martes, 6 de febrero de 2024

SOBRE LA VALIDEZ DE LAS CONSAGRACIONES

¿Podemos estar seguros de que un sacerdote que se ha sometido al nuevo rito de consagración es verdaderamente un obispo?

Por  Mons. Richard  Williamson


Entre los católicos tradicionales se ha vuelto a disputar recientemente la cuestión de si las consagraciones de obispos católicos realizadas con el nuevo rito fabricado por Pablo VI a raíz del Vaticano II son consagraciones válidas o no. En otras palabras, ¿podemos estar seguros de que un sacerdote que se ha sometido al nuevo rito de consagración es verdaderamente un obispo? La cuestión es de inmensa importancia, porque de obispos válidos depende la supervivencia misma de la Iglesia Católica y de que las almas puedan llegar al cielo, porque las almas necesitan absolutamente de los sacerdotes y los sacramentos para morir en ese estado de gracia santificante sin el cual corren grave riesgo de caer en el infierno.

A grandes rasgos, hay dos corrientes de pensamiento sobre esta cuestión. La inmensa mayoría de los católicos hasta la nueva Fraternidad de San Pío X, tal como fue reorientada en 2012 por los sucesores de monseñor Lefevbre (quien la guió desde sus inicios en 1970 para defender la fe y la Iglesia contra los estragos de la revolución conciliar), no ven ningún problema

“Por supuesto que el Vaticano II (1962–1965) no fue tan desastroso -dicen- como para que Dios permitiera a sus enemigos ganar tanto poder dentro de la Iglesia que pudieran alterar seriamente las fuentes de su futuro, como es el rito de consagración de sus futuros líderes. La mera idea es ridícula. El Vaticano II fue malo, pero no puede haber sido tan malo” -dicen. Pero lo fue.

Basta con mirar los frutos, que muestran infaliblemente lo que está en juego. Entre 20 años antes y 20 años después del concilio, una masa de hospitales católicos, escuelas, conventos, seminarios, prioratos, monasterios – cerrados o entregados para la conservación de las manzanas (Sal. 78, 1). 

¿Hubo alguna vez tantas vocaciones abandonadas, o tan pocas vocaciones nuevas, como en el período posterior al Vaticano II? ¿Por qué? Seguramente porque, por ejemplo, la mayoría de nuestros contemporáneos están convencidos de que un asistente social es más útil que un sacerdote. Y de hecho, donde no hay fe, al menos tal como se entendía hasta antes del concilio, el obispo y el sacerdote están en desventaja por lo que hacen. Son depreciados por lo que son propiamente, y lo único que les queda, es hacer una mala imitación de alguien que no son en absoluto, como por ejemplo “asistentes sociales”

¿Y quién debería predicar la verdadera fe? Los obispos y sacerdotes. Que astutamente el diablo a través del Vaticano II vació esas mentes de esos eclesiásticos de adentro hacia afuera y los puso cabeza abajo. Tal vez, después de todo, el nuevo rito de consagración ha sido, de alguna manera, un problema para los obispos...

El padre Álvaro Calderón es uno de los mejores teólogos de la Fraternidad, destinado en el seminario sacerdotal de la Fraternidad en Argentina. Hace más de diez años escribió un tratado sobre esta cuestión de la validez del nuevo rito de consagración episcopal. Concluye que es “muy probablemente válido”, pero no ciertamente. Sin embargo, dado que obispos válidos son absolutamente esenciales para la vida y supervivencia de la Iglesia, entonces esa sombra de duda implicada sigue siendo demasiada duda, y todos los obispos católicos consagrados sólo con el nuevo rito, deberían consentir en ser reconsagrados también con el antiguo rito, con su antigua y ciertamente válida forma sacramental. “Del mismo modo -dice- todos los sacerdotes ordenados sólo con el 'rito conciliar de ordenación' deben buscar la reordenación condicional con el rito tradicional, para reparar cualquier defecto grave en su sacerdocio conciliar”.

¿Y dónde dice el padre Calderón que está esa sombra de duda? Dice que “la intención del nuevo rito es no más hacer obispos de autoridad regia, con una autoridad divina detrás de ellos inmediatamente sobre las ovejas, verdaderos truenos de Dios; sino más bien un 'facilitador diocesano', un 'hombre simpático', un 'administrador democrático', dispuesto a obedecer al pie de la letra a a una monja feminista, una especie de dragón local que tiraniza a todos los gallos del gallinero eclesiástico en kilómetros a la redonda, y que sueña con el día en que por fin pueda celebrar los jirones que quedan de la Santa Misa. Muchachos, dejen a las mujeres en su lugar, porque fuera de control son insoportables! Dios Primero.

Kyrie eleison


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