martes, 24 de octubre de 2023

TEOLOGÍA “TRANS”

Advertimos que lo que nuestra época llama “ideas nuevas” no son más que las viejas herejías de siempre, convenientemente reformuladas.

Por Juan Manuel de Prada


No hay anhelo más humano que el de abandonar este cuerpo que la naturaleza nos asignó, cambiándolo por otro más hermoso o idóneo. Este anhelo nace de nuestra nostalgia de divinidad, pues –aunque nuestra razón se resista a aceptarlo, o incluso lo niegue furiosamente– nuestra alma sabe (al modo de una 'memoria genética') que nos aguarda una existencia eterna y 'transhumanada', una metamorfosis misteriosa que nos hará resplandecientes e inmortales, sin renunciar a nuestros cuerpos.

Esta vocación plenamente humana, alimentada de promesas divinas, encontró su parodia en aquella otra promesa que la antigua serpiente hizo a Eva en el Edén: “Seréis como dioses”. Es decir, podréis rebelaros contra el acto creador de Dios, rechazar los beneficios de la Redención y anticipar el disfrute de una naturaleza gloriosa. Todas las triquiñuelas de la antigua serpiente se resumen, a la postre, en la promesa de un Paraíso en la Tierra que anticipe los gozos ultraterrenos y glorifique nuestra carne mortal. Y entre todas estas triquiñuelas ninguna tan sugestiva como “Seréis como dioses”, desembarazándonos de los límites biológicos de nuestra naturaleza. Así, el hombre deja de ser criatura, para convertirse en creador de sí mismo.

Fue Dante Alighieri en el canto primero del Paraíso quien primero habló de “transhumanarse” para referirse a la meta última del hombre, que no es otra sino alcanzar tras la muerte la plenitud del ser, pasando de la condición de gusano a la de mariposa (como también leemos en el canto décimo del Purgatorio). Este concepto empleado por Dante lo rescataría muchos siglos después, en un sentido radicalmente contrario, el biólogo y eugenista Julian Huxley, hermano del célebre escritor, quien en un texto titulado significativamente Religion Without Revelation escribía: “La especie humana puede, si lo desea, trascenderse –no sólo esporádicamente, un individuo aquí de una manera, otro allí de otra forma– sino en su totalidad, como humanidad. Necesitamos un nombre para esta nueva creencia. Quizás el Transhumanismo pueda servir: el hombre sigue siendo hombre, pero transcendiéndose, a través de la realización de nuevas posibilidades”.

Huxley se inspira en el término de Dante para convertirlo en una parodia perversa, como la antigua serpiente convierte también en parodia perversa la alianza de Dios con los hombres, prometiéndoles ser como dioses mientras dure su andadura terrenal. La “transhumanación” deja de ser una recompensa divina que permite al hombre dejar atrás las infelicidades y padecimientos propios de su vida mortal; y se convierte en una obra meramente humana, que puede superar las limitaciones de su naturaleza a través de la química, de la cirugía o de la tecnología, convertidas en sucedáneos chuscos de la Redención, atajos a través de los cuales se puede alcanzar en esta vida la metamorfosis en cuerpo glorioso. Se trataría, en definitiva, de parodiar grotescamente el acto creador de Dios, los beneficios de la Redención y las promesas de una vida futura en una compota teológica lograda a través de hormonas y bisturíes.

Pero esta parodia grotesca está más vista que un cuento infantil. Ya en sus Conclusiones filosóficas, cabalísticas y teológicas (1486), Pico della Mirandola escribe, poniendo sus palabras en la boca del mismísimo Dios (pero dando voz, en realidad, a la antigua serpiente): “No te he dado una forma ni una función específica, Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la tierra, ni del cielo. De tal manera que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma”. Leyendo este pasaje, precursor de la ideología “trans”, advertimos que lo que nuestra época llama “ideas nuevas” no son más que las viejas herejías de siempre, convenientemente reformuladas.

En el fondo de la ideología “trans” subyace la vieja y errónea idea de considerar el cuerpo una cárcel que debe ser descerrajada, para que nuestra humanidad alcance su plenitud. Contra esta vieja herejía, que ha destruido tantas vidas prometiendo mejorarlas, sólo se alza la nueva idea cristiana, más escandalosa y subversiva hoy que nunca: nuestro cuerpo, acechado por la decrepitud y la muerte, será “transhumanado” a la vuelta de la esquina y para siempre.


PortaLuz


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