instituciones públicas, entidades privadas, incluso de la cúpula de la Jerarquía católica, medios de comunicación, Magistratura, Policía y Fuerzas Armadas y toda la clase médica -salvo rarísimas excepciones- en una operación de exterminio masivo.
La pregunta que debemos hacernos ahora -y debemos hacérsela a quienes dicen gobernarnos e imponernos normas y conductas que afectan directamente a nuestra vida cotidiana y a nuestra salud- no es por qué se han impuesto los sueros a pesar de ser manifiestamente nocivos y mortales, sino por qué ningún órgano del Estado -cuyo fin último es el bien común, la salud y el bienestar de los ciudadanos- ha puesto fin a este crimen, y de hecho se ha hecho cómplice de la violación de los derechos fundamentales y del pisoteo de la Constitución. Y una vez comprendida la complicidad del Poder Judicial, del Parlamento, del Gobierno y del Jefe del Estado, cabe preguntarse cuál puede y debe ser la respuesta de los ciudadanos -a quienes el artículo 1 de la Constitución reconoce como únicos titulares de la soberanía nacional- ante un acto subversivo y de traición de los gobernantes.
Quis custodiet ipsos custodes? se pregunta Juvenal (Sátiras, VI, 48-49). Si un sistema de gobierno llega a estructurarse de tal manera que quienes detentan la autoridad pueden perjudicar a quienes deben obedecerles; si fuerzas no legitimadas por ningún mandato político o social son capaces de maniobrar gobiernos enteros e instituciones supranacionales con la intención de hacerse con el poder y concentrar en sus manos todos los instrumentos de control y todos los recursos: finanzas, sanidad, justicia, transportes, comercio, alimentación, educación, información..; si una cúpula subversiva puede presumir públicamente de tener primeros ministros, ministros y funcionarios a su servicio, debemos abrir los ojos y denunciar la ruptura de ese pacto social que sustenta la convivencia civil y legitima la delegación de autoridad del pueblo en sus representantes. Y de aquí, inevitablemente, debe venir la constatación de que la “pandemia” -como la “emergencia climática” y todas las demás pseudo-catástrofes previstas con fines intimidatorios por el mismo lobby- constituye una pieza fundamental en el marco de un golpe de Estado global más amplio al que hay que oponerse, que es imperativo denunciar, y cuyos autores -tanto en la cúpula de esas organizaciones subversivas como en los gobiernos, las instituciones públicas y la Iglesia católica- deben ser inexorablemente juzgados y condenados por alta traición y crímenes contra la humanidad.
Pero para ello -habrá que reconocerme el mérito, después de cuatro años- es esencial comprender que este lobby criminal actúa para el Mal, sirve al Mal, persigue la muerte no sólo del cuerpo sino también del alma de cada uno de nosotros; que sus emisarios son servidores de Satanás, consagrados a la destrucción de todo lo que se parezca siquiera remotamente a la obra perfecta de la Creación, que se refiere al acto generoso y gratuito con el que el Creador infunde la vida. Satanás es asesino desde el principio (Jn 8, 44) y quienes le sirven no pueden sino desear la muerte, sea cual sea el medio por el que la inflija.
Pretender tratar con viles mercaderes interesados sólo en el dinero y no ver la matriz satánica del plan globalista constituye un error imperdonable que ninguno de nosotros puede cometer, si realmente queremos detener la amenaza que se cierne sobre toda la humanidad. Por eso les aseguro mis oraciones y les imploro la bendición de Dios y el patrocinio de la Santísima Virgen, Salus infirmorum.
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