domingo, 12 de noviembre de 2023

LA RENOVACIÓN DE LA MORAL O "POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS"

Me refiero, como no puede ser de otra manera, a la Moral Católica, que, hasta un presente no muy lejano, “era” la única verdadera. Aunque quizá habría que acotar aquello de Moral “antes” Católica; ahora, vete tú a saber… porque ya, ni se sabe.

Por José Luis Aberasturi


Hasta el Concilio -s. XIX, principios del XX, para no remontarnos a Trento-, las cosas de la Moral Católica estaban clarísimas: todo el orbe católico estaba al cabo de la calle respecto a lo que era o no era pecado. Pecado grave o leve, según la materia, la “advertencia” -plena o no-; lo mismo para el “consentimiento”; y también había que atender a las “circunstancias” -agravantes o eximentes-, como era lógico.

Los sacerdotes, que se sentaban habitualmente en el Confesionario -en especial para el ‘cumplimiento pascual’ u otros momentos de especial relieve: primeras Confesiones, recepción de Sacramentos de Vivos, etc.-, también lo tenían todo meridianamente claro, desde su condición de Confesores. Y todo funcionaba, gracias a Dios. Por otro lado, siempre había funcionado.

Una consecuencia inmediata de esto era lo que todavía conservan algunas personas: al preguntarles si habían comulgado con tales o cuales pecados, contestan: “yo, es que nunca comulgo sin haberme confesado”. La conciencia sigue estando viva. Funciona.

Este esquema -que funcionaba, insisto, pues mantenía vivas las conciencias como primera provisión y necesidad para llevar una vida realmente cristiana: el pecado se sitúa en el polo opuesto-, se declaró “obsoleto” y “rechazable”: era “negativo”, pues cargaba las tintas en el horizonte “pecado”, y “olvidaba” la primacía de la Vida Cristiana: Cristo, el seguimiento de Cristo, el amor a Cristo, y cosas así. Como si “pecar” no tuviera nada que ver con la Vida realmente Cristiana. Igualito que ahora.

Pues estas cosas -estas valoraciones tan “modernas y tan conciliares”-, estando bien en sí mismas, han tenido como resultado REAL -sus frutos verdaderos-, nada más y nada menos que la absoluta Descristianización de países enteros, salvo contados oasis. Oasis, que forman parte del desierto, aunque sean la excepción a su realidad.

Pero además, y lo que es aún peor: han convertido a la Iglesia (antes) Católica, en un zoco mundano y mundanal, más parecido a un ágora ateniense al uso, ávido de “novedades”, por el mero hecho de escucharlas y discutir, que la ha descristianizado también a Ella: dónde lo mismo campea el James, que el Marx, que se apunta uno a los ODS de la Agenda 2030. Por sacar a relucir algunos puntos de plena actualidad…

Este vuelco -auténtico “gato por liebre”: genuina política eclesial de “Olvido y Sustitución”, ha llevado, como primer componente, a “callar” y a “ocultar” la moral, con el consiguiente abandono de la “Formación de las Conciencias”. Dejadas todas ellas a los pies de los caballos: o sea, abandonadas a todas las influencias de dentro o de fuera de la Iglesia, sin valoraciones y sin remedios: sin defensa posible. Y las personas, desde críos, se han arruinado.

Acallando -y corrompiendo: como es también evidente-, las de los propios pastores, al grito tan socorrido de “la mayoría de edad” de los fieles: ¡basta de tutelas, y de considerar al personal como niños que hay que llevar de la mano!

Esta ha sido toda la INSANA e INMORAL pedagogía -el “pedagogo” griego era el esclavo que llevaba al niño a la escuela; luego, con los esclavos intelectualmente bien formados, pasaron a ser auténticos “maestros” y “educadres” de esos niños, que se educaban ya en casa-, que se ha puesto en marcha por todas partes, dentro y fuera de la Iglesia.

Las consecuencias -los frutos- son no sólo trágicamente visibles, sino que han sido ruinosas para las almas, para la sociedad y para la misma Iglesia (antes) Católica.

Porque, para mayor “celo” en corromper las conciencias, además de tergiversar la Doctrina, y de desnaturalizar gran parte de las Escrituras, se dejó de confesar a las buenas gentes: primero, con las mal llamadas “confesiones comunitarias”, que ni siquiera eran confesiones.

Y lo de “comunitarias”, vete tú a saber a cuento de qué venía…

Pero, además, y rizando el rizo del despropósito y del abandono institucional por lo eclesial, se dejó de confesar a la gente; animando a no hacerlo, positivamente: ¡todos a comulgar! Y esto no hay conciencia que lo aguante y salga viva.

