23 de Abril: San Jorge, mártir
(✞ 290)
El valeroso capitán y glorioso mártir de Cristo San Jorge fue natural de Capadocia, hijo de padres nobles y ricos.
Siendo ya mozo y de muy gentil disposición y grandes fuerzas, siguió la milicia y vino a ser tribuno o maestre de campo y miembro del consejo del emperador.
Diocleciano, el cual no sabiendo que era cristiano, quería honrarle mucho en el ejército y servirse de él en cosas grandes y hazañosas.
Sucedió pues, que habiendo propuesto Diocleciano, a sus consejeros y ministros la voluntad que tenía de acabar con los cristianos infligiéndole atroces tormentos, todos aprobaron la determinación del emperador, menos San Jorge, que con admirable elocuencia y libertad dijo que era una gran injusticia condenar a tales hombres solo porque daban culto al verdadero Dios.
Se levantó entonces el cónsul Majencio y dijo a Jorge:
- Bien se conoce que debes ser uno de los principales jefes de esa secta.
Respondió San Jorge:
- Si, soy cristiano.
Entonces el emperador procuró desviarle de aquel propósito, poniéndole delante la flor de su juventud, su nobleza, riqueza y gallardía, y también los favores que de él había recibido, y los daños que le podían seguir si despreciaba a los dioses del imperio.
Más como no hicieron mella en aquel pecho armado de Dios promesas y amenazas, el día siguiente mandó el tirano atormentar al soldado de Cristo con una rueda armada por todas partes con puntas aceradas que despedazaban sus carnes, en cuyo cuyo suplicio oyó una voz del cielo que le dijo:
- Jorge, no temas, que yo estoy contigo.
Y el santo mártir padeció aquellos y otros terribles tormentos con una gran serenidad, que muchos al verlo, se convirtieron maravillados de aquella soberana fortaleza, y entre ellos, dos pretores, llamados Anatorio y Protoleo, los cuales fueron decapitados por Cristo.
Hallaron después al invicto mártir milagrosamente curado de sus heridas y como el emperador volviese a exhortarle a ofrecer incienso a Apolo:
- Vamos al templo si quieres -le dijo al Santo- y veamos qué dioses adoráis.
Entraron en el templo y estando todos mirando a San Jorge, él se llegó a la estatua de Apolo, y extendiendo la mano, le preguntó:
- Dime, ¿eres Dios?
- No soy Dios -respondió la estatua, y el santo, haciendo la señal de la cruz, le reprendió diciendo:
- Pues, ¿Cómo osas estar aquí en mi presencia?
Se oyeron entonces en el templo alaridos y aullidos dolorosos, y con gran espanto de todos, cayeron los ídolos y se hicieron pedazos.
Informado el emperador del suceso, y movido por los sacerdotes de los ídolos que pedían a voces la muerte de aquel “gran hechicero”, y por el número de gentiles que se convirtieron al ver caídos y desmenuzados los falsos dioses por la palabra de San Jorge, le mandó degollar, y en este suplicio alcanzó la gloriosa palma de los mártires.
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