martes, 6 de febrero de 2024

6 DE FEBRERO: SANTA DOROTEA VR. Y MR.


Santa Dorotea, virgen y mártir

(✝ 308)

Santa Dorotea, tan ilustre en toda la iglesia latina, nació de nobles padres, en Cesárea de Capadocia, y por su honestidad y grandes virtudes estaba puesta en los ojos de toda la ciudad. Por esta causa, luego que llegó a Cesárea el impío gobernador Sapricio, la mandó a prender para que escarmentasen en su cabeza los otros cristianos. 

Ordenóle, pues, que sacrificase a los dioses, como lo mandaban los emperadores. A esto respondió Dorotea: Dios verdadero y emperador del cielo me ha mandado que a Él solo sirva y reconozca por Dios. ¿A quien te parece que debemos obedecer, cuando se contradicen: al emperador del cielo o al de la tierra? 

Enojóse el presidente con estas razones de la santa doncella, y mando que la desnudasen y atormentasen en la garrucha; pero viendo que perseveraba en el suplicio con ánimo invencible, llamó a dos hermanas que se llamaban Cristeta y Calixta, las cuales habían sido cristianas y por temor de los tormentos habían negado la fe, y encargóles que la tuviesen en su casa y la persuadiesen a hacer lo que ellas habían hecho, prometiéndoles un premio si lo lograban. 

Hicieron las dos cuanto pudieron para derribarla, más la santa, trocando sus razones, las persuadió a ellas para que reconociesen su culpa, y de nuevo tornasen a la batalla, muriendo gloriosamente por amor a Jesucristo. Cuando el feroz presidente supo todo esto, mandó que atasen a las dos hermanas juntas por las espaldas y que las echasen al fuego ante los ojos de Dorotea; pero ella, en lugar de espantarse, las animaba diciendo: Id, hermanas, id delante de mí al cielo. El feroz Apricio la condenó a subir de nuevo en la garrucha, y a ser descoyuntada y morir a puros tormentos.

Estaba la santa en el suplicio con grande gozo, y decía al tirano: Nunca en todos los días de mi vida he estado tan alegre como hoy: lo uno por haber ganado para Cristo Dios almas que tú le habías quitado, y lo otro, porque espero gozar con ellas de mi Señor.

Aplicábanle en los costados antorchas encendidas que le abrasaban las entrañas, y Dorotea, cuanto más era atormentada, más alegre se mostraba, haciendo burla a sus atormentadores. 

Finalmente, cansados ya los verdugos, y turbado y confuso Apricio, mando que fuese descabezada, en cuyo tormento entregó su purísima y preciosísima alma al celestial Esposo. 


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