Félix era el hijo mayor de Hermias, un centurión sirio que se había retirado al municipio de Nola, en la región de Campania (Italia), lugar donde vino al mundo Félix. Después de la muerte de su padre, Félix vendió la mayor parte de sus propiedades y posesiones, dio las ganancias a los pobres y se puso al servicio de la Iglesia, en la cual llegó a ser Lector y Exorcista con tanta virtud y espíritu, que echaba los demonios de los cuerpos que atormentaban y poseían. Luego llegó una horrible persecución contra la Iglesia. Llegaron a Nola los ministros del emperador, buscaron al anciano y santo Obispo, llamado Máximo, el cual se había retirado a los montes, encomendando a Félix su rebaño. Detuvieron, pues, a Félix, y cargado de cadenas, le arrojaron en una cárcel muy oscura, llena de pedazos de tejas para que no pudiese dormir ni reposar.
Mientras tanto, el anciano Obispo se consumía en la soledad, padeciendo los extremos rigores del hambre y del frío.
Según nos cuenta la Tradición, un ángel liberó a Félix de la prisión, para que pudiera ayudar al Obispo Máximo y le acompañó hasta el lugar del monte donde se hallaba el Obispo. Félix encontró al Obispo Máximo solo, enfermo e indefenso, y
viendo allí cerca un racimo de uvas, se lo exprimió en la boca, haciéndole volver en sí.
Lo llevó nuevamente a la ciudad y se escondieron de los soldados en un sitio derruido. Cuando los dos estuvieron a salvo dentro, una araña rápidamente tejió una telaraña sobre la puerta, engañando a las fuerzas imperiales haciéndoles creer que hacía tiempo ese lugar estaba abandonado, y finalmente los soldados se marcharon.
Calmada aquélla revuelta, el Obispo y Félix salieron de su secreto escondite y comenzó el sacerdote de nuevo a exhortar al pueblo a la virtud. Tiempo después, falleció el Obispo Máximo consumido por su enfermedad. Ante la muerte del Obispo, el pueblo puso los ojos en Félix para que fuese su pastor y Obispo, puesto que él rechazó.
Félix continuó su labor como sacerdote, y se dedicó a cultivar las tierras que le quedaban, dando la mayor parte de las ganancias a personas incluso más pobres que él.
La Tradición cuenta que Félix murió como mártir en el año 255 bajo el emperador Valeriano (253-260) o, según otras versiones, durante la persecución general instigada por el emperador Decio (249-251). Según el hagiógrafo sacerdote católico Alban Butler, Félix murió a una edad avanzada, el catorce de enero.
Gran parte de la poca información que nos ha llegado sobre Félix proviene de las cartas y poesías del escritor y sacerdote Paulino de Nola.
Se han construido cinco iglesias en el lugar donde fue enterrado por primera vez o cerca del lugar, que estaba fuera del recinto de la ciudad de Nola. Sus restos se conservan en la catedral; pero algunas reliquias de Félix están en Roma, Benevento y otros lugares. Con el tiempo se dedicó una nueva iglesia en Nola en nombre de San Félix. La gente viaja desde muy lejos para ver el lugar donde fue enterrado este venerado Santo. Sus reliquias hoy se encuentran en la Catedral de Nola. Es el santo patrón de los animales perdidos y las arañas.
Nota de la Editora: Este Santoral Tradicional está tomado del “VADEMECUM devocionario” del padre Santiago Lichius de la Congregación del Verbo Divino, impreso el 10 de septiembre de 1958, anterior a las reformas del concilio Vaticano II.
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