domingo, 18 de febrero de 2024

LA ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE EXORCISTAS ADVIERTE SOBRE ESTAFADORES

Compartimos el Comunicado de la Asociación Internacional de Exorcistas con aclaraciones sobre el exorcismo auténtico.


Contexto: El comunicado cita un caso muy famoso por estos días en Altavilla Milicia, un pueblo en la isla de Sicilia, donde ocurrió un terrible hecho de sangre  donde -aparentemente- habrían ocurrido casos de posesión diabólica.

Publicamos la captura de pantalla de una de las publicaciones que narran lo sucedido. Click sobre la imagen para ampliar.


El Comunicado:

Los trágicos hechos ocurridos en las últimas horas en Altavilla Milicia, en las afueras de Palermo, donde un hombre mató a su esposa y dos hijos suscitan una serie de reflexiones. “Mi esposa y mis hijos estaban poseídos por Satanás”, supuestamente repitió el hombre a la policía tras cometer la masacre. Además, según los primeros testimonios, el hombre habló recientemente de “presencias demoníacas” en la casa. De ahí el brutal accionar que supuestamente se llevó a cabo -como leemos en los medios- durante un “exorcismo”.

El dramático cuadro que se perfila, vinculado también a la frecuentación por parte del hombre de un grupo religioso no especificado, junto con un par de conocidos que también han sido detenidos, exige algunas consideraciones sobre la naturaleza del exorcismo en la Iglesia Católica, que -hay que señalarlo aquí- nada tiene que ver con prácticas mágico-rituales de resultados violentos. Como establece el Rito de los Exorcismos promulgado por la Iglesia Católica y se explica en las Directrices para el Ministerio del Exorcismo, el exorcismo puede ser una súplica, una invocación de ayuda, una petición dirigida a Dios para que intervenga y libere a una persona, lugar u objeto de la acción extraordinaria del demonio y de su nefasta influencia. El exorcismo también puede ser una orden, un mandato, un mandato imperativo dado al demonio, para que abandone a una persona, un lugar o un objeto que sufre su acción extraordinaria. Existen, por tanto, dos formas de realizar un exorcismo, una invocativa y otra imperativa.

El exorcismo se realiza en nombre y por la autoridad de la Iglesia Católica, por ministros nombrados por ella y según los ritos por ella establecidos. El sacerdote que administra el exorcismo es, por lo tanto, en este caso, la Iglesia misma, que actúa siempre en unión y dependencia de Cristo. El exorcista presta a la Iglesia su voz, es su intermediario, actuando en nombre de la Iglesia y por cuenta de ella; no es, pues, el exorcista el protagonista, sino Cristo Cabeza y la Iglesia, su Esposa. Celebrar un exorcismo requiere, como todos los sacramentos y sacramentales:

1) un ministro idóneo, es decir, un sacerdote nombrado por su propio Obispo;

2) la observancia de los ritos litúrgicos aprobados por la Iglesia;

3) la intención de hacer lo que hace la Iglesia.

El exorcismo solemne (también llamado gran exorcismo o exorcismo mayor) es el exorcismo que se realiza a personas que son víctimas de una acción extraordinaria del diablo (posesión, obsesión, vejación). Pertenece al género de los sacramentales (es por tanto una acción litúrgica). Exorcismo simple es el exorcismo realizado sobre casas, objetos, lugares o animales, cuando son sometidos a esa extraordinaria acción diabólica que la Asociación Internacional de Exorcistas señala con el término infestación. El exorcismo solemne sólo puede ser realizado por exorcistas, es decir, por sacerdotes a quienes el Ordinario competente haya dado permiso expreso y peculiar para exorcizar. El exorcismo simple, así como por el exorcista debidamente autorizado, puede ser realizado por cualquier sacerdote, siempre que esté autorizado por el Obispo local.

Por último, conviene recordar un aspecto fundamental. El exorcismo se realiza contra la acción extraordinaria del diablo y no contra la voluntad humana. La voluntad humana debe convertirse con los instrumentos ordinarios de la gracia. El exorcismo, por lo tanto, está dirigido al Maligno, a la voluntad demoníaca, no a la voluntad humana. Además, es necesario el consentimiento de la persona que sufre. La elección es de la persona; es su responsabilidad pedir o rechazar la ayuda del exorcista. No puede ser de otras personas, marido, mujer o padres u otros miembros de la familia.

A todo esto hay que partir de la premisa de que en la Iglesia Católica para proceder al rito del exorcismo, el sacerdote que ha recibido de su Obispo la tarea de ejercer este ministerio debe alcanzar, después de un prudente y certero discernimiento, la certeza moral de que la persona que pidió su ayuda es verdaderamente víctima de una acción extraordinaria del diablo, excluyendo cualquier duda razonable. 

Por este motivo, la Iglesia Católica fomenta la colaboración de los sacerdotes exorcistas con figuras competentes en el campo de la medicina y, en particular, de la medicina mental. 

Evidentemente, los psicólogos y psiquiatras no pueden sustituir el ministerio de los exorcistas, pero en algunas circunstancias pueden ayudarles en la fase de discernimiento de los casos dudosos. La decisión final sobre si proceder o no al exorcismo, sin embargo, corresponde al sacerdote exorcista, ya que, al igual que en la fase de instrucción procesal, así como el juez puede solicitar, si procede, el dictamen de peritos, teniendo la prerrogativa de la sentencia, así el exorcista, tal como consta en el ritual que le da la Iglesia en el n. 16 del Prænotanda, decidirá realizar el exorcismo cuando esté moralmente seguro de una acción real extraordinaria del diablo.

Es preocupante el creciente aumento de las “ofertas de exorcismo” por parte de los autodenominados “exorcistas”, que suelen utilizar la web y las redes sociales no sólo para publicitar su “profesión”, sino también para ejercerla “a distancia” (“remota”) que en persona. En todos estos casos, debe saberse con certeza y sin excepción que se trata de personas desautorizadas, falsas y fraudulentas, que explotan el dolor y la credulidad de la gente, aprovechándose de la ignorancia religiosa y de la superficialidad de la que, por desgracia, hoy en día son víctimas muchas personas. Los criterios para distinguir a estos estafadores no se refieren a la apariencia con la que se presentan, ni a lo que afirman. A menudo, en efecto, hacen alarde de rostros sonrientes, modales tranquilos, entornos saturados de imágenes sagradas o representaciones de ángeles buenos, etc.; del mismo modo que también afirman actuar por desinterés, ser creyentes en Dios, ser buenos cristianos, contar con la ayuda de espíritus buenos o incluso de santos, etc.

Los criterios para distinguir a estos estafadores se refieren más bien a la ausencia de gratuidad con la que operan y a la ausencia de un mandato oficial de la Iglesia para operar. En primer lugar, en lo que se refiere a la ausencia de gratuidad, quizás no inmediatamente, pero ciertamente más tarde, estos estafadores exigirán dinero: como pago o como “ofrenda”. Entonces no se excluye, en algunos casos, que estas personas intenten explotar a sus clientes no sólo económicamente, sino también sexualmente, con el pretexto de que tales actos sirven para ahuyentar el mal. La Iglesia Católica, en su doctrina, siempre ha enseñado que el ministerio del exorcismo debe ser
realizado gratuitamente, y entre los criterios para discernir la idoneidad para ejercer el ministerio de exorcista siempre ha destacado el de ser “ajeno a toda codicia de bienes humanos”.

Además, la Iglesia Católica exige a sus exorcistas que se atengan fielmente a las reglas del rito litúrgico que promulga.



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