sábado, 16 de marzo de 2024

LAS VOCACIONES SON CONSERVADORAS

Las pocas vocaciones que salen, acaban en seminarios y noviciados de indiscutible fidelidad a la Iglesia de siempre. Los datos son tercos.

Por el padre Jorge González Guadalix


Es lo que hay en seminarios, monasterios y conventos. Pregunten por las colas para ingresar en los noviciados más progresistas. Entérense de cuántos seminaristas tienen las diócesis más avanzadas. Podemos dar una vuelta por los institutos más al día, sobre todo de vida activa, conocer las nuevas espiritualidades de algunas religiosas, la apuesta por el manipulado Vaticano II de tantos. Tal vez no nos atrevamos a hacerlo.

Curiosamente, las pocas vocaciones que salen, menos entre otras cosas por el enorme descenso de la natalidad, acaban en seminarios y noviciados de indiscutible fidelidad a la Iglesia de siempre. Los datos son tercos.

Hace no mucho, hablando con “una religiosa” sobre este particular, me decía que “las órdenes más estrictas y los seminarios tradicionales se nutren de personas inseguras, emocionalmente débiles y necesitadas de certezas que suplan su evidente inmadurez”.

Está claro. Una mujer joven, bien formada y con estudios superiores, que deja su carrera profesional para ser religiosa de Iesu Communio “es inmadura e inestable”. Un joven que se hace cartujo es “sospechoso” de no sé qué. Los trapenses austriacos de Heiligenkreuz, cien de comunidad, la gran mayoría jóvenes, son “una colección de personas carentes de equilibrio interior”. Los 107 seminaristas del Instituto Cristo Rey sumo sacerdote, una panda de “infantiloides”. Qué cosas.

Madurez, por lo visto, es la de las reverendas Gunegundas, expertas en oración danzante y dieta vegana, la de los padres Pipolinos, fervosoros defensores de la ideología de género y de la oración personal responsable, la del monasterio de santa Boneta, dedicadas a talleres de introspección, relajación sensitiva y liturgia creativa. Madurez conciliar conservada en naftalina.

Las Gunegundas, las Bonetas y los Pipolinos son para algunos, la auténtica “primavera eclesial”. Es igual que la Boneta más joven tenga 74 años, la última Gunegunda profesara el año 1972 y que los Pipolinos no tengan más vocaciones que un chiquito en la India. Son el concilio Vaticano II redivivo. Es igual que la revista “Ecos de la Boneta” apenas tenga suscriptores y que el stock de libros del P. García sobre la nueva moralidad y los de sor Presa de la Caridad “Cómo ser una comunidad religiosa del Vaticano II” no tengan salida ni como regalo de cortesía.

Es lo que hay.

Pobres inmaduros de La Aguilera, Griciliano o Heiligenkreuz. A ver si aprenden de las Gunegundas o llaman un día al superior de los Pipolinos para que les ayuden a evolucionar en el seguimiento del Vaticano II, la oración responsable, la autonomía creativa, la danza contemplativa o la contemplación danzante, la liturgia renovada y la moral psicalíptica.


De profesión, cura


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