5 de Abril: San Vicente Ferrer
(🕆 1419)
El gloriosísimo y apostólico varón San Vicente Ferrer, nació en la ciudad de Valencia, de la noble familia de los Ferrer, y fue hermano de Bonifacio Ferrer, gran jurista y después Prior General de la Cartuja.
Desde su niñez juntaba el santo a otros muchachos y les decía:
- Oídme, niños, y juzgad si soy buen predicador
Y haciendo la señal de la cruz, refería algunas razones de las que había oído a los Predicadores en Valencia, imitando la voz y los movimientos de ellos tan vivamente, que dejaba admirados a los que le oían.
Llegando a la edad de dieciocho años tomó el hábito del glorioso Santo Domingo, y llegó a ser un perfecto retrato de la vida religiosa.
Hizo sus estudios en los conventos de Barcelona y Lérida, y en esta universidad le graduaron como Maestro en Teología, para dar principio a su carrera apostólica.
Era muy agraciado y de gentil disposición, y habiéndosele aficionado y queriendo traerle a mal algunas mujeres, él las ganaba para Cristo.
En el espacio de dieciocho años solo dejó de predicar quince días, y siempre fue estupendo el fruto de sus sermones, no solo en España, sino también en Francia, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Piamonte, Lombardía y buena parte de Italia; y predicando en su lengua valenciana en estas naciones le entendían como si predicara en la lengua de aquellos países, algo que es un don raro y apostólico.
Solamente en España, convirtió más de veinticinco mil judíos y dieciocho mil moros.
Muchos pecadores convertidos y otra gente sin número le seguían de pueblo en pueblo, y eran tantos, que hubo una vez que se hallaban ochenta mil, y hacían procesiones muy devotas y solemnes, disciplinándose terriblemente y derramando mucha sangre en memoria de la Pasión del Señor y en satisfacción de sus pecados, y eran tantos los disciplinantes, que había tiendas de disciplinas como si fuera feria de azotes.
Los milagros que obró el Señor a través de San Vicente fueron tantos, que solo de los cuatro procesos que se hicieron en Aviñón, Tolosa, Nantes y Nápoles, se obtuvieron, sin los demás, ochocientos sesenta.
En España hasta los mismos reyes de Aragón salían a recibirle, lo llamó el emperador Sigismundo, rey de Inglaterra, y hasta el rey de Granada, siendo moro, y todos le miraban como hombre más divino que humano.
A la muerte de Martín de Aragón fue elegido para las Cortes de Aragón, Valencia y Cataluña, y declaró por Rey al infante de Castilla Don Juan el primero.
Finalmente, habiendo este predicador divino abierto el cielo a innumerables almas, dio su espíritu al que para tanta gloria suya le había criado.
Murió a la edad de setenta y cinco años en la ciudad de Nantes, acudiendo tanta gente a reverenciarlo, que por espacio de tres días no se pudo sepultar.
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