Un ejemplo, uno entre un millón, de la desasistencia y abandono de la Iglesia como tal -se ha escondido; o peor: se ha retirado de su Oficio y Misión, ignorando a su Fundador, y haciendo tabla rasa de todo lo anterior a estas fechas-, frente a los gravísimos problemas morales -peor: INMORALES-, que infectan a la sociedad y a la misma Iglesia, y que ha corrompido las conciencias de todos, lo protagoniza el Portavoz de la CEE, a propósito de la multiplicación de casos de agresiones físicas y agresiones sexuales, protagonizadas por menores contra otros, también menores.

Amén de cómo se han multiplicado los suicidios en menores -y los que se han quedado en meros intentos-, y las consultas psquiátricas de estos mismos pacientes.

El señor obispo aboga por una “reflexión profunda” y anima a “alcanzar pactos de estado” -también un socorrido agarradero para echar balones fuera-, en el ámbito educativo.

Animado quizá por la seriedad del tema, ha declarado que tales sucesos “nos están señalando una situación grave para el presente, y una perspectiva difícil para el futuro”. Sin añadir una palabra sobre el papel de la Iglesia en el caso.

¿Esto es todo lo que la Iglesia, como tal, en la persona de sus Obispos en España, tiene que decir al respecto?

Ni una sola palabra que respire doctrina, espíritu católico o así: son palabras que podría decir cualquier político al uso y nómina, sin necesidad siquiera de ser católico.

¡Y después de una Plenaria de la Conferencia! Da la impresión de que, cuanto más se reúnen y en mayor número, menos palabras sacan a la luz pública. Se deben mirar y se quedan mudos.

Ni una sola palabra del papel -mejor: el “papelón”- que la Iglesia Católica en España ha desempeñado en toda esta tragedia. Ni la más mínima autocrítica: como si la cosa no fuese con Ella, y sí con el quehacer por lo civil, única y exclusivamente.

Para cubrir el expediente, proponen una “educación humana, moral, en valores y también espiritual”, con lo que parece que pretendían reconducir el tema, al menos con la palabra “espiritual”.

¡Abandonad toda esperanza! Toda esa proposición es, lisa y llanamente, para el “cuidado de la salud mental, la superación de adicciones, y la educación en el respeto al otro”. ¡Acabáramos! Este es todo el horizonte de “lo espiritual” hoy, por lo eclesial.

Creo que estamos ante el nuevo fin, o principio del fin del quehacer espiritual de la Iglesia, en su máxima expresión. Sí Dios no lo remedia, claro. De qué vamos, entonces, a extrañarnos?

¿En qué han quedado los colegios (antes) católicos, cien por cien? En esto. Y en cobrar cada mes. Es la explicación más real y auténtica al cierre de colegios (antes) católicos. Lo mismo vale para los colegios apostólicos, seminarios menores, casas de religión, etc.

¿En qué han quedado las Catequesis, antes Católicas? ¿Qué católico que se precie, va a leer -o a escuchar- estos Documentos de la CEE?

¿En qué se entretienen las Homilías? Es que te sales de los cinco minutos, y de hablar de pájaros y flores…, ¡y la lías!

Así podríamos seguir, trayendo desgracia tras desgracia.

Pero CALLAR a conciencia, desde la Jerarquía de la Iglesia (antes) Católica, que todo este desmadre de los chavales -un desmadre que, cada vez se les adelanta más: les va ganando años, quedándose enganchados al alcohol, el sexo, la violencia y los “pinchos” o “sorbetes” de todo lo que “chuta” y “coloca” cada vez a edades más tempranas-, no tiene nada que ver con la ausencia de Dios en sus familias, en sus vidas y en sus conciencias, en sus colegios y en sus parroquias, y en los Documentos de la Jerarquía… es todo un CRIMEN.

Esta expresión no es mía. Yo la he tomado de unas Revelaciones particulares - que no “privadas”, pues fueron hechas para ser publicadas, como así lo hicieron sus receptores-, que calificó de este modo tales acciones y a sus autores. Primero, a Marga y luego a Un Cartujo, que así se firma. Y todo esto, reiterado, en pleno s. XXI.

Por lo tanto, pretender alabar a estas alturas de la función -un arzobispo europeo, alto cargo del sínodo etc., dijo hace unas semanas que en Europa ya no se entiende la palabra “Dios”; y lo ha clavado, claro-, la “renovación” de la Moral (antes) Católica, obviando de un plumazo lo que tal supuesta renovación ha traído, es “coger el rábano por las hojas”, y quedarse tan satisfecho con ellas; y con la faena…

Es en lo que se queda cuando la realidad no pasa de un despacho, académico o no.

Pues que aproveche. Pero se cumple aquello de que cuando un ciego guía a otro ciego, ambos caen en el pozo. Y, por supuesto: “no hay peor ciego que el que se tapa los ojos”. O se dedica uno a pedalear, académicamente o no.


Non mea Voluntas


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