20 de Marzo: San Joaquín, Padre de la Madre de Dios
San Joaquín fue el gloriosísimo padre de la Santísima Virgen, él era de origen galileo, y de linaje real y el más ilustre de toda Judea, porque era de la tribu de Judá, y descendía por línea directa del rey David.
Le llamaron Joaquín, qué quiere decir Preparación del Señor, porque, como dice San Epifanio, por él se preparó el templo vivo del Señor en el mundo, que fue la Virgen María, su hija.
Era hombre justo que trataba con rebaños y lanas, y se casó con una virtuosísima doncella de Belén, llamada Ana.
Vivían los dos santos esposos como dos ángeles, pero sin tener hijos, lo cual era causa de gran humillación, pues entre los judíos se tenía como cosa afrentosa ser estériles, y por maldito quien no dejaba descendencia de sí, porque perdía para siempre la esperanza de emparentar con el Mesías.
Más el Señor les consoló con enviar a San Joaquín un ángel que le dijese que Ana, su mujer, había de concebir una doncella santísima, escogida de Dios para madre suya, la cual había de dar a luz al Mesías tan deseado; y cumpliéndose el plazo señalado por el ángel les nació en Nazaret aquella benditísima niña, sobre la cual Dios echó todas sus bendiciones.
¿Quién podría describir la alegría de San Joaquín cuando vio en sus brazos aquella hija tan deseada, no sólo de los hombres, sino de los mismos ángeles?
¡Con qué reverencia la miraría, viendo la hermosura de la niña que admiraba cielo y tierra!
¡Con qué reverencia la miraría, viendo la hermosura de la niña que admiraba cielo y tierra!
Le puso por nombre María, qué significa excelsa, porque había de ser la más alta y excelsa de todas las puras criaturas; y al cabo de ochenta días fueron Joaquín y Ana a Jerusalén a cumplir la ley de la purificación para ofrecerla en el templo, y cuando la santísima niña llegó a la edad de tres años, en la festividad de las Encenias, que era por el mes de noviembre, la presentaron a los sacerdotes, para que se criara entre las otras vírgenes consagradas a Dios, en una parte del templo que estaba dedicada para crianza y habitación de ellas.
Joaquín y Ana vivieron en Jerusalén porque el amor que tenían por su hija no les permitía ausentarse de aquel divino tesoro; y así, los años que a San Joaquín le quedaban de vida, que eran pocos, frecuentaba lo más que podía aquel templo vivo de Dios, su santísima hija, la más preciosa que el templo de Jerusalén y que el cielo empíreo, hasta que siendo ya de unos ochenta años y la Virgen de once, la dejó por heredera de sus bienes y entregó su espíritu al Señor que le había criado y honrado con la dignidad de padre de la Madre de Dios y Reina de los Cielos.
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