3 de Mayo: El descubrimiento de la Santa Cruz
(326 d. J.C)
La bienaventurada Santa Elena, madre del emperador Constantino, visitando a la edad de 80 años los santos lugares, consagrados con la vida y sangre de Cristo, movida por divina inspiración, quiso buscar la Santa Cruz de nuestro adorado Redentor.
Se hallaba muy acongojada y perpleja porque nadie podía decirle dónde estaba y los inmundos gentiles habían puesto en el Calvario un ídolo de Venus para que ningún cristiano se acercase para hacer oración en aquel sagrado lugar.
Más, como era costumbre de los gentiles, cuando hacían morir ajusticiado algún hombre fascineroso, enterrar los instrumentos el suplicio junto al lugar donde se sepultaba el cuerpo, mandó Santa Elena a cavar cerca del sepulcro del Señor, y al fin se hallaron allí tres cruces, y el título de la cruz de Cristo estaba tan apartado que no podía aclarar cuál de aquellas cruces era la del Señor.
En esta perplejidad el patriarca de Jerusalén, San Macario, que allí estaba, mandó hacer oración, y luego hizo traer allí una mujer tan enferma que los médicos la tenían por desahuciada.
A esta mandó aplicar la primera cruz y la segunda, sin verse fruto alguno, y aplicándole la tercera, repentinamente quedó del todo sana y con todas sus fuerzas recuperadas.
Con este milagro ceso la duda y se entendió que aquella era la cruz de nuestro Salvador.
El gozo de Santa Elena fue increíble, la cual dio gracias al Señor por tan señalado regalo y beneficio, y mandó edificar un suntuoso templo en aquel mismo lugar, donde dejó parte de la cruz ricamente engastada y adornada, y la otra parte con los clavos envió a su hijo el emperador Constantino, el cual mandó ponerla en un templo que hizo construir en Roma, y que después se llamó Santa cruz de Jerusalén.
Ordenó además que a partir de entonces, ningún malhechor fuese crucificado, y que la cruz que hasta aquel tiempo era el más vil e ignominioso suplicio, fuese de allí adelante la gloria y corona de los reyes, y así cambió las águilas del escudo imperial por la cruz y con esa forma mandó hacer monedas y poner un globo del mundo en la mano derecha de sus estatuas y sobre el globo la misma Cruz, para que se entendiese que el mismo mundo había sido conquistado por la Santa Cruz de nuestro Redentor Jesucristo, y que esta misma Cruz había de ser el escudo y defensa de la República cristiana.
